Capítulo 54 - Alumbramiento

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El camino se me hace eterno y las contracciones cada vez son más fuertes y seguidas.

—inhala y exhala —repite por milésima vez Avery —bonito el momento en que decidiste dar a luz, Luz.

—¡A mi hija no le vas a estar diciendo cuando tiene que nacer, estúpida! —espeto irritada por los espasmos y calambres.

—¡Ya, ya disculpe usted señora ahora tengo hijos propios! —Ironiza.

—¡Cállate y conduce!

Matt sigue sujetando mi mano horrorizado.

Llegamos después de mas de media hora de camino y me plantan en una silla de rueda pero me rehusó a seguir sin el padre de mi bebé.

—No me van a mover hasta que no llegue su papá —grito arrastrando hacia mi a Matt que Avery tenia agarrado y me aferro a él en medio de los retorcijones.

—¡Te tienen que revisar, deja el berrinche niñata! —se atreve a decirme la tarada que tengo al lado.

Intenta separarlo pero la fulmino con la mirada y mi único deseo es que me saquen a la bebé.

 ¡Pero ya!.

No se cuanto tiempo pasa, pero por fin llega Ethan con pañalera en mano.

—¿Pero que haces tú aquí? —le pregunta a Avery.

—¡Ethan, enfócate! —le grito atacada por otra contracción.

—Si, lo siento cariño.

Me arrastran hasta una habitación.

—¡En tu vida me vuelves hacer esto, Ethan Moore!

—¿Y que hice ahora? —me responde jadeante.

—¡Embarazarme!

—Ok, no prometo nada amor —me besa la frente  —equipo de fútbol ¿lo recuerdas?.

—Estás loc... Ahh —y pensé que los electroshocks eran dolorosos —si crees que te voy a parir a un equipo.

—Lo discutimos después, ahora tengamos a nuestra chiquita.

—¿Y Matteo? —pregunto en mi desesperación.

—Esta con Avery.

—¡Pero como se te ocurre dejarlo solo con esa víbora! —lo riño.

—Tranquila, solo será hasta que mis padres lleguen.

Si supiera que hace minutos lo había entregado a un mafioso peligroso y sediento de venganza....

El doctor hace el tacto correspondiente cada cierto tiempo durante cuatro horas que son una tortura hasta que por fin da el visto bueno y me trasladan a otra habitación donde solo dejan pasar a Ethan.

—¡Tú puedes hermanita! —Escucho a Liz mientras me mueven en la camilla —y graben todo —termina gritando.

Me ponen la epidural y me abren las piernas, Ethan sujeta mi mano y empiezo a pujar varias veces y me frustro al sentirme sin fuerzas para seguir.

—¡Una vez más! —me alienta el doctor —¡Ya veo su cabeza!

Mi esposo resopla como hiperventilando poniéndome más nerviosa.

Uno.

Dos.

Tres, pujones son los que restaron para oír el melodioso llanto de mi bebé.

Veo que Ethan palidece y esta apunto de desmayarse mientras me dejo caer agotada.

De reojo veo que la limpian, la pesan, la miden y la envuelven en una tela azul.

Luz de amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora