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Karen sentía que su cuerpo pesaba una tonelada y era incapaz de moverse, pero al menos ya no tenía esa desagradable sensación como si se estuviera quemando viva de dentro hacia afuera, de hecho, sentía calma y tranquilidad. Nunca había pensado que moriría ahogada, pero suponía que era algo poético después de todo; morir mientras el mar se la tragaba por completo, como si estuviera volviendo a casa y alguien, o algo, la estuviera reclamando.

La chica cada vez se perdía más en el vacío, ya no sentía nada, ni el agua que la rodeaba, ni la sensación de que su cuerpo pesaba y la hundía cada vez más, estaba segura de que se acercaba su muerte y extrañamente se sentía tranquila, preparada para abrazar su destino, cualquiera que este fuera.

Todo estaba bien.

Hasta que dejó de estarlo.

Una quemazón comenzó a formarse en su pecho de nuevo, que luego se fue extendiendo por todo su cuerpo, llenándola de dolor. Ya se había acostumbrado a la oscuridad que la había envuelto, a flotar tranquilamente en la nada, a una sensación de paz... Pero todo eso había desaparecido y ahora lo único que sentía era dolor por cada uno de los poros de su cuerpo, como si una presión la aplastara contra algo. De repente fue consciente de todos los órganos y huesos de su cuerpo, como si estuvieran a punto de desgarrarse y romperse en pedazos. ¿Acaso ni siquiera podía morir en paz?

El fuego en su pecho cada vez quemaba más, provocando que la chica tuviera ganas de gritar, pero su garganta parecía no estar conectada a su cuerpo. Karen se estaba agobiando. No se podía mover, no podía hablar. No podía respirar.
Y, lo más curioso de todo, es que no estaba asustada, solo estaba molesta con la situación, muy molesta, de hecho. Ella era dueña de su propio cuerpo, ella decidía qué podía y qué no podía hacer. ¿Por qué no la dejaban abrazar la oscuridad? ¿Por qué no la dejaban respirar ahora que lo necesitaba? Un pequeño escalofrío recorrió su columna vertebral y de pronto, notó todo.

Karen abrió los ojos e inmediatamente se incorporó, haciéndose a un lado tosiendo y vomitando agua. En alguna parte de su mente notaba una superficie plana y dura bajo ella, a gente a su alrededor y a alguien que le ponía la mano en la espalda, pero estaba demasiado ocupada sacando mitad del Grand Line de su estómago. Le ardía el estómago, la garganta, el pecho y sentía que su cerebro estaba rebotando como una pelota dentro de su cabeza, para ser honestos, la lista de partes del cuerpo que no le dolían en ese momento era mucho menor. No sabía cuánto tiempo estuvo tosiendo mientras intentaba recuperar aire, pero por fin lo consiguió, calmándose un poco y percatándose de sus alrededores.

La superficie dura en la que se encontraba era, nada más y nada menos, que una de las cubiertas del Polar Tang, a su alrededor se encontraba la tripulación de los Hearts al completo, mirándola con preocupación. Aki estaba agachado a su lado, con una cara de preocupación que pocas veces le había visto hasta ahora mientras le daba suaves masajes con su mano en la espalda.

—Aki. —La chica se arrepintió de hablar nada más abrir la boca. Su garganta se sentía como si le hubieran pasado un papel de lija y pronto comenzó a toser de nuevo.
—No hables. Ya está todo bien, pero no hables. —Le decía su amigo, aún mirándola preocupado.

Cuando Karen consiguió calmarse de nuevo, notó por fin que alguien más también estaba tosiendo. La chica se incorporó lentamente hasta quedarse sentada con ayuda de su amigo y giró su cabeza para ver a Law tosiendo a unos pasos de ella. Karen sintió de nuevo un fuego que la recorría por dentro, pero esta vez no era porque se estuviera ahogando, sino porque estaba enfadada. Corrección. Estaba muy enfada. Ella había hecho muchas locuras a lo largo de sus años de piratería pero ¿esto? Jamás se le hubiera ocurrido que algo así podría pasar por la cabeza del tan estricto capitán de los Hearts. ¡Habían estado a punto de morir por el amor de Dios!

El destino no existe (Law x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora