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Karen se había despertado con ganas de arrojarse al vacío de un edificio de treinta plantas. La noche anterior había soñado que se encontraba con su tripulación y que conversaba felizmente con Thatch-san como si nada hubiera cambiado, cuando por fin abrió los ojos y su mente consiguió procesar dónde estaba le habían entrado unas ganas horribles de llorar y eso le asustaba más de lo que le gustaría admitir. Después de varios meses de la muerte de Thatch-san y la separación de su tripulación, parecía que comenzaba a afectarle ahora más de lo que imaginaba, quiero decir, no es que la estratega no hubiera llorado por lo sucedido, las primeras semanas en las que emprendió su viaje sola lloraba hasta quedarse dormida, pero esta vez se sentía diferente. Estaba muy lejos de su hogar, de su familia.

La pelinegra se encontraba ahora metida en la bañera de Law, el agua le cubría hasta la barbilla y, aunque estaba caliente, sentía el cuerpo congelado. Se había saltado el desayuno y le había dicho a Law rápidamente que usaría su baño para asearse, ya que el suyo aún seguía inhabilitado. Karen estaba sentada abrazándose las rodillas mientras miraba a un punto fijo en uno de los azulejos del baño, la verdad es que no le gustaba sentirse como una víctima pero no podía evitar sentirse desdichada en esos momentos. Su mente no podía parar de pensar en Ace, su tripulación y Teach. ¿Qué haría cuándo lo volviera a encontrar? Desde luego quería matarlo, ¿pero acaso eso haría que su dolor se esfumara? Karen tenía demasiadas preguntas y ninguna respuesta, notaba que su cuerpo se inundaba de ansiedad y se permitió hacer algo que no hacía desde que había comenzado a viajar en ese acogedor submarino. Llorar.

Cuando por fin sintió que se había desahogado lo suficiente la chica salió de la bañera y terminó de prepararse, aún sentía su cuerpo helado aunque acabara de bañarse con agua caliente, pero por suerte había sido previsible y viendo qué clase de día se avecinaba para ella había cogido un jersey de su armario en vez de una de sus camisas de tirantes. Karen se miró al espejo e intentó buscarse en alguna parte de su reflejo, pero cada vez que se miraba así misma a los ojos solo veía una cáscara vacía. La chica suspiró dándose por vencida y por fin salió del baño.

Law estaba sentado en su escritorio leyendo un libro como de costumbre, cuando oyó la puerta de su baño abrirse levantó la vista de su lectura y miró a la chica.

—¿Frío? —Preguntó al verla vestida con un jersey, algo muy inusual en ella.
—Sip. —Karen forzó una sonrisa. Si iba a tener un mal día no era cuestión de preocupar al resto.
—Hm, ya estamos dentro del rango de la isla de invierno así que empezará a refrescar más a partir de ahora. Llegaremos en unos veinte minutos.
—Está bien. —Ambos se quedaron en silencio y el capitán de los Hearts no pudo evitar y fruncir el ceño un poco, la chica estaba más callada y seria de lo normal y no sabía si alegrarse o preocuparse. Decidió hacer esto último.
—¿Todo bien? Te noto algo apagada.
—Todo bien, solo tengo frío.
—¿Segura?
—Aye. —Law siguió mirando a la chica y esta le devolvía la mirada mientras jugueteaba con sus dedos. —Bueno, esto... ¿puedes prestarme un abrigo? Nunca llegué a comprarme uno nuevo después de lo que pasó la última vez y no tengo ropa de invierno que abrigue lo suficiente como para estar andando por nieve.
—¿Vas a salir? Pensaba que querrías quedarte aquí. —La joven se encogió de hombros.
—Quiero estirar las piernas y salir a coger un poco de aire fresco.
—Hm. —El pelinegro dejó el libro encima de la mesa y se levantó dirigiéndose a su armario. Después de rebuscar un poco sacó un abrigo y se lo dejó a su compañera.
—Pruébatelo, probablemente te quedará algo grande pero es el más pequeño que tengo.
—Gracias.

Karen agarró el abrigo y se lo probó bajo la atenta mirada del cirujano. En efecto le quedaba algo grande, el bajo le llegaba casi por las rodillas y le sobresalían un poco las mangas, pero para ser sinceros lo prefería así. La chica se dejó envolver por el agradable calor que desprendía la prenda y se encogió un poco más dentro de él, ya no sentía tanto malestar en el cuerpo aunque aún la sensación de ahogo estaba ahí, sin embargo ahora se sentía un poco más segura y no pudo evitar soltar un suspiro de satisfacción.

—¿Mejor? —La pregunta de Law tenía una doble connotación. Obviamente se había dado cuenta de que la chica le había mentido acerca de su estado de ánimo, más que nada porque al acercarse a ella había visto que tenía los ojos algo rojos e hinchados, presumiblemente de haber estado llorando, pero no quiso presionarla y por eso no dijo nada. Esta asintió. —Bien, salgamos entonces. Seguro que ya se puede ver la isla desde aquí. —El cirujano agarró su propio abrigo que descansaba sobre su sofá y ambos salieron de la habitación de camino a la cubierta.


En efecto la isla ya se podía desdibujar en el horizonte, no se veía muy grande en comparación con otras en las que habían estado pero esta sí que resaltaba por tener unos enormes acantilados rodeándola. El submarino surcaba el mar con cuidado, ya que había trozos de hielo por los alrededores y tenían que ir esquivándolos cada pocos metros, ambos pelinegros estaban en la cubierta observando el panorama. La chica tenía las manos metidas en los bolsillos de su abrigo, ya que no se atrevía a apoyarlas en la barandilla porque estaba casi segura de que si lo hacía, estas se quedarían pegadas de lo congelada que estaba. Por otro parte, Law estaba a su lado, nodachi en mano y vista fija en el frente.

—¿Crees que nevará? —El cirujano levantó la vista al cielo, una nube empezaba a cubrir la isla en toda su longitud.
—Puede ser. —Karen suspiró y se encogió más dentro del abrigo. —Aún estás a tiempo de quedarte aquí, no hace falta que nos acompañes, no nos demoraremos mucho. —La pelinegra resopló.
—La última vez que dijiste eso intentaron matarte. ¿Si no voy quién te protegerá? —Law miró a la chica frunciendo el ceño y esta no pudo evitar soltar una carcajada. —Solo bromeo. —El cirujano puso los ojos en blanco y se acercó a la chica para empujarla levemente con su cuerpo. Esta se tambaleó un poco pero enseguida consiguió erguirse de nuevo. —¡Oi!
—Solo bromeo. —El capitán le devolvió la sonrisa burlándose de ella.

Bepo había atracado el submarino como buenamente pudo en uno de los salientes de roca que rodeaban la isla, esta era de difícil acceso y no habían visto ningún puerto por los alrededores, sin embargo, desde donde se encontraban podían ver un pequeño camino que atravesaba la montaña. La tripulación de los Hearts estaba en su totalidad en la cubierta esperando las ordenes de su capitán.

—Recordad que solo estaremos aquí unas horas así que comprad lo que tengáis que comprar y si os sobra tiempo haced lo que queráis. ¿Tenéis todos un Den Den Mushi?
—¡Aye!
—Bien. No vayáis solos, no os perdáis y no arméis escándalo. Nos vemos aquí a las cinco de la tarde.
—¡Aye capitán!

Los chicos empezaron a saltar del submarino hacia tierra firme y a adentrarse en la isla en grupos o parejas, Karen estaba a punto de seguirles cuando Law le cortó el paso con su nodachi envainada.

—¿Qué pasa? —La estratega se giró hacia el pirata.
—Ven conmigo.
—¿Huh? ¿Por qué?
—¿No decías que ibas a protegerme? ¿Cómo piensas hacerlo si no vienes conmigo? —La estratega arqueó una ceja.
—Hoy estás muy raro, Law. —Este volvió a apoyar su arma en su hombro.
—Si tú lo dices...
—Claro que lo digo.
—Sí, sí. —El cirujano se acercó a la barandilla y saltó también a la isla, mirando hacia arriba donde la chica seguía en la cubierta del submarino. Karen aún llevaba las manos metidas en sus bolsillos, su pelo se movía ligeramente por la brisa y su mirada estaba fija en la de él. —¿Vienes o no?

La joven soltó un suspiro y usando los poderes de su fruta del diablo desapareció para volver a aparecer al lado de este.

—Vámonos entonces, doctor.

El destino no existe (Law x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora