XVI

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—Nara-sensei no se ve nada bien —susurró Panda viendo a la castaña acostada en el césped con los ojos cerrados.

—No —suspiró Kento cruzándose de brazos. —Desde ayer que descubrió lo de Yūta ha estado un poco desanimada.

—Necesita a Gojō —dijo Maki llegando junto a ellos con un pastelito en la mano. Luego de darle una mordida giró hacia los niños, quienes coloreaban tranquilamente. —Hey, Satoru.

—¿Si Maki-san?

—Ve con Nana.

—Maki, no creo que sea buena idea —intervino Nanami.

—Doki —sonrió el peliblanco saliendo de la casa dando saltitos.

—Sensei, él sigue siendo Gojō, sabe cómo animarla —dijo para luego darle una mordida al pastelito.

—Salmón —habló Inumaki señalando como el pequeño acariciaba el cabello de Nara suavemente y ella sonreía.

—Eso pudo haberlo hecho cualquiera de nosotros.

Maki rió dándose media vuelta viendo a los niños hacer dibujos feos.

—Ninguno de nosotros es Gojō. De alguna forma ellos entienden el dolor del otro —se encogió de hombros para después unirse a los niños.

En cuestión de segundos Inumaki y Panda se unieron a los niños y Nanami se quedó solo allí en la puerta viendo al pequeño Gojō acostarse junto a Nara y hablar con ella hasta hacerla reír. Una sonrisa salió de sus labios en cuando el menor le susurró algo. Desearía tener ese poder. El poder de hacerla sonreír con solo un susurro, el poder de hacerla sentir mejor con su presencia, el poder de brindarle paz y alegría tan solo con acostarse junto a ella.

Kento no sabía lo que era la envidia, nunca se vio a sí mismo envidiando a una persona, pero en ese momento se vio envidiando a un niño de unos cinco años. Era tanta la envidia que sentía que, por un momento, dejó de ver a un Gojō pequeño y comenzó a ver al adulto. Ambos allí tumbados bajo el sol a punto de ocultarse, viendo las nubes, agarrados de mano y besando sus mejillas sin importar cuántas veces lo hicieran. Imaginó al Gojō adulto besando las mejillas de Nara hasta posarse sobre ella y besar sus labios. La imagen de ellos dos riendo y dándose besos en los labios fue suficiente para que el rubio agitara la cabeza y volviera a la realidad. Justo cuando lo hizo recibió un golpe en el estómago que le sacó el aire. Al bajar la vista se encontró con Gojō.

—¡Te llamé muchas veces! —Se excusó. —Nana dice que vayas con ella.

—¿Yo? —Preguntó recobrando el aire y el pequeño asintió.

—Y dijo que puedo comer otro pastelito.

—No.

—Pero Nana dijo que...

—Yo dije no —dijo para después salir de la casa.

—Pero la jefa es Nana, no tú —le sacó la lengua. —Maki-san... ¿Me das un pastelito?

—¿Qué dijeron tus encargados?

—Nanami dijo que no.

—No puedo entonces, Satoru.

—Pero Nana dijo que sí.

—Entonces vayamos por dos —sonrió levantándose del suelo.

Mientras los menores iban por pastelitos y coloreaban en la sala, los mayores veían el cielo de tonos naranja y rosado en completo silencio. La castaña estiró su mano hacia el cielo y sonrió con nostalgia.

—Me hubiese gustado estar ahí para Yūta.

El rubio giró su cabeza hacia ella notando las lágrimas acumularse en sus ojos. Su labio inferior temblaba, mientras veía el cielo.

Nana de hechiceros |Nanami Kento|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora