Destino

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Madox era de los que había pocas cosas que pudieran que pudieran asombrarlo pero ahora estaba estupefacto. Tuvo que pestañear varias veces impresionado.  Vaya caso de omega extraño tenía delante de él. Tres veces celos en el mismo mes. Cómo demonios era capaz de soportarlo sin un alfa al lado. Los celos eran más fuertes sino eran aplacados por medicamentos o simplemente por el sexo y las feromonas de los alfas.

-Me has dejado sin palabras- fue lo único que pudo decir pero solo ocasionó que la depresión se reflejara con más fuerza en el rostro del omega.

Como alfa se sintió mal ver aquello, un omega deprimido era inestablemente peligroso y podían hacer cosas que atentaran contra su vida. Y este se notaba al borde del colapso.

-Hagamos una cosa- Madox recogió su bolígrafo que había llegado al borde de la mesa y se enderezó en la silla –Vuelve mañana, te ingresaré en una de mis consultas especializadas y probemos algunos nuevos tratamientos contigo, de esa forma también puedo estudiar tu particular caso-

El omega no apreció muy convencido. Julian había pasado por tantos doctores que no creía que alguno le resolviera su problema.

-Oye- la voz de Madox se oyó demandante –No creas que soy un inútil como los que te han atendido. Soy una eminencia de la medicina ahora mismo, y trabajo con casos como los tuyos. Si estás en mis manos no tienes de que preocuparte.

Julian pensó que era un alfa bastante prepotente como muchos que conocía, tendía que ver si sus fanfarronerías estaban a la altura de su capacidad, después de todo que perdería ¿más tiempo? Ya no importaba. Solo se estaba dando una última oportunidad antes de terminar con todo. Porque ya estaba realmente cansado de sufrir.

Madox escribió en un papel algunas cosas y se lo entregó momentos después.

-Recoge lo esencial y que necesites para mínimo 15 días, si tienes a alguien que pueda ayudarte le daremos un listado de horas en las que te puede venir a ver, tiene que ser omega o beta. Con ese papel te presentas mañana en la recepción del bloque tres que es el que atiendo y esperas a que te vayan a buscar ¿Entendido?-

Jilian asintió sin mucho entusiasmo y guardó el pedazo de papel dentro de su mochila y se levantó.

-Gracias por su atención- y se giró caminando por la puerta.

-Recuerda, mañana en el bloque tres- Madox no supo por qué pero sentía la necesidad de recalcárselo.

El omega asintió con la cabeza antes de salir. El alfa se llevó los dedos a su frente y la masajeó. Con qué dilema se estaba metiendo. Normalmente no tenía casos tan difíciles como estos y además había algo que todavía picaba su curiosidad. Hacía alrededor de tres años atrás, cuando estaba en otro hospital dando una conferencia hubo un caso de una herida que había afectado al cerebro de un paciente y atacado a su funcionamiento hormonal.

Sacó el celular de su bolsillo y marcó un número hasta que recibió respuesta.

-Te mandaré un nombre, dame todo lo que puedas de esa persona, y cuando digo todo, es todo- lo guardó y volvió a su oficina, en menos de una hora de seguro le llegaría un correo con lo que necesitaba.

***

Madox salió por la puerta del estacionamiento del hospital para buscar su auto. Miró su reloj, ya eran cerca de las 11: 00 de la noche, realmente tarde y no tenía ganas de manejar pero a esa hora no pasaban medios de transporte. Una vez que entró al auto y se aseguró que todo estaba en orden dentro de él, sin un rasguño ni una pelusa, lo encendió. Ese había sido el último bebé que había adquirido por más de medio millón de dólares y se acomodaba a todas sus necesidades. Lo adoraba y había que recalcar que no todos tenían lo que hacía falta para sentarse en los asientos de lujo de su bebé.

Manejó suave por la carretera oscura. Todavía lo que había leído resonaba en su cabeza. Efectivamente no tuvo que esperar mucho para que el expediente del omega llegara solo para encontrarse que apenas había muchos datos, era como si parte de la vida del chico hubiera sido borrada, sobre todo después de los 13 años hasta los 15. Tampoco era que fuera una edad alarmante pero no había ni siquiera chequeos médicos y a la persona que le había pedido la información era una fuente confiable.

Más intrigado había seguido indagando y para su sorpresa no se había equivocado. Aquel día, cuando salía del seminario había visto a lo lejos que llegaba una camilla con un joven chorreando tanta sangre de la cabeza que se fundía con el cabello y dejaba un trillo de sangre por el camino. Solo obtuvo algunas leves informaciones del caso pues él estaba de salida y sucesos como esos ocurrían siempre, lo que no recordaba eran las personas que estaban con él. Al menos sabía que eran alfas, era muy bueno memorizando aromas.

El mundo era realmente un pañuelo. Encontrarse con esa misma persona años después. Debía ser el destino. Él se rio, no creía en eso, él era dueño de su propio camino. Siguió manejando tranquilamente hasta que algo captó su atención. Como mismo recordaba muy bien los aromas había características de las personas que se quedaban grabadas en su mente, sobre todo si era un cabello rojo como aquel.

Julian estaba sentado en el banco de una de las paradas. Su casa quedaba un poco alejada por lo que no podría ir a pie y no debía gastar dinero en auto pues no tenía idea de cuánto le costaría el tratamiento, y ausente del trabajo era realmente un problema. Pero no había contado con que había llegado diez minutos más tarde después de que pasara el autobús de la noche. El próximo sería a las dos de la mañana, no le quedaba más remedio que esperarlo, vivía en una zona de poco acceso por lo que ese era el medio que más cerca lo dejaba.

Pero la espera no era lo que más le preocupaba. Sus manos temblaban y ese no era buen inicio. En su estómago se acumulaba un calor incómodo muy conocido y él se mordió los labios.

-Ahora no por favor, solo un poco- su frente casi tocó sus rodillas cuando se inclinó hacia adelante. Estaba entrando nuevamente en celo.

Ya comenzaba a jadear. No quería que pasara de nuevo, su celo era sumamente agotador, doloroso y tan seguido que lo había privado de casi todas sus energías. En esos tres días que lo pasaba encerrado apenas podía cuidarse de sí mismo. Apretó fuertemente sus ojos esperando un milagro que detuviera el avance de su celo pero este solo hizo empeorar.

Y para que las cosas se pusieran peor el olor de un alfa pronto estuvo cerca de él. Julian alzó la cabeza con pánico. Si el alfa lo violaba y lo marcaba su vida estaría condenada. Llevó sus dedos al collar de protección de omega para asegurarse que estaba ahí, al menos eso garantizaba que no fuera mordido por un alfa no tan fuerte. No era un collar de los caros por lo que no sabría cuánto duraría.

-Precioso, hueles delicioso- el hombre salió de entre las sombras. El alfa parecía emborrachado por el fuerte olor que él estaba desprendiendo.

Julian hizo su mayor esfuerzo por ponerse de pie pero sus muslos estaban débiles por lo que cayó al suelo. Su cuerpo temblaba a pensar que comenzaba a responder a las feromonas que el alfa chorreaba sobre él reclamando su sumisión.

-No- él gimió levemente –No quiero- se arrastró hacia atrás en concordancia al alfa que caminaba hacia él como si el omega fuera un conejo asustado con el que jugar.

El alfa sonreía y se lamía los labios. Caminó dos pasos más cuando se lanzó contra él pero fue agarrado del borde de la camisa y arrojado lejos.

-Eres una verdadera vergüenza para la raza- Madox habló con desprecio soltando sus feromonas agresivamente contra el otro alfa mostrando toda su superioridad –Vete- gruñó mostrando un juego de colmillos amenazantes y a tomar en cuenta.

El alfa tembló ante el hombre que estaba delante de él. Más fuerte, más grande, casi en la punta de la escala. Esta vez fue Madox el que sonrió al verlo correr con la cola entre las patas. Una vez asegurándose que ya no estaba cerca y que había desprendido sus feromonas al menos a varios metros a la redonda miró al omega detrás de él por encima del hombro.

-Y ahora ¿qué hago contigo?-

No soy tuyo, AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora