29. Tal vez solo son amigos

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—Nenas, ya vámonos a la habitación, me cansé de que todo el mundo me vea de manera burlesca por este horrible vendaje en mi nariz —dice Renata tapándose la cara con una revista mientras pasea por Luxord con sus amigas

—Sería peor si te vieran la nariz sin el vendaje, apuesto a que está hinchada y morada —dice Celeste—. Pero no te preocupes, ellas van a pagar por lo que hicieron.

—No güey, yo no me quiero ganar más castigos —dice Isabela—. Yo ni siquiera estuve involucrada en lo de hoy, y también me castigaron; no es justo.

—Mejor ni digas nada, que tú vas a ayudar quieras o no. Además, no creas que no te vi hablando con Camilita en el comedor, antes de la pelea —dice Celeste y hace que Isabela se sienta mal, sin embargo, Isabela solo guarda silencio.

—¿Ese es Danilo? —pregunta Renata viendo a Danilo a lo lejos.

—¿Con Rebeca? —añade Isabela disgustada.

—Sí, son ellos. Yo que ustedes ya me olvidaría de él.

—Eso nunca. Tal vez solo son amigos —enuncia Isabela.

—Que ingenua, Isa. Ya, acepta que Danilo nunca se fijaría en ti. Desde el primer día se los dije, él ya está bien embobado por Rebeca —pronuncia Celeste.

—Ya basta, Celeste. No tratés así a Isa —le reprocha Renata—. ¿Acaso no te das cuenta de que vos estás igual con Eduardo desde hace años? Y ahora la niña nueva te lo arrebata fácilmente ¿Qué me decís de eso?

Celeste por primera vez no puede llevarle la contraria a Renata, se empieza a sentir un poco mal, sabe perfectamente que ha estado detrás de Eduardo desde el primer día que lo vio, en uno de los pasillos del colegio, el segundo día de clases en séptimo grado. Se siente como una tonta, tiene ganas de llorar, pero no quiere hacerlo frente a nadie.

Isabela y Renata se ven la una a la otra, se les hace raro que Celeste guarde silencio.

—Vamos a la habitación —dice de repente y camina lo más rápido posible hacia la residencia. Renata e Isabela no dicen nada y solo la siguen.

—¿A dónde vamos? —pregunta Rebeca después de caminar junto a Danilo durante algunos minutos.

—Espera, ya casi llegamos —responde Danilo.

Rebeca no puede esperar, está emocionada. En todo el camino, la urticaria se le ha ido quitando poco a poco hasta desaparecer, eso la hace sentirse aliviada.

—Entremos —dice Danilo cuando llegan.

—¿La sala de videojuegos? —pregunta Rebeca confundida. Se siente un poco desilusionada, estaba convencida de que Danilo le mostraría sus pinturas; ¿por qué creyó que lo haría?; apenas se vienen conociendo. Ahora piensa que nunca debió hacerse ilusiones.

—Sí, es que ayer que hablamos en recreo me contaste que te gustan mucho los videojuegos viejos, y me di cuenta de que hoy aquí iban a inaugurar una consola de videojuegos retro. Así que era eso lo que quería mostrarte —dice Danilo con una sonrisa tímida mientras ve a Rebeca a los ojos.

—¿En serio? ¡Guau! No me lo esperaba —dice Rebeca con inmensa alegría—. Es increíble que inauguren una consola retro, es lo mejor. Muchas gracias por traerme.

Rebeca se siente muy emocionada, le parece fascinante que Danilo le haya prestado atención de esa forma. Ya no se siente ni un poco desilusionada, al contrario; sus sentimientos por Danilo aumentan. En cuestión de segundos se imagina toda una vida al lado de Danilo, y le encanta lo que visualiza.

—No es nada, Rebe. ¿Qué te parece si entramos y jugamos un rato? —propone Danilo

—Me parece perfecto —responde sonriendo y Danilo siendo caballeroso le abre la puerta a Rebeca para que pase primero. 

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