Mentira

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Aidan se quedó quieto sintiendo su mejilla palpitar dolorosamente. El único sonido que se oía era la del agua caer y la respiración de ambos.

Con la mano temblorosa tocó la piel que ya se volvía roja y seguramente, más tarde, hinchada. El sabor metálico de su propia sangre rozaba sus papilas gustativas como recordatorio de lo que acababa de ocurrir.

-Sal- dijo entre dientes sin mirarlo.

-Aidan, cariño- Hans levantó la mano para tocarlo.

Él levantó antes la suya y puso en su cuello el borde de la navaja de afeitar.

-Sal- volvió a repetir y no le importó que el filo dejara una leve línea roja.

El beta solo cerró los ojos un minuto y se dio media vuelta.

-Dejaré que tu mente se calme y después hablamos, tienes mucho que explicarme- salió dando un portazo a la puerta del baño.

Aidan apagó la ducha rápidamente y corrió a la puerta cerrándola con el seguro por dentro. No faltaría mucho para que su madre entrara a formarle algún escándalo, y sabiendo que su cuarto ya no tenía la privacidad de antes, prefería estar así, al menos, hasta que su madre se aburriera.

Cogió la toalla y la envolvió en su cadera y se deslizó por la puerta hasta quedar sentado en el piso. Se llevó las manos a la cabeza y suspiró. En que se había convertido su vida. Todo se había salido de control y lo que más le molestaba es que la piel aun le picaba en los lugares que Dominic había tocado o besado. No podía negar que se sentía mejor que cuando Hans lo acariciaba. No se imaginaba como sería si el tuviera acceso a todo su cuerpo, a su interior. El solo pensamiento lo hizo estremecerse, sacudió la cabeza intentando quitar esos pensamientos de su mente.

Efectivamente, tres minutos después de que Hans dejara su casa los golpes en la madera y los gritos de su madre se hicieron oír. Y por el volumen, de seguro todo el vecindario se enteraría. A esa altura que degradara su imagen a puto, como le estaba llamando, era algo insignificante.

La debió haber escuchado por más de diez minutos, no se callaba y los golpes eran constantes hasta que desistió y rato después salió de la casa, no sin antes romper más de un objeto en el camino.

Si las cosas seguían así su vida sería un suplicio. Tendría que salir de allí lo antes posible. Se dignó a poner de pie para salir cuando su estómago volvió a rechistar terminando en el inodoro vaciando solo líquido. Y para rematar estaba enfermo.

Con esfuerzo salió del baño y se vistió dejando el cabello húmedo. Abrió el armario para buscar la maleta cuando miró la hora y recordó que día era.

Maldijo entre dientes. Su bolso se había quedado en la oficina y no tenía forma de contactar con nadie.

Suspiro y su mejilla dolió. Tenía que hacer algo con eso, no podía andar en toda la empresa con una marca morada en el rostro. Rápido agarró maquillaje que siempre tenía en caso de emergencias para ojeras y lo ocultó lo mejor que pudo, quitando la parte de que utilizó más de lo que estaba acostumbrado.

Buscó algo de dinero que siempre tenía guardado en la mesita de noche y cambiándose los zapatos salió de la casa por la puerta trasera.

Su madre debía estarle esperando en la sala y él no lideraría con ella ahora.

Llegó en 15 minutos y su gente lo esperaba en la puerta.

-¿Qué ocurre?-

-Lo sentimos- uno de los chicos de acercó casi con lágrimas en los ojos -No hemos terminado-

Aidan se sintió culpable. Parte del trabajo mayor recaía en él y al ausentarse, fuera la razón que fuera, se atrasaban.

-No cunda el pánico- los alentó -Tenemos hasta las 9 para presentar lo planificado- caminó hacia la entrada seguido de ellos -Lo lograremos- los animó como pudo, aunque el que realmente necesitaba ánimos era él.

Cada uno en su computadora movía tanto el mouse como los dedos en el teclado bajo las indicaciones de él. No supieron cómo pero casi llegaron a la hora tope y el informe con las propuestas estuvieron listas, aunque Aidan encontró que se podían perfeccionar más, pero al ser parte del boceto para la solución final podían darse el lujo de depurar después.

Revisó su bolso que se había mantenido intacto en su escritorio y dio con su tarjeta de crédito. Tal vez podía alquilarse, sería mejor que quedarse en aquél casa por el momento.

-Director, director- una de las chicas lo llamó- Todo está listo-

Él la miró y asintió con la cabeza

-Gracias por su duro trabajo-

-¿Director le ocurrió algo en el rostro?- la mujer mediana seguía delante de él y lo miraba curiosa.

Aidan se alarmó.

-¿Por qué lo preguntas?-

-Su mejilla parece algo inflamada y soy una mujer que me gusta el maquillaje y no quería ser indiscreta, pero, tiene mucho hoy en esa zona, acaso a usted...- se cayó al ver el brillo amenazador de los ojos de su jefe- Disculpe, ya me voy-

Se giró y volvió a su puesto de trabajo, incómoda.

Aidan se levantó tomando aire. Al parecer su máscara había sido descubierta, el maquillaje puede ocultar algunas cosas pero no todas y ahora debía reunirse con su presidente. Apretó las manos hasta que sus nudillos se hicieron blancos cuando la voz de Leo se oyó en la puerta.

-Director, el presidente espera por usted-

Tragó en seco. Se daría cuenta, seguro que se daría cuenta.

Camino detrás de Leo nervioso pero sin demostrarlo, su mente maquinaba una justificación válida para ocultar el hecho del golpe pero nada se le ocurría. Los sentidos de los alfas era muy afilado y estaba seguro que detectaría incluso que estaba mintiendo. El clic de la puerta abierta le hizo volver a la tierra. Ya habían llegado y Dominic lo esperaba dentro del salón de reuniones. No había nadie más, en este momento del proyecto todo recaía en su departamento.

Entró con paso firme y sin mirarlo. Solo hacia unas horas que había dormido en su casa y se había ido sin darle explicaciones. Si no fuera por la entrega no le hubiera hecho frente. El hombre era un alfa después de todo.

-Buenos días presidente-

Él lo miraba desde el extremo de la mesa con el brazo sobre la mesa y su rostro sobre su mano.

-Leo, cierra la puerta- sonaba molesto e indignado -Tengo asuntos importantes que atender primero-

Aidan oyó la puerta cerrarse detrás de él y su mundo de vino abajo.

No soy tuyo, AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora