Si Nara había aprendido algo durante su tiempo como asistente de Gojō era que jamás estaría lo suficientemente preparada. Jamás estaría preparada para marcharse, superar sucesos o decir adiós... O al menos eso pensaba.
La primavera pasó, al igual que el verano y el otoño. El invierno le pareció eterno, pero dándole tiempo al tiempo y con un poco de ayuda extra, el proceso de sanación había culminado. Si bien seguía llorando en algunas ocasiones por lo que había perdido, entendió que estaba bien hacerlo. Llorar es la mejor forma que el cuerpo humano tiene para liberarse. Con el llanto no dañas a nadie, sino que sanas a esa pequeña personita interior para que logre ser mejor.
Su proceso fue duro, decirle adiós a su bebé no nacido, a su esposo fallecido y a las amistades que vio morir frente a ella fue imposible. Pero luego aprendió que no hay un "adiós" en esta vida, sino muchísimos "hasta luego". En algún momento se volverían a encontrar, tal vez luego de la muerte o en otra vida. Con ello en mente, se enfocó en disfrutar de su vida al momento. De gozar la luz del sol quemando su piel, de las nubes flotando en el amplio cielo azul, de los susurros de las olas y la belleza de la noche. De sus amistades, de su familia y por supuesto de su guapo rubio.
Cuando terminó de dejar las flores en la tumba de Suguru y la de su hijito, se levantó del suelo sacudiendo sus rodillas. Con una sonrisa soltó el aire que había retenido. Sintiendo el sol acariciar con violencia su rostro, Nara sonrió sintiendo sus hombros relajados. Pues al fin la paz había encontrado.
—Nana-san, iremos al centro comercial antes de devolverle la tarjeta a Gojō-san —dijo la joven Nanako con una sonrisa mostrándole la tarjeta negra del peliblanco.
La ahora pelinegra de cabello largo, rió guardando las manos en los bolsillos de su chaqueta.
—Cómprenme el vestido azul que vimos de camino aquí.
—¿No vienes con nosotras? —Preguntó Mimiko.
Nara negó suavemente.
—Mis chicos serán ascendidos a hechiceros de categoría uno —sonrió con orgullo. —Vuelvo pronto, Suguru —dijo a la lápida sintiendo un ligero calor en su pecho. —Trata de no extrañarme mucho.
—Creo que lo logrará. Estará muy ocupado extrañándome a mí —dijo Nanako encogiéndose de hombros con una sonrisa, mientras bajaba la colina.
—Ay sí, tú. Yo siempre fui su favorita —dijo Mimiko bajando tras de ella.
—¿Ustedes? Dónde deja huella una leona, no dejan rastro unas gatas.
—¡Nana-san! —Exclamaron las jóvenes entre risas.
Aunque las tres pensaron que Japón habría cambiado un poco, la realidad es que seguía exactamente igual. Tal parecía que ese año y medio no había cambiado nada en ese lugar. Las calles seguían exactamente igual, los edificios, los anuncios e incluso la comida de los puestos ambulantes tenían el mismo sabor. Y eso las hizo sentir en casa otra vez.
Tras dejar a Mimiko y a Nanako en el centro comercial, Nara vio la hora. Aún tenía suficiente tiempo antes de ir a la ceremonia, por ello cambió la ruta del taxi entregándole una dirección que no conocía. Esperaba no encontrarse con malas noticias o sorpresas en cuanto llegara a esa dirección. La realidad es que no sabía ni que había allí. Satoru le había enviado la dirección y jamás le respondió las preguntas sobre qué había en ese lugar.
—Es aquí, señorita.
Ante la voz del taxista, Nara levantó la vista. Frente a sus ojos se encontraba una hermosa casa de color crema con detalles en blanco. El jardín era enorme y la cantidad de flores que tenía era encantadora. Con una sonrisa y su mochila en el hombro, bajó del auto, no sin antes pagarle al señor. Luego, a pasos lentos, se acercó a la bonita cerca blanca observando la pajarera a su mano derecha. Iba a llamar para validar quién vivía en ese hermoso hogar, pero antes de poder hacerlo notó juguetes infantiles en el césped. Parpadeó un par de veces y casi se le cae el corazón al toparse con la espalda de un caballero trabajando con las flores.
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Nana de hechiceros |Nanami Kento|
FanficCuando Nara propuso que salieran a divertirse no esperaba terminar con cinco niños y una gran responsabilidad. Tras lo que se suponía sería una tarde divertida, se tornó una noche y madrugada ajetreada. Siendo asistente de Gojō la castaña podía espe...