Capítulo 30 - Bienvenida (2)

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Llega otra vez el amargo momento de la despedida con Ethan y mis padres en el aeropuerto.

—Ten —me estira él un sobre blanco, lo abro y no se como reaccionar cuando caigo en cuenta que es un pasaje con destino a Estado unidos con fecha abierta —Te voy a estar esperando —me dice tomándome suavemente del mentón para después unirnos en un beso que alargo lo que mas puedo antes de que se vaya.

—Gracias, prince —le susurro mientras lo abrazo.

Las dos siguientes semanas son un lío, ya que en el último control antes del parto salió que Olivia, si, así se va llamar por su padre, esta de pompas y no se ha querido mover pese a los masajes y a la series de ejercicios recomendados por el obstetra que ha hecho mi hermana.

—¡Lo logré! —grita victoriosa Liz en su habitación —¡Logré voltear a mi hija!.

—Genial amor, hay que avisarle al doc... —La caída del chorro transparente en la entrepierna de su mujer le corta las palabras a Olí.

—¡Fuck! ¡Rompió fuente! —Exclamo con lo ojos abiertos desde el umbral de la puerta cuando también me asomo.

Olí se queda paralizado y tengo que agitarlo para hacerlo reaccionar y continúe con la llamada al médico mientras mi hermana en medio de espasmos dolorosos causados por las contracciones se viste con lo primero que agarra de su closet.

A Olí se le pierden las llaves del carro y tampoco encuentra la pañalera que por inercia fue lo primero que agarró y ya llevaba colgada en su hombro.

No pierde la cabeza en estos momentos porque la tiene pegada al cuerpo.

Abordamos el auto con los quejidos de Liz con cada contracción y aprovecho para contarles a mis papás, a Ethan y a los señores Moore sobre la nueva vida que venía en camino.

Todos a excepción de Ethan me responden con un 'ya vamos en camino'.

Llegamos a la clínica y pegan a mi hermana a una silla de rueda hasta llegar a una de las habitaciones y no se que me desespera mas, si sus gritos por los dolores de la dilatación o la cara de odio hacia Oliver.

Si las miradas mataran...

—¡Escúchame bien! —lo jala del cuello de su camisa obligándolo a estar a su altura —Vas a grabar todo y pobre de ti si se te ocurre desmayarte.

—No, mi amor... —el pobre ha perdido color en la cara.

Ella inhala y exhala, aguantando cada contracción y debo decir que esto es una clara imagen anticonceptiva que te suprime cualquier deseo de ser mamá.

El doctor hace lo suyo, confirma que la bebé está en una buena posición pero que el labor de parto debe seguir hasta que mi hermana dilate lo necesario.

Soy yo quien se hace cargo de las cosas de la bebé y de Liz mientras que Olí intenta contenerla del sufrimiento llamado contracciones que son más seguidas.

Ethan me escribe cada diez minutos preguntándome si ya nació y lo dejo en visto desesperándolo más.

Unas horas después llegan los flamantes abuelos justo cuando sacan a Liz para llevarla a la sala de parto con su esposo aferrado a su mano.

*****

Había pasado casi ocho horas y por fin sale el médico con una cara que parecería que viene a decirnos la petición cliché de tener que elegir entre la vida de la hija o la madre pero esa angustia se evapora cuando vemos a Oliver por detrás con una sonrisa orgullosa y los ojos humedecidos.

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