XXII

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La semana había pasado más rápido de lo que esperaban. En un abrir y cerrar de ojos la mañana del sábado llegó y con ella las suaves caricias de Kento en el brazo de Nara. Ambos habían pasado la noche del viernes hablando sobre cosas triviales como lo era el mejor restaurante al que habían ido, el mejor emparedado que comieron, su hora favorita del día, sus aromas favoritos y así hasta quedar dormidos abrazándose. Los niños seguían dando problemas, pero disfrutaban cada momento pues sabían que pronto todo terminaría.

Lamentablemente, a cierto rubio se le escaparon los planes para el sábado frente a los niños. La idea era que ninguno se enterara que pasarían el sábado en un arcade, pero todos escucharon cuando Kento le mencionó a Tanaka que no podría salir a los bolos con él y los demás. Por esa razón no se sorprendieron cuando a las siete con cuarenta minutos de la mañana escucharon las pisadas de puntitas acercarse a la puerta de la habitación.

—Yūji —dijeron ambos con los ojos cerrados.

Efectivamente, el pequeño giró el pomo de la puerta ingresando a la habitación en silencio. Tras de él escucharon saltos en lugar de pasos seguidos de pisadas con el pie completo.

—Sato y Megs —volvieron a susurrar.

Las plantas de los pies chocando con fuerza contra el suelo hizo reír a Nara.

—Sukunita.

Finalmente escucharon unas pantuflas arrastrarse y una sonrisa apareció en los labios de ambos.

—Noba.

Sintieron como la manta que los cubría fue tirada brevemente por Yūji quién hacía fuerzas para subir a la cama. Con ayuda de Satoru y Nobara, logró subir y luego ayudó a Megumi. Uno a uno subieron y, cuando ya todos estaban arriba, gatearon hasta los mayores, quienes aún mantenían los ojos cerrados.

—Mami —llamó Yūji tocando su mejilla. Nara intentó con todas sus fuerzas no sonreír.

Si bien había dicho que no aceptaría la petición de los niños de ser su madre, al final accedió. Claro, ella no iba a serlo de verdad, solo pensó que no podría decirle a los niños que no y romper sus corazoncitos. Así que, hasta que volvieran a la normalidad, ella y Kento serían sus padres.

—Despierta —pidió Megumi intentando abrir el ojo izquierdo de Kento, pero él lo cerraba con fuerza.

—Vamos ya, el arcade espera y la pizza se va a acabar —dijo Nobara comenzando a saltar en la cama, a esto Satoru se le sumó entre risas.

—¡Arcade! ¡Arcade! ¡Arcade! —Canturrearon.

Con una enorme sonrisa Yūji se añadió y se llevó consigo a Megumi. Los saltos desorganizados lograban que los cuerpos de Kento y Nara rebotaran haciendo reír a esta última.

—¿Dónde está Sukunita? —Preguntó Nara tallando sus ojos.

Todos guardaron silencio buscando a Sukuna con la mirada. El pelirosa espero hasta el momento perfecto para salir de abajo de la cama pegando un grito. Al igual que el todos gritaron, solo que del susto. A esto Kento tomó al menor en brazos para comenzar a hacerle cosquillas.

En cuestión de segundos Yūji y Nobara intentaban salvar a Sukuna, mientras Satoru y Megumi le hacían cosquillas a Kento para que aflojara el agarre. Ante tal acción la castaña sonrió enternecida tomando la cámara de la mesa de noche. Una tras otra salían las pequeñas fotografías mostrando lo felices que eran en esos momentos. Estaba por girar la cámara para incluirse en una de las fotos, cuando Kento tiró de su brazo llevándola a la cama de golpe. La castaña quedó acostada boca arriba con el torso sobre el rubio, quién la abrazó y comenzó a repartir besos por sus mejillas y cuello haciéndola reír. Satoru sonrió grandemente al ver a Nara tan feliz, por eso recogió la cámara y tomo cuántas fotos pudo.

Nana de hechiceros |Nanami Kento|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora