Llegamos y frente a mi se cierne una gran mansión que en mi vida me imagine pisar y menos alojarme aunque sea un corto tiempo.
Es de tres pisos con ventanales de vidrios, esta rodeada de una gran piscina cristalina, palmeras playeras y tiene una gran vista al mar que está al frente.
Nos reciben dos guardias de seguridad y un mayordomo super elegante.
—¿Tú vives aquí solo? —se me sale la pregunta sin pensar en lo imprudente que es.
—Si —me responde queriendo parecer relajado pero se nota que su soledad le ha dolido —aunque desde que mi hija y mi esposa se fueron... Prefiero los hoteles de mis viajes de negocio o la cabaña en la que te encontré.
Le sonrió con algo de melancolía y entramos, el interior es más hermoso aún con finas decoraciones y muebles dignos de la realeza.
Hay un porta retrato gigante de los tres colgando en la pared central y él lo detalla con nostalgia, siento que todavía las espera y me gustaría aliviar de alguna forma su dolor sobre todo porque lo comparto al estar lejos de Ethan y Matt.
El mayordomo me guía hasta la que va a hacer mi habitación que está en la segunda planta.
Es igual de sofisticada como el resto de la mansión, las paredes son de un gris pastel y la cama es gigante, hay un armario que parece otro cuarto con prendas que no se porque intuyo que mandó a comprar.
—Ponte cómoda y descansa —me pide Mr. Henderson.
¿Descansar? ¿Cómo le explico que lo que menos quiero es dormir porque tengo miedo a ya no volver a despertar?.
—Gracias —le vuelvo a decir como por milésima vez —pero... ¿quieres hacer algo?.
—¿Algo como que? —pregunta sorprendido.
—No se... ¿Ver una película o ir a caminar a la playa...? ¿Conversar en el jardín?. Lo que prefieras.
—Ok, me gusta el plan de la playa —la cara se le ilumina con una sonrisa —me cambio y salimos.
La sensación de los granos de arena son un masaje para mi pies cuando vagamos por la playa y todavía me cuesta mantener el equilibrio por lo que ando enganchada del brazo del gringo.
Caminamos por horas contándonos anécdotas de nuestra familias, él me habla de su hija y yo le hablo de Matteo agradeciéndole al cielo que todavía lo tenga en mi mente.
—Eres muy joven para estar casada y tener un hijo —me comenta.
—Eso dicen, pero no es cuestión de edad sino de amor.
Al final nos quedamos sentados disfrutando del tronar de las olas y el viento que silva en nuestros oídos.
Nos quedamos absortos platicando hasta que el ocaso nos toma por sorpresa dándonos a entender que hemos estado aquí toda la noche.
Nos devolvemos a la mansión, comemos algo y me obligo a dormir porque aunque no quiera mi cuerpo me lo pide.
—Descansa, Sunshine.
Josh me hace sonreír nostálgicamemte con ese término porque no me siento así, todo lo contrario, me invade una oscuridad donde solo me veo postrada en esa camilla con el irracional miedo de sentir la corrientiza que martirizó por tanto tiempo a mi cerebro sabiendo que nadie va a venir ayudarme.
*****
Han pasado dos semanas y las terapias siguen haciendo lo suyo, lidio con los ataques de ansiedad encerrada en mi cuarto, por suerte nadie se da cuenta porque no quiero seguir molestando a Josh ni a las personas que trabajan para él.
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Luz de amor
RomanceLuz, una jovencita de 18 años, tendrá que irse a vivir con su hermana mayor y su recién esposo para estudiar pero en el proceso se termina enamorando del hermano de su cuñado que es mayor que ella por lo que no todo será color de rosa y tras una dec...