Tentación

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Madox se giró completamente hacia el omega que era un manojo de temblores y parecía entrado en un ataque de pánico. Lo comprendió, dos alfas cerca de un omega en celo, solo tenía un resultado, lástima que él era un alfa de calidad, él escogía sus parejas de cama, no necesitaba aprovecharse de víctimas indefensas. Aun así a su nariz llegó un delicioso olor a manzana y canela que lo dejó tieso por unos segundos. Era una fragancia aunque fuerte, ligera a la vez, como si pudiera aspirarla tanto tiempo hasta embriagarse a la locura.

Vaya, aquél omega seguía sorprendiéndolo, era anormal encontrar alguien con el olor tan fino y delicado. Se acercó con calma al chico y se arrodilló frente a él. Hacerlo solo hizo que el olor se volviera más fuerte y por primera vez pensó que perdería el control. Tragó en secó y se concentró, él no se rebajaría a eso, a pesar de que cada parte de su cuerpo le ordenara entregarse al placer más salvaje de sí mismo.

-Tranquilo, mírame ¿reconoces quién soy?- le habló suave.

Julian tardó en mirarlo hacia el rostro para afirmar levemente, su cuerpo aun así no se relajó y eso molestó de una manera extraña a Madox. Los omegas no le tenían miedo, lo buscaban para que los satisficiera. Suspiró y se quitó la chaqueta rociada de varias de sus feromonas alfas, esto calmaría un poco su lujuria omega. Antes de que Julian pudiera separarse de él se la puso por encima y acto seguido el joven tomó uno de los bordes y lo olió.

Estaba funcionando. No importara que alfa fuera, mientras el olor estuviera cerca de los omegas los calmaría medianamente. Ahora estaba la mejor parte de todo aquello, tendría que hacer algo con él. No podía dejarlo allí simplemente, para ser presa de otra persona, llevarlo al hospital sería un problema pues en estos momentos había un número significativo de alfas de guardia. Aunque tuviera supresores dentro del auto no le servirían. Su casa no era una opción, nunca llevaba a nadie a su casa. Encontró la mochila de él a su lado y buscó su ID, para localizar su dirección.  Lo llevaría de vuelta, lo dejaría con quien viviera y esperaría a que se le quitara el celo para ingresarlo.

Aprovechando que Julian estaba sumido en el olor de su chaqueta, lo cargó en sus brazos y lo llevó a su auto. Podía oler la humedad que comenzaba a salir de él debido al celo manchando parte de su pantalón y sabía que después tendría que mandar a su bebé a lavar, pero esto era una emergencia y había que hacer una excepción. Lo dejó en el asiento trasero y condujo hasta su apartamento.

Más de una vez pudo oír como el omega en celo ronroneaba o simplemente gemía contra su ropa y no pudo evitar excitarse. Además su auto se estaba llenado de feromonas sexuales omegas y tuvo que abrir las ventanas para que circulara el aire o estaba seguro que aparcaría en cualquier lado y se hundiría por completo en él. Después de todo, control y lo que él dijera, seguía siendo un alfa, y en su edad más sexual.

Manejó saltándose incluso los semáforos, agradecía la hora de la noche porque no tenía tiempo para lidiar con alguna multa por exceso de velocidad, además su bebé necesitaba correr así de vez en cuando. De detuvo delante del sencillo complejo de apartamentos y de la mochila de Julian sacó la llave. Después lo tiró afuera del auto y lo tuvo que agarrar rápido, a esa altura el omega apenas podía mantenerse por sus propios medios y jadeaba considerablemente.

Madox se golpeó mentalmente. Sus manos comenzaban a temblar y se lamió los labios inconscientemente. Por un momento casi lo lanza dentro del auto, le abre las piernas y chupa el néctar que fluía entre sus muslos. Estaba seguro que sabría delicioso y juraba que estaba salivando. Una probadita no haría daño.

Se golpeó mentalmente. Ya estaba fantaseando. Estaba muy cerca de su límite y su alfa quería desgarrarlo desde dentro por no hacer caso a su ínsito.

Tomando toda su fuerza de voluntad lo cargó nuevamente y subió con él hasta el segundo piso gruñéndole posesivamente al hombre que se atravesó en su camino. No supo si era un alfa, o un beta, todo su olfato estaba lleno de feromonas de omega en celo que lo estaban volviendo loco como nunca. Bajó las piernas del omega una vez delante de su vivienda y como pudo abrió la puerta de su apartamento y encendió la luz.

Era un espacio pequeño, pero acomodado y limpio. Entró con él hacia la sala comedor, donde había a la izquierda un pequeño desayunador con la cocina detrás. A la derecha había dos puertas, una debía dar al baño y la otra, a su cuarto. Madox se sintió algo claustrofóbico, con su tamaño nunca podría vivir en un lugar tan pequeño.

Abrió una de las puertas que daba por suerte al cuarto que al menos era más gran que la sala. Había una cama de doble plaza, una cómoda, un pequeño closet y un escritorio con una laptop. A un lado, una puerta de cristal cubierta por una cortina que daba a un balconcito que tenía una mesita.

Entró y dejó al omega sobre la cama. Había sido rápido en llevarlo hacia allí pero todo el diminuto apartamento se había llenado de fuertes feromonas. Era la primera vez que veía un celo tan fuerte manifestarse. Incluso él estaba temblando.

Otra cosa que se percató era que él parecía vivir solo, si ese era el caso ¿Quién lo cuidaba durante su celo? Eso era un problema, los omegas solían deshidratarse mucho durante ese proceso y algunos terminar muy enfermos. En el caso del joven que este celo contaría como el cuarto en el mes, no daba tiempo a que se recuperara. Podía ser peligroso dejarla solo, él pesaba muy poco cuando lo había cargado, a pesar de su tamaño. Sus niveles de grasa en el cuerpo debían estar por debajo de lo normal. Si seguía así podría perder la vida.

Madox vaciló si irse o quedarse. Le preocupaba que el omega colapsara. Como alfa, su sentido protector salía aunque él no quisiese, era una parte muy primitiva que seguía muy latente en cada uno de su especie a pesar del paso de los años. Además el olor de Julian solo lo invitaba a quedarse con más fuerza. Esos pensamientos lo detuvieron en la puerta, su mano puesta en la manigueta. Su decisión distaba solo de un hilo. Irse y tener una vida normal o quedarse y enredarse con su futuro paciente con el que de seguro la historia no terminaría así.

Él, un alfa siempre seguro de sí mismo, ahora no sabía qué hacer. Tuvo el impulso de llamar a su amigo para que le dijera algo que le ayudara a disipar dudas pero un grito lo impidió.

Madox se giró y volvió al cuarto. El omega estaba en el suelo del cuarto con lágrimas en los ojos y cubriéndose el estómago. Sufría y mucho. El alfa sabía que el celo de los omegas era fuerte y doloroso, pero el de este se veía devastador. Sus feromonas incluso estaban más densas de lo normal y eso no era buena señal, su cuerpo estaba segregando con demasiada violencia las sustancias naturales del cuerpo.

Madox se acercó e intentó estabilizarlo, no tenía nada que pudiera ayudarlo y eso lo puso más ansioso. Unos brazos de pronto rodearon su cuello y el cuerpo del omega se pegó al de él. Su aliento caliente abrazó su oreja estremeciéndolo.

-Haz que pare- sollozó entre gemidos –Duele mucho, detenlo- suplicaba- por favor- sollozaba y no de placer.

Todas las defensas de Madox se fueron a volar con esas palabras. Su parte alfa no pudo resistir más. Sabía que solo había una forma de calmar el celo del omega y eso era usando su cuerpo alfa. Lo levantó por la cintura y lo arrojó a la cama soltando este un agudo gemido que solo lo incitó más, lamiéndose los labios. Se quitó la chaqueta y casi se arrancó la camisa. Dejó que sus feromonas de macho alfa llenaran la habitación entremezclándose con las de Julian. Bajó la mano a su bolsillo de su pantalón sacando dos condones talla XL que siempre llevaba consigo y los tiró al lado de él.

Tendría que salir en algún momento a comprar más en cuanto este se durmiera del cansancio. Porque esos iban a ser tres días muy largos.

No soy tuyo, AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora