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Bepo había perdido totalmente la noción del tiempo en esa fría y húmeda celda. El oso seguía hecho un ovillo en el suelo y ya llevaba unas horas en las que entraba y salía de unos sueños bastante raros, acababa de despertar de uno de ellos cuando escuchó unos ruidos fuera de su calabozo seguido de unas voces.

—¡Cuando salga de aquí vais a desear no haber nacido! —Gritaba alguien, una mujer. Bepo no reconocía su voz.
—Por supuesto que sí, estamos temblando del miedo. —Se burló otra persona, que fue seguido por un coro de risas. El oso asumió que esos eran los mismos que lo habían encerrado a él. —Ahora entra ahí.
—¡Ey! ¡Con más cuidado!
—¿Qué hacemos con este? —Preguntó uno de los hombres.
—Hmm, solo déjalo con el oso. Con suerte se lo comerá, después de todo no creo que nos hubiera dado mucho dinero, está moribundo.
—¿Qué vais a hacer con Taro? ¡Oi! ¡Está herido tenéis que tratarlo! ¡EY! —Volvió a gritar la mujer.

Bepo se incorporó un poco cuando escuchó la puerta de su celda abrirse.

—Te hemos traído la merienda, oso. —Le dijo uno de sus carceleros antes de tirar algo, o más bien a alguien, dentro también. El peludo pirata pudo oler el intenso olor a sangre. —Que lo disfrutes, será tu última comida antes de salir de aquí. —Siguió el hombre antes de desaparecer dando un portazo a la puerta.
—¿A dónde vais? ¿Qué habéis hecho con Taro? ¡Os mataré cuando salga de aquí! —La mujer había vuelto a gritar hacia los hombres, que la habían vuelto a ignorar mientras se alejaban riendo.

Bepo volvió a centrar su atención en la figura del suelo cuando lo oyó toser y quejarse, tras levantarse se acercó a esta. La persona era un hombre y por lo que podía ver, le habían disparado en el pecho recientemente, haciendo que de este saliera un reguero de sangre.

—No puedo... creer... que vaya a morir... comido por un oso... —El hombre soltó una carcajada que fue seguida por un pequeño ataque de tos. —Qué poco poético... —Bepo giró la cabeza confundido.
—Yo no como humanos. —El hombre giró la cabeza tan rápido que a Bepo le pareció oír como su cuello crujía.
—Ha... habl...
—¿¡Taro!? —De algún lugar de fuera de la celda la mujer volvió a llamar por su amigo.
—El oso...
—¿Qué?
—El oso... acaba de... hablarme... —Hubo un silencio algo largo después de eso.
—¡Taro estás desvariando! ¡Aguanta, voy a sacarte de ahí! —Volvió a gritar, aporreando la puerta de su celda. Las orejas de Bepo se movieron ligeramente por el sonido y luego se volvió a girar a su nuevo compañero de cautiverio, que le miraba con los ojos muy abiertos.
—Deberías taponarte la herida, te estás desangrando.
—¿Huu...uuh? —El marine comenzaba a pensar de verdad que Elena tenía razón y que estaba teniendo alucinaciones. Esta teoría fue tirada a la basura cuando notó las patas de la criatura haciendo presión en su pecho, provocando que se le escapara un siseó de dolor.
—No te muevas. —Bepo había roto una parte de su abrigo y lo estaba utilizando ahora para taponar la herida del hombre.
—Ouch...
—¡Taro! —La pelirrosa se preocupaba más por momentos.
—Estoy bien... creo.
—¿¡Crees!? ¿Qué demonios está pasando ahí?
—Ya te lo he dicho, hay un oso que habla. —Le respondió su compañero. La teniente no sabía ni qué contestarle.
—Está bien... ¡Ey! ¡Oso! ¿Me oyes? —¿Se estaba volviendo loca ella también?
—Sí. —La teniente apretó los labios con fuerza al escuchar la voz del supuesto oso.
—Bien... ¡En ese caso espero que no le pongas ni un dedo encima a Taro o te arrancaré las manos de cuajo! —Bepo se miró las patas y parpadeó varias veces.
—Pero si dejo de apretar tu amigo se desangrará.
—Elena no te preocupes, me está... ayudando. —Interrumpió Taro antes de que la joven pudiera decir algo.
—Has dejado de sangrar pero hay que sacarte la bala y suturar la herida... si el capitán estuviera aquí ya lo habría hecho... lo siento. —Se lamentaba el oso.
—¿Capitán? —Una bombilla pareció encenderse en la cabeza de la muchacha. —¡Oso! ¿Cómo te llamas?
—Soy Bepo.
—¿Bepo...? —Taro comenzó a incorporarse un poco pero el oso le paró de inmediato. —¿Acaso eres...?
—El compañero que los Hearts estaban buscando. —Confirmó la teniente. Las orejas de Bepo volvieron a moverse ligeramente al oír el nombre de su tripulación.
—¿Me están buscando? —Preguntó, una calidez que no había sentido desde que lo habían tirado en esa celda comenzó a hacerse paso en su peludo pecho.
—Sí... tus amigos han liado una buena... —Taro volvió a toser, haciendo una mueca de dolor. —Karen-san está liderando el otro grupo... espero que estén bien. —Bepo se aguantó las ganas de saltar de la alegría, principalmente porque si lo hacia ese hombre se desangraría y también porque aún no estaba seguro del todo en si lo que decían era cierto o no.  

El destino no existe (Law x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora