Madox daba vuelta como si fuera un tigre furioso enjaulado en su laboratorio. Expulsaba feromonas al aire tan sofocantes que todos los científicos que antes estaban allí habían tenido que salir y nadie se atrevía a entrar. Pero lo más peligroso de él era su mirada. Parecía que podía degollar a cualquiera en cualquier momento.
Incluso una de las hermosas enfermeras había intentado persuadirlo a pedido de alguno de los trabajadores y ahora se encontraba en una camilla, inconsciente. La razón de todo aquello: Madox no había podido hablar con Julian. En primera porque él no lo había contactado después de dejarle el mensaje. Y en segunda. Porque la llamada le rebotaba. Una y otra vez.
Lo había bloqueado.
A él.
Lo había bloqueado.
Aún no se lo creía.
Eso era lo que había pensado al inicio pero cuando llamó a Dominic para que le dijera a su omega que lo llamara en su lugar, ocurrió lo mismo. También lo había bloqueado. Eso era algo irracional. ¿Por qué él haría algo tan radical? Pero aparte de eso, él tenía algo importarle que decirle. Demasiado importante.
Él no era estúpido. A pesar de que él ya no lo quería a su lado, antes de irse de su casa, había dejado el apartamento inundado de sus feromonas para que tuviera constancia de con quien había pasado su celo. Pero aún más urgente, tenía que decirle de su pequeño gran accidente.
Se había quedado despierto dándose tranque mental de que no lo había embarazado. Esa historia era para otra persona, no para él.
Él era un alfa con un alto potencial de fertilidad y más en el celo. Lo sabía por su rutina médica habitual. Cuando había dicho que no quería cachorros en un futuro cercano no era en vano, por lo que se cuidaba muy bien en sus salidas a toda hora a cazar. Así que después de anudar con Julian era seguro que él estaba en estado en un 200%. Y necesitaba decírselo. Se lo tomara como se lo tomara.
Pero a esa altura ni siquiera podía comunicarse con él. Y además no podía salir del hospital por órdenes del director ya que este tenía algo esencial que hablar con él. No era como si le importara mucho. Le patearía el culo si le había hecho perder el tiempo hasta ahora. Necesitaba ir entonces a casa de Julian y encararlo.
Después de todo iban a tener un cachorro, juntos. Y esa que se decía su pareja destinada se podía ir al infierno. Si hubiera sabido que estaría en este dilema mental hubiera dejado a sus instintos actuar y morderle el cuello al omega.
Dos horas más tarde salió de la oficina de ese mismo director y quiso romper el cristal a su lado. Sus dientes chirriaban tanto que pensó que los rompería. De todas las cosas esas. Vayan momento para que lo enviara al extranjero por tres meses para un seminario en otro hospital. Y lo mejor de todo es que no se podía negar.
El secretario del director casi se entierra en el asiento cuando el alfa pasó por su lado. Estaba más irritado que antes. Mucho más. Y era muy evidente de ese estado. Hasta los betas podían notar que ese alfa aplastaría a quien se metiera en el medio.
Pero quitando todo eso necesitaba primero relajarse. Ir a ver a Julian en ese estado era contraproducente. Así que respiró profundo y en el baño se echó agua en la cara. Sus manos apretaban el borde del lavamanos y temió que lo rompería. Había logrado controlar sus feromonas medianamente, pero sabía que necesitaría unos minutos antes de estar completamente controlado.
¿La vida acaso le estaba devolviendo el favor, por alguna casualidad?
Ah, odiaba la frustración dentro de él. Dolía mucho.
Manejó casi como un loco hacia el único lugar que tenía en la mente. Apenas había terminado de aparcar cuando salió del auto subiendo las escaleras de dos en dos. Una vez delante de la puerta su mano se congeló en la manigueta de la puerta.
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No soy tuyo, Alfa
RomanceDominic, un alfa prestigioso que compra una empresa en declive, nunca se imaginó que uno de los jefes de área seria su pareja destinada, un joven llamando Aidan Aunque hay dos problemas. Ambos están comprometidos. Pero lo peor, es que Aidan dice ser...