41. Ex-amigas

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Han pasado tres semanas desde que encontraron al responsable de enviar los correos en nombre de la Organización Anti-Becados. Las clases han transcurrido con normalidad y no ha habido acontecimientos importantes. Laura y Magaly siguen con sus planes de crear el comité investigador, pero se ha quedado solo en pláticas, hasta ahora no han hecho nada más que contarles a algunos compañeros, a los cuales les pareció una idea interesante. Carolina se disculpó con Magaly por haberle hablado de mala manera. Los grupos de amigos se hacen cada vez más unidos; y entre los que son enemigos, ha aumentado aún más la rivalidad. Celeste sigue sin poder superar el noviazgo de Camila y Eduardo. Eunice y Matías están cada vez más enamorados. La relación de Carolina y Carlos Manuel ha pasado por algunos malos ratos, pero han sabido solucionarlo. En cuanto a Danilo y Rebeca, se están conociendo poco a poco, y a medida pasan los días, aumenta su cercanía, confianza y apoyo mutuo; pero, sobre todo, va en aumento el amor que se tienen entre sí. Muchos de sus compañeros creen que son novios y que no quieren decirle a nadie, sino que prefieren mantenerlo en secreto; pero la verdad es que aún no han dado el paso para comenzar una relación de noviazgo, a pesar de que es evidente lo muy enamorados que están, y que ellos mismos lo saben; pero ninguno se atreve a decirlo.

Mario, Danilo y Carlos Manuel están en su habitación haciendo planes de salir un rato antes de que anochezca, a jugar futbolito de mesa en la sala de entretenimiento del campus.

Antonio está sentado sobre su cama, con los auriculares puestos, simulando escuchar música; pero en realidad está oyendo atentamente todo lo que sus compañeros hablan. Le encantaría ir a divertirse con ellos. Se siente un poco solitario desde que está distanciado de ellos por causa de sus malas actitudes, pero es demasiado orgulloso como para reconocer su error ante ellos.

Se lleva bien con sus otros compañeros de salón, pero no es lo mismo. Es difícil no poder hablar con esos chicos a los que ve todos los días, desde que se despierta hasta que se va a dormir. Tener que limitarse a charlar y pasar tiempo con ellos, por causa de su molestia, es difícil. Aunque ya se le ha pasado el enojo con Danilo, se le hace muy complicado pedirles disculpas por la forma en cómo se ha comportado.

Los tres chicos se preparan para salir, y cuando ya van a cruzar la puerta de la habitación al pasillo, Antonio dice de repente:

—¿Puedo ir con ustedes? —pronuncia sintiéndose un poco avergonzado.

Los muchachos se sorprenden al escuchar que Antonio les habla, inmediatamente se dan media vuelta, viendo hacia la cama de él, y se quedan callados por unos segundos. En medio del silencio, Antonio piensa que mejor no debió haber dicho nada, se siente un poco humillado.

—Por supuesto que sí, ¿qué esperas? Vamos —dice Danilo muy tranquilo dando un paso al frente.

—Sí, vení —pronuncia Mario sonriente y Carlos Manuel también le dice que vaya.

Antonio se sale de su cama de un brinco y se pone sus zapatos, mientras tanto sus compañeros lo esperan entre la puerta de la habitación y el pasillo. Luego se arregla un poco el cabello y se acomoda la camiseta.

Está alegre por las reacciones y respuestas de sus amigos, al parecer ellos no tienen problema alguno con él, pero igual siente que debe disculparse.

—Oigan..., —dice sin levantar la mirada mientras camina hacia la puerta—. Lamento cómo me comporté estos últimos días.

—Sí, amigo, no hay problema —pronuncia Danilo y le estrecha la mano. Luego Mario y Carlos Manuel también hacen lo mismo.

—Bueno, bueno. Una carrera de aquí a la salida de la resi, por las escaleras. El que llegue de último invita los refrescos —propone Mario—. ¿Qué les parece?

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