La puerta de entrada fue cerrada suavemente, pero aún así la luz de la sala fue encendida provocando que cerrara los ojos y arrugara la nariz.
—¿Qué hora son estas de llegar? —Preguntó Kento cruzado de brazos.
—Estamos de vacaciones, papá —bufó dejando la chaqueta sobre el sofá para luego dejarse caer en él.
—Esa no es una excusa. ¿Dónde está tu mamá?
—La dejé en un bar —le restó importancia acostándose en el sofá. —Le dije que pasaría por ella a eso de las dos de la mañana.
—Son las cinco.
El castaño se sentó de golpe viendo con espanto a su padre, este se tomó el puente de la nariz y suspiró pesado.
—Vamos a buscarla.
—Papá, haces mucho drama.
—Estamos en Malasia, baboso, no en Tokio.
—Estamos en Malasia como cada año en verano —dijo levantándose del sofá. —En la misma casa de verano que, afortunadamente, compraron el año pasado. Ya se sabe el camino de memoria.
—Ryōmen, sabes que tu madre no tiene control absoluto cuando se trata de alcohol. Pudiera estar ahora mismo...
La puerta de entrada fue abierta y ambos giraron hacia ella encontrándose con Nara cargando su bolso y sombrero de playa en la mano.
—En la entrada de la casa —completó el castaño señalando a su mamá. —Mami... ¿Estás...?
—¿Sobria? Sí, hasta yo me sorprendí.
La castaña se adentró a su hogar cerrando la puerta a sus espaldas. Dejó caer su bolso y sombrero junto a la puerta para luego pasar junto a su hijo dándole un beso en la mejilla. Seguido, se acercó a su esposo dejando un suave beso en sus labios para luego sonreír.
—Estás ebria —dijo Kento viendo la sonrisa boba en los labios de Nara. —Sabes a alcohol.
—Y tú a menta —sonrió abrazándolo. —Debemos hablar de algo serio, Kento.
—Seguro, dulzura. Lo haremos mañana cuando estés sobria.
El rubio se disponía a tomar a la castaña en brazos, pero ella se alejó.
—Ahora.
—Nara, preciosa, aún tengo sueño y tú no has ido a la cama. Vamos a dormir hasta las diez de la mañana y luego despertamos para dialogar y pensar en un castigo para Ryō.
—¿Yo que hice? —Preguntó el castaño desde la cocina.
—Reprobar inglés y dejar a tu mamá sola en un bar.
—Entonces hay que castigarte a ti también porque la dejaste sola conmigo.
—Se suponía que ibas a cuidarla. Era una salida de madre e hijo.
—Exactamente, ella debía cuidarme a mí.
—Tienes dieciocho, ya te puedes cuidar solo.
—Quiero un bebé.
Tanto Ryōmen como Kento dejaron la discusión de lado viendo con espanto a Nara. ¿Qué acababa de decir?
—¿Perdón?
—Quiero un bebé —dijo para luego asentir una y otra vez. —Quiero un bebé, Kento. Hagamos uno. ¿Sí?
El rubio suspiró sosteniéndola de los brazos suavemente dandole caricias.
—Dulzura... Tú no puedes tener bebés. ¿Recuerdas?
Nara hizo un puchero y de inmediato comenzó a llorar.
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Nana de hechiceros |Nanami Kento|
Fiksi PenggemarCuando Nara propuso que salieran a divertirse no esperaba terminar con cinco niños y una gran responsabilidad. Tras lo que se suponía sería una tarde divertida, se tornó una noche y madrugada ajetreada. Siendo asistente de Gojō la castaña podía espe...