51

892 113 43
                                    

¿Habría sido obra de Brandon para descubrirme? No lo creo, su forma de verme lo delata, probablemente tengo un localizador y no fue difícil hallarme.

—Mientes muy bien.

—Lo sé. —le respondo con total libertad. —Lo aprendí de ti.

Busco mi siguiente movimiento, o salgo viva...o nadie sale. Desvío la vista hasta el cuerpo de Wilson y luego al del coronel, ese todavía no está muerto.

—Eres predecible. —dice queriendo molestarme. ¡Ja! Claro, predecible.

—Claro, por eso es que pusiste un localizador en mi. —como un maldito objeto. —¿Querías tener a Sage Thyssen? Pues aquí la tienes.

—¿Donde están mis hijos?

—¿Donde? —le respondo con ironía mientras lucho para que no me afecte.

No pienses. No ahora...

Asiente con toda su atención en mis movimientos.

—Tú los mataste —la ira controlable me hace perder el control y lo empujo con todas mis fuerzas.

¿Que persona... que fue madre tendría control en frente del asesino de sus bebés?

—¡Tú hiciste toda esta mierda para tenerme aquí! —hago un círculo alrededor de mí con los dedos índices. —¡Los mataste sin ponerte a pensar que pudieron ser tuyos!

—Eran míos y yo no...

—¡Míos! ¡Míos y solo míos! —vuelvo a empujarlo con todas mis fuerzas. —Yo sobreviví ante todo con ellos, yo los protegía de todos...incluso de ti. ¡No tú!

Me muevo rápido hasta tener el metal ya no hirviente entre mis manos y con el golpeo su rostro haciéndolo retroceder.

Está actuando como si la noticia le afectara cuando es su maldita culpa.

—Eres un maldito enfermo. ¡Confíe en ti!

—Supongo que ya aprendiste la lección... —sonríe mostrando un hilo de sangre proveniente de su nariz.

—Estas arruinado. No tienes a nadie que mueva tus fichas.

—Es cierto, pero tengo algo que tú no tienes...

Intenta arrebatar la barra de mis manos y es cuando veo lo que trae escondido, una pistola extraña con un diseño en especial, un pequeño cuervo en donde se sostiene e incluye un filo punzo cortante escondido.

Hoy Brandon Yeagger debe dejar de existir al igual que el excoronel Bogdanov.

El cuervo recobra el sentido atrayendo la atención, arreglo la camisa sobre mis hombros, el ardor en la espalda es algo mínimo ante la adrenalina que corre por mis venas.

—Te advertí que no le pusieras las manos... —sisea con molestia. —No debiste tocarla.

—Me faltó hacerlo más... —retrocede arrastrándose, desde aquí veo su parálisis que lo mantiene sin expresión.

Vuelvo a lanzarle la barra contra las piernas y seguido el abdomen logrando tenerlo lejos unos segundos que aprovecho para hundir el metal en el ombligo del ex coronel.

—Me encargaré que el resto de los Bogdanov dejen de existir, como tu descendiente que ahora yace entre los gusanos.

Su estúpida risa es remplazada por una mueca de dolor, aprieto los dientes y sonrío con tanto placer que no veo más que en rojo.

—No lo mates —su voz sale baja —. No aún...

—Tú no me dices que hacer. —gruño en respuesta, presiono con todas mis fuerzas y no me interesa que muera.

RHYSS. [AKDR #4]. © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora