Domingo 06 de octubre, 2019.
Según mis cálculos, mis dos primeros niños nacieron ayer y mi niña a primera hora del día de hoy, por solo minutos ella no nació el mismo día que sus pequeños hermanos.
Llevo medicada desde que me desmayé, no sé qué hicieron conmigo luego de perder la conciencia pero los dolores de mi cuerpo son leves, no se sienten tanto como anoche. Cecilia cree que no la escucho, me vigila y ahora está cortando un conjunto mínimo de cabello mío.
Evoco los momentos durante el doloroso parto, ella sin saber como una enfermera debería, tenía un intercomunicador y tengo que alejarla de mis bebés.
Utilizo todas mis fuerzas en cuanto la tomo desprevenida, medio rueda sobre la cama, sostengo con fuerza sus muñecas, logro levantarme y a la vez inmovilizar su cuerpo contra la camilla.
—¿Donde estan mis hijos? —retiro la tijera de su mano y la acerco a su cuello, su rostro es de asombro total.
Pero cambia de expresión, ahora se muestra tranquila.
—Ellos están muertos. —sus palabras chocan con mi mente a la vez que lo dice con una seguridad que me hiela. —Perdieron la vida cinco minutos después de su desmayo.
Todo impacta contra mi pecho, un nudo se forma en mi garganta evitando que pueda decir algo más, niego sin poder creerlo.
—Fallecieron, sus posibilidades eran casi nulas, lo lamento. —niego y mi agarre se hace más suave ante el terrible dolor que experimento en el interior de mi estómago.
Ella se deshace de mi agarre y me suelta un fuerte bofetón que me deja el rostro zumbando, me lleno de dolor y rabia, soy incapaz de detenerme en cuanto la atrapo antes de que se escape, la tiro al suelo y con todas las fuerzas que me permiten mis brazos, clavo mis uñas en su cuello.
Se retuerce bajo mi e intenta tomar aire, pero no se lo permito.
—¿Creíste que no me daría cuenta? —alcanzo la pata de metal del carro de medicinas con una mano y lo tiro logrando alcanzar una botella gorda de plástico con suero.
Lo utilizo para golpear su rostro con fuerza e impedir que se suelte.
—Desearás no haberte cruzado conmigo, yo siempre hago pagar a quien me quiere joder. —le suelto un puñetazo que la deja aturdida y me encargo de encontrar algo filoso y puntiagudo entre las cosas tiradas con el carro de metal.
Una vez lo encuentro, me desconozco por mis pensamientos y las ganas que tengo de matarla. Clavo mi dedo índice y pulgar contra sus mejillas y aprieto con mucha fuerza logrando que abra la boca. Introduzco el bisturí, sin remordimiento alguno atrapo su lengua y no se atreve a morderme gracias al bisturí clavado en su paladar.
Empiezo a cortar lo más profundo de esta, se ahoga con su propia sangre y me da lo mismo, finalizo dejando caer el pedazo al suelo. Intenta gritar de algún modo emite un chirrido.
—Eso es para que aprendas a no soltar la lengua a quienes no debes. —sigo con las manos que mantiene en su boca exasperada. —Y esto, es para que recuerdes que tocarnos, fue tu condena.
Me empuja pero soy más rápida y con todo el cuerpo adolorido, la mano sangrando por el brusco retiro de la vía no me impide romperle la mano con un movimiento de las dos mías. Sigo con la otra mano, no me conviene que escriba o me delate, aunque más lo hago para que sufra en carne propia lo que es perder algo importante.
—Sin poder escribir, sin habla y próximamente sin poder ver. —le sonrío y clavo dos objetos puntiagudos en sus ojos con cuidado de no atravesar algo más que eso, solo los ojos. Me inclino rápidamente ante otro grito suyo. —Para que veas la misericordia de la líder, te dejaré seguir escuchando si es que no te mueres ya. Mis alcances son ilimitados, te vuelvo a ver y será peor.
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RHYSS. [AKDR #4]. ©
Misterio / SuspensoSage se ve forzada a convivir varios meses con el desquiciado Coronel, este se queda encantado con ella al ser la única mujer entre ellos y la encierra en su batallón militar aislado de todo. Dos meses después, cuando por fin logra escapar, envenena...