Es martes por la tarde, el sol brilla fuerte y hace mucho calor. Es el recreo vespertino, y Matías está comprándose un jugo en la cafetería.
Da un sorbo a su jugo de frutas y toma asiento en una de las mesas del establecimiento. Está un poco cansado por todas las clases que han recibido en el día, y se siente un poco estresado porque casi no entiende los ejercicios de matemáticas que el profesor les dejó; tendrá que pedirle ayuda a algún compañero, pero no sabe a quién, porque Eduardo tampoco es bueno con las matemáticas, y de sus demás compañeros no sabe quiénes le entienden bien o si alguien estaría dispuesto a ayudarle.
Se propone aprovechar el receso para relajarse un poco, ya que, aunque él no es muy inteligente, es bastante aplicado y le gusta ir bien en sus clases; tal vez no lleve promedios sobresalientes como otros, pero se esfuerza por tener buenas notas, o por lo menos aceptables.
Mientras está viendo Facebook en su teléfono, escucha una voz que le parece muy conocida. Levanta su mirada y ve a una chica que está de espaldas, charlando con otras chicas, en la mesa que está frente a la de él. De pronto, la escucha reír, y sí, definitivamente es ella, esa risa la reconocería en cualquier parte. No se dio cuenta en qué momento llegó, y piensa que seguramente ella tampoco se percató de que él estaba ahí.
No la había vuelto a ver desde el sábado que la conoció, a pesar de que sus salones están a la par. Tiene ganas de hablarle, pero le da un poco de pena porque está acompañada de otras chicas; así que solo se queda ahí esperando a que ella por alguna razón voltee y lo vea.
Espera varios minutos, pero ella sigue de espaldas riendo y platicando muy animada. Tiene curiosidad por saber de qué hablan, pero hay demasiado ruido alrededor y no alcanza a oír bien.
Suena la campana, el recreo ha finalizado y debe volver a clases. Ella se levanta y sus acompañantes también. Tiene la esperanza de que lo vea, pero no es así, ella da media vuelta y comienza a dar pasos hacia la salida de la cafetería.
Matías se levanta de su asiento, bastante distraído viéndola a ella detenerse a saludar a un chico y platicar con él.
Matías se queda observando cautelosamente a la chica nicaragüense que charla alegremente con ese muchacho. Se va acercando lentamente, y sin pensarlo dos veces, los interrumpe:
-¡Hola Eunice! -exclama sonriendo y viendo de reojo al otro chico.
-¡Matías! ¡Hola! Me alegra verte -pronuncia Eunice muy contenta.
-Nos vemos en el salón, Nichi -dice el chico.
-Dale, ya casi llego -enuncia Eunice y el chico se va del lugar.
-¿Nichi? -pregunta Matías pensativo.
-Así me llaman de cariño algunas personas, vos podés decirme así si querés -dice Eunice-. El chico que estaba aquí es un compañero de la clase de francés, y nos llevamos muy bien desde hace algunos años; por si te lo preguntabas... Estoy segura de que querías saber quién era él. Pero no te preocupés, solo es un amigo.
-¿Cómo supiste que yo quería saber? -pregunta Matías sorprendido.
-Porque sí, es obvio -responde con sonrisa coqueta-. Además, sé que te gusto, y vos me gustás a mí.
-¿Por qué asegurás que me gustás? Apenas te conozco, solo te había visto una vez y ni siquiera entablamos una conversación -dice Matías fingiendo seriedad-. Y, ¿cómo es que te gusto? Solo sabés de mí lo que otras personas te han contado.
-Cuando te gusta alguien no puedes controlarlo, una mirada o una simple palabra son suficientes para conocer al amor de tu vida. Y yo sí te conozco un poco, no solo por lo que los demás dicen. En mi salón me siento cerca de la ventana y te veo cada vez que pasás por ahí. Te he escuchado hablar con tus compañeros, te he visto reír, te he visto solo guardar silencio o pensar, te he visto caminar e incluso correr y saltar cuando juegas futbol con tu amigo. Quizá pensás que soy muy intensa o que te estoy acosando, pero es que no puedo negar lo que siento por vos, y soy una persona muy directa y que habla mucho, así que no me da miedo confesártelo, me gustás mucho, más de lo que te imaginás.
Matías se queda anonadado al escuchar lo que Eunice le está diciendo. No lo puede creer, siente como si estuviera soñando, pero se alegra al saber que es real. Su corazón se acelera y siente que sus emociones se mezclan.
-Yo..., yo, yo... -titubea-. Quizá..., no sea de muchas palabras como vos, lo único que te puedo decir es que tenías razón, sí me gustás; desde el día que te conocí lo supe, y no he podido dejar de pensar en vos.
Eunice sonríe y se acerca lentamente a Matías. Él se pone nervioso, sabe lo que viene a continuación. Decidido, también se acerca a ella y siente su respiración. La ve cerrar sus ojos, y él lo hace también; y de un momento a otro siente los labios de Eunice sobre los suyos. Por un instante, Matías deja de pensar, se olvida de todo a su alrededor y se une a ella en un suave, tierno y corto beso; su primer beso, que nunca olvidará. Tal vez no haya sido un gran beso de esos largos donde hasta se les acorta la respiración y mueven sus bocas de un lado a otro, pero para él fue mágico, lo hizo sentir eso a lo que muchos llaman "maripositas en el estómago", una sensación totalmente nueva para él.
-¿Querés ser mi novio? -le pregunta Eunice muy emocionada y contenta.
-Por supuesto que quiero ser tu novio. ¿Vos querés ser mi novia? -responde muy feliz.
-Es un hecho, somos novios -pronuncia Eunice sonriendo-. Debo irme, ya es tardísimo, la clase empezó hace rato.
-Y cómo me dijiste el día que te conocí, puedo llamarte "el amor de mi vida" -dice Matías con una gran sonrisa en su rostro-. Así que nos vemos luego, amor de mi vida.
-¿Ves? Te dije que algún día me dirías así. Hasta luego, novio mío -dice Eunice y se va corriendo.
Matías la ve alejarse y se sonríe, verla irse corriendo le hace recordar al primer encuentro que tuvieron, esa rara y espontánea presentación. Nunca pensó que, en unos pocos días, recién comenzando el año escolar, su vida daría un giro tan inesperado e inolvidable.
Matías se va a su salón, al llegar, el maestro le llama la atención por llegar tarde, pero él casi no le presta atención porque va divagando en sus pensamientos. Se pregunta a sí mismo: ¿Estoy enamorado de ella? Y él mismo se responde: Sí, lo estoy, y se siente genial.
ESTÁS LEYENDO
Instituto Luxord [Completa]✓
Teen FictionSer becado en el prestigioso Instituto internado al que asisten niños ricos de toda Latinoamérica, puede que no sea fácil... Lo bueno es que nadie sabe quiénes son los becados, así que eso facilita las cosas, o al menos eso es lo que se espera. El...