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El Sargento se aparta de mi rápidamente, no me da el tiempo a poder arrebatarle el arma, maldición.

El Coronel me observa y luego a él.

Manipulación, soy la víctima.

—Coronel... —Dejo ir un suspiro de alivio fingido.

—Se puede saber, ¿¡Que carajos estaba haciendo, Sargento?! —Camina amenazante hasta estar en medio de ambos. —¿Quién le dio permiso de poder si quiera tocar a la prisionera?

Su voz sale baja pero intimidante con su presencia, el Sargento baja la mirada, le dedica un saludo militar para luego intentar retirarse.

—Permiso para retirarme, mi Coronel no volverá a suceder, se lo aseguro.

—Que sea la última vez, Sargento, de lo contrario ya sabe lo que le sucede a quienes no siguen mis órdenes.

El Sargento se retira, el Coronel me toma del brazo y me arrastra junto a él, no habla solo se mantiene serio, nos detenemos en la primera puerta del tercer piso, al abrirla veo que es una habitación muy amplia.

—Desnúdate.

Ordena de repente, frunzo el ceño al instante en que me empuja contra la cama y se queda de pie en la puerta.

—¿Quién se cree para darme órdenes? —Levanto la voz. —Yo me desnudo si se me da la gana y ahorita no se me da.

Ríe irónico.

—Tú haces lo que yo te digo. —Se acerca lentamente. —Desnúdate.

De mala gana retiro la camiseta de color militar, ya me ha visto antes con el sujetador así eso no me preocupa.

Si se atreve a ponerme un dedo encima ahora, lo mataré, como sea.

Nadie puede tocarme.

Solo podrá tocarme el día en que yo acceda, y me hago la difícil porque muy en el fondo, no quiero.

—Ven aquí. —Se sienta observando mi cuerpo, por suerte no me tuve que retirar las demás prendas.

Me planto delante de él, sin mirarlo directamente, de un brusco movimiento me jala en medio de sus piernas, lleva sus manos al sujetador.

—Prefiero hacerlo yo. —Su mano recorre mi abdomen, mi expresión cambia por una fría que no emite nada.

Veo la botella que trae en la mesa de atrás, para tomarla debo estirarme mucho, le suelto una bofetada, tan fuerte que me arde la mano al instante, me estiro para tomar la botella en cuanto lo hago él me la arrebata de las manos.

—¡A mí nadie me ordena, ni me dice que hacer! —Elevo la voz, quería reventarle la botella en la cabeza pero no es posible, utiliza su fuerza.

Tira todo sobre la mesa, me toma del cuello y tira sobre la madera, mi espalda choca bruscamente al igual que mi cabeza, sus manos en mi cuello hacen cada vez más presión.

—¿¡Quién te crees que eres como para pretender romperme una jodida botella?! —El aire escapa de mis pulmones, jadeo en busca de aire, la presión de sus manos de seguro dejará marca.

Con la poca fuerza, le doy una patada en la entrepierna logrando que me suelte.

—No sabe... Lo que le espera, Coronel. —Me burlo tomando mi cuello con suavidad.

La botella a pesar de haber caído al suelo, sigue intacta, me lanzo por ella y en rápidos movimientos la termino reventando sobre su cabeza, emite un quejido antes de caer.

Aprovecho el momento para tomar las dos pistolas que lleva por detrás, la camiseta y salgo corriendo en busca de una salida.

Pésima idea venir aquí, así no fue como lo planeé, ni siquiera estaba planeado entrar a la base, solo contactar al maldito Coronel.

RHYSS. [AKDR #4]. © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora