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—Agachaos por el amor de Dios, ¿qué es lo que enseñan en la Marina hoy en día? —Dan estaba susurrando agresivamente a unos marines que se habían quedado parados en medio a la vista de todos mientras los agarraba de los brazos y tiraba hacia abajo para que se escondieran.

Hacía ya casi una hora que habían llegado al cuartel y ahora se escondían por los alrededores. Dicho escondite se encontraba entre medio de unas montañas estúpidamente escarpadas y estúpidamente difíciles de acceder, casi como los salientes de roca que rodeaban a toda la isla. Habían decidido separarse en dos grupos nuevamente pero esta vez solo para mirar por los alrededores a ver las distintas entradas y cuánta gente podría llegar a haber. Taro y Elena se habían ido con gran parte de los marines pero un pequeño grupo tuvo que quedarse con Karen, los Hearts, Dan y compañía y parecía que la paciencia del viejo hombre no era suficiente como para aguantar a tan inexperimentados hombres. Karen tampoco estaba por la labor de ser paciente en esos momentos.

—Oi. —Les llamó la chica. —Esto no es la Marina y yo tampoco soy Elena o Taro-kun, así que u os comportáis y hacéis lo que os digamos o van a empezar a rodar cabezas montaña abajo, ¿entendido?
—¡Aye Karen-san! —Contestaron al unísono los marines. Las chica los aterraba totalmente y que fuera nieta del mismísimo vicealmirante Garp no ayudaba en absoluto.
—Bien. —Karen se giró hacia sus amigos. —Esperemos aquí al otro grupo, tienen que estar al caer. —La pelinegra se dirigió a Law esta vez. —¿Dónde crees que tienen a Bepo?
—Probablemente en algún lugar abajo del todo. —La chica volvió a mirar hacia delante.
—Será tedioso llegar hasta ahí.
—¿Crees que solo se podrá acceder desde dentro?
—Eso parece, no veo ninguna entrada exterior.
—Ahí viene el resto. —Avisó Dan.

—Ya hemos revisado todo, no hay nadie por los alrededores, así que probablemente estén todos dentro. —El resto de marines habían vuelto y ahora se agazapaban junto al resto del grupo. Elena se había acercado a los piratas explicándoles lo que habían visto. —Hay una gran ventana abierta en la parte de atrás, no sabemos a dónde llega pero podréis entrar por ahí, no vimos a nadie dentro, pero está un poco alta.
—Yo me ocupo de eso. —Contestó la estratega.
—Bien, en ese caso, mientras entráis serviremos de distracción presentándonos en la puerta principal. —Explicó Taro. Karen frunció el ceño.
—¿Vais a ir directamente a pedir explicaciones a la puerta principal?
—Sí. Es lo más creíble y así os daremos tiempo para entrar y buscar a vuestro amigo y al resto de personas que tienen secuestradas. —Añadió la pelirrosa.
—Creo que es un poco arriesgado ir de frente tan repentinamente. —Comentó Law uniéndose a la conversación.
—¿Estás preocupado por nosotros, Trafalgar? Qué bonito. —Se burló Taro.
—Tsk.
—No hay nada de qué avergonzarse Trafalgar, por ejemplo, yo también me preocuparé por el bienestar de Karen-san. Después de todo, no estoy seguro de si serás capaz de protegerla si pasa algo.
—Cuidado con lo que dices, Inoue-ya. Mi oferta de dejar tu cabeza rodando por la nieve sigue en pie. —La paciencia de Law bajaba como la espuma.
—¡¿Huuh?! ¿Acaso acabas de amenazarme? —Sonrió el rubio intentando ocultar su enfado.
—Tómatelo como quieras.
—Con que esas tenemos. —Taro se acercó peligrosamente al capitán de los Hearts para encararle, metiéndose la mano dentro del abrigo para sacar su arma, por otro lado, Law comenzó a desenfundar su nodachi, ya cansado con la actitud del marine.

—Suficiente. —Karen se había conseguido meter entre los dos hombres y había medio empujado a Law hacia atrás, donde Aki le había dado unas palmaditas en la espalda, y a Taro hacia Elena, quién ahora lo agarraba fuerte del brazo mientras le lanzaba miradas asesinas de reojo.
—No sabía que también teníamos que estar cuidando a niños. —Se quejó la teniente.
—Es curioso que yo lo diga, pero no tenemos tiempo para tonterías. —Karen se había cruzado de brazos ahora, mirando hacia todo el mundo. —Hemos perdido mucho tiempo, en parte por mi culpa, así que no estoy dispuesta a perder ni un segundo más. —La joven miró a su amiga, quién la estaba mirando ya con la misma seriedad. —Elena, hagamos esto. Iremos primero nosotros, cuando estéis listos llámame por el den den mushi para saber cuándo entrar.
—Bien. —La pelirrosa se giró luego hacia su compañero marine, que seguía agarrando por el brazo, y luego hacia el cirujano. —¿Alguna queja señores? —Preguntó elevando la voz lo suficiente para que todos la escucharan. Nadie le contestó. —Eso pensaba. Pues si no hay nada más de lo que hablar, ¡en marcha!

El destino no existe (Law x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora