IX

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La pequeña y regordeta mano del pelirosa giró el pomo de la puerta. Antes de que pudiera empujarla o ingresar un pie en la habitación, Nobara tiró de su camiseta llevándolo hacia atrás.

—Se toca antes de entrar, Itadori —dijo Nanami en voz baja.

—Pero si es una sorpresa no podemos tocar la puerta o ya no será una sorpresa —atacó Megumi como si fuera lo más lógico... Y lo era.

—Tienes razón, pero ¿Y si ella está... Sin peinar?

—Yo también lo estoy —dijo Satoru encogiéndose de hombros.

—La vemos despeinada todas las mañanas —agregó Sukuna.

—Claro que no, siempre está peinada.

—Cuando tú estás aquí sí —dijo Nobara cruzándose de brazos.

—¿Perdón?

—Entremos ya, tengo que hacer pis —se quejó Yūji dando saltitos.

—Todavía usas pañal, tonto —bufó Nobara rodando los ojos.

—Pero no me gusta hacer cuando todos ustedes están aquí.

—Pues no digas que estás haciendo pis y ya —dijo Sukuna junto a Nobara.

—Sáquense del medio —gruñó Megumi abriéndose paso hasta la puerta. Una vez estuvo frente a ella la empujó suavemente viendo a Nara boca abajo en la cama cubierta por las sábanas. —Nana.

Silencio.

—Nana, nanita —llamó otra vez y recibió un gruñido como respuesta. —¿Podemos entrar?

—Sí —dijo a penas audible y Megumi giró hacia los demás haciéndoles un ademán para que entraran.

En corto, Nara tenía a cinco pequeños subiendo a su cama con nada de cuidado, aún así siguió con los ojos cerrados en un intento de terminar su sueño con Loki. No lo logró. Yūji escurriéndose bajo su brazo, Sukuna jugando con su mano, Nobara trenzado su cabello, Megumi abrazando su torso y Satoru dejando besos en sus mejillas eran demasiada distracción para que ella pudiese terminar de darle el “sí” al dios del engaño.

—¿Qué hora es? —Preguntó la castaña abriendo un ojo.

—Las diez —respondió Nobara.

Nara se levantó de golpe provocando que los menores se sobresaltaran y soltaran un grito. Ella vio hacia todos lados en busca de su celular para corroborar la hora, pero se detuvo al notar al alto rubio junto a su cama.

—Buenos días.

En esos momentos Nara no sabía por qué se sentía más confundida: 1. Nanami en su habitación, 2. Nanami en su habitación con una bandeja de desayuno, 3. Nanami en su habitación con desayuno y sin el cabello arreglado. En definitiva la tercera era la opción más completa.

—B-Buenos días.

—Te hicimos desayuno, Nana —sonrió Nobara, mientras Nara se acomodaba en la cama para quedar sentada.

—Así que hoy se invirtieron los papeles —le sonrió a los niños.

—Narami dijo que debíamos cuidar de ti hoy porque estabas malita —dijo Yūji dándole dos palmaditas en la cabeza para después sonreírle.

—¡Hoy somos tus nanas! —Exclamó Satoru para después abrazarla.

La castaña sonrió bastante confundida. ¿Se suponía que ella estaba malita?

—Todos abajo —dijo Nanami y enseguida los pequeños obedecieron dándole paso a él de colocar la bandeja de desayuno sobre el regazo de Nara. —Puedes comer tranquila, ellos solo batieron los huevos y colocaron azúcar en el café —susurró y rápidamente arregló su postura. —Vamos, afuera todo el mundo.

Nana de hechiceros |Nanami Kento|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora