Volumen I
Los pasos apresurados y los chirridos de las suelas contra el suelo alertaron a Kento. De inmediato se orilló contra la pared sin despegar la vista de periódico. De seguro eran los chicos y otra de sus tonterías que hacían enojar a Nobara y como siempre; se mantendría lejos.
—¡Nanami-san! —Exclamó Megumi agitado llegando hasta él. —Abre tus manos.
El rubio extrañado y exaltado ante el comportamiento de Megumi, dobló el periódico bajo su brazo y extendió sus manos. De inmediato, un par de billetes terminaron en sus manos y de inmediato frunció el ceño.
—¿Qué...?
—Dile que fuiste tú, tú puedes vivir —dijo Gojō para luego salir corriendo junto con Megumi a quién sabe dónde.
El par se alejó corriendo dejando al rubio en medio del pasillo, con dinero en la mano y sin saber qué ocurría. A la distancia, provenientes del pasillo, escuchaba las pisadas fuertes de Nara. En definitiva estaba enojada. Kento suspiró guardando el dinero en sus bolsillos para luego tronar los huesos de su cuello. Relajó sus hombros y justo cuando Nara pasó por su lado casi corriendo, la sostuvo del brazo logrando que se detuviera para luego acercarla a sí. Suavemente, pero con autoridad posó sus manos en los hombros de la castaña.
—Amor, amor —llamó Kento acariciando sus hombros. —¿Qué ocurre?
—Me rompieron la taza, Kento. La que me hiciste.
El rubio suspiró viendo su semblante triste.
—Fui yo, dulzura, fue un accidente. Lo siento tanto.
Nara hizo un puchero apoyando la frente en el pecho de Kento.
—¿Por qué no me dijiste?
—Pensé en hacerte otra antes de que te dieras cuenta. Lo siento.
—Esta bien —suspiró para luego asentir. —Podemos hacer más. ¿Cierto?
—Claro que sí, cielo —sonrió dejando un beso en sus labios.
—Iré a disculparme con los chicos... Casi les rompo un palo de escoba encima.
—No, no, yo me encargo. Al final fue mi culpa por no decirte.
Y así fue como Megumi y Satoru terminaron haciendo el patio de Kento durante cuatro meses.
Volumen II
—¿Dónde está tu mujer?
Nanami levantó la vista de su libro viendo a Gojō por sobre sus lentes.
—Ni siquiera yo le pregunto a dónde va. ¿Para qué la quieres?
—Mi hijo desapareció y mí tarjeta negra. ¡Oh! ¿Y qué más despareció? ¡Tu mujer!
Kento rodó los ojos.
—Nara no usaría tu tarjeta.
—¡Ja! —Rió sin gracia. —La usa desde que la conozco y lo peor de todo es que lo hace cuando la hago enojar.
—¿Qué le hiciste?
—Solté un chiste sobre las viudas.
—Es que eres idiota —suspiró volviendo a su libro. —¿Te disculpaste?
—Eso no es suficiente para Nara —bufó y justo en ese momento la puerta de entrada fue abierta. —¡Ahí estás! ¿Dónde demonios estabas metida?
—En Chanel —dijo como si nada ingresando a su hogar con un par de bolsas, detrás de ella ingresó Megumi con un par más de Gucci.
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Nana de hechiceros |Nanami Kento|
Hayran KurguCuando Nara propuso que salieran a divertirse no esperaba terminar con cinco niños y una gran responsabilidad. Tras lo que se suponía sería una tarde divertida, se tornó una noche y madrugada ajetreada. Siendo asistente de Gojō la castaña podía espe...