Capítulo 46 - Comienzo

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Ha pasado otro mes y las náuseas no han cesado cada mañana.

Cada vez me siento más agotada, la energía me falta a punto de quedarme dormida en donde caiga lo que preocupa mas a mi señor esposo pero le insisto en que estoy bien, que solo estoy cansada y no es para menos pues estamos a un par de días de la inauguración del centro y el orgullo no me cabe en el cuerpo.

Invito a mi familia, a mis amigos en los que esta incluido Josh y a los futuros empleados que trabajaran conmigo en este gran proyecto.

—Estoy muy orgulloso, doctora Evans.

—Muchas gracias, esto no sería posible señor arquitecto —le respondo con un beso a Ethan.

También nuestra casa ya se empezó a construir y me emocioné hasta las lágrimas cuando me vi los avances a dar los planos del edificio.

Mientras, he vuelto a su departamento, la cara de felicidad de Matteo cuando le dijimos que habíamos vuelto no la cambio por nada.

*****

Me encuentro descansando en la madrugada y de repente un inmenso antojo de galletas oreo me surge de la nada y es tanto que reúno toda mi energía de esa hora y me escabullo para no levantar a Ethan, el pobre ah tenido mucho trabajo y yo solo se lo he aumentado con mi obra.

Me dispongo a ir a revisar la alacena, no hay lo que deseo y eso casi me hace llorar de la tristeza.

¿Qué me pasa?.

Me pongo una sudadera y me voy al super 24/7 que queda a unas cuadras a comprar las benditas galletas.

Salivo cuando las tengo en frente y no compro solo un paquete si no una decena.

Llego al apartamento degustando mi golosina hasta que veo la maquina de café y mi antojo se intensifica queriendo sumergir la galleta en café en lugar de leche como una persona normal.

Preparo mi bebida, remojo la galleta y mis papilas gustativas hacen una fiesta con la extraña combinación.

Me sentí como ratatouille.

—¿Qué haces levantada a esta hora? —me asusto cuando Ethan sale del cuarto restregandome los ojos.

—Me dio hambre.

—¿A esta hora? son casi las cuatro de la mañana, Luz.

—Ve a dormir.

—¿Espera? —señala mi taza —¿estas comiendo oreo con café?

—eh, Sipí.

—ok...

—¿Quieres?

—No gracias, yo si tengo gusto.

—Tú te lo pierdes.

—Pero se me acaba de antojar otra cosa...

Se muerde el labio y me estira la mano para que me vaya al cuarto con él.

—¿Es enserio?.

—¿Que? —le respondo agarrando el paquete a medio terminar —no voy a desperdiciar las galletas.

—Pero...

—Puedo comerme ambas cosas.

Le enarco una ceja con picardía.

Últimamente él tenía el libido por la nubes y yo no me quejo.

—Eres una golosa, chiquita.

En la mañana desayunamos, despido a mis chicos y me quedo en casa ultimando los detalles para la inauguración.

Luz de amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora