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Karen caminaba por las nevadas calles del pequeño pueblo de Fuyu, sus botas hundiéndose en la nieve a cada paso que daba, haciendo que se pusiera de peor humor a medida que avanzaba. De verdad que odiaba las islas de invierno.

La chica llevaba caminando un rato sin un rumbo fijo y por el momento solo se había encontrado con dos personas, algo que no le parecía muy normal. Era cierto que la nieve se acumulaba por todos lados y que había tomado más altura de lo normal, incluso parecía que iba a comenzar a nevar, pero teniendo en cuenta que se encontraban en una isla de invierno esto no debería ser un impedimento para los habitantes, ya que estos deberían estar más que acostumbrados. Karen se paró en medio de la vacía calle, si seguía vagando por el pueblo así, no encontraría a los chicos jamás.

Law le había dicho que se habían parado a beber, por lo que suponía que buscar el establecimiento era el primer paso, pero ni siquiera había visto ningún cartel que le indicara ningún bar que estuviera abierto en esos momentos. ¿Quizás ya se habían ido y estaban de vuelta al submarino? ¿Y si había creído mal y todo estaba bien? Law se volvería loco si regresaban y no la veía por ningún lado. Aún así, seguía teniendo un mal presentimiento de todo esto.

La estratega estaba comenzando a pensar que quizás sería mejor volver al submarino y esperar a que volvieran hasta que vio a un hombre de mediana edad que caminaba a paso ligero por la calle, su vista fija en el suelo como si así nadie le pudiera ver, la pelinegra decidió interceptarle antes de que lo perdiera de vista.

—Disculpe. —Karen se acercó al hombre, que dio un respingo de sorpresa y la miraba con cautela. —¿Puedo hacerle una pregunta? —El señor asintió tras unos segundos, viendo que la muchacha no parecía representar ningún peligro, al menos por el momento. —Me preguntaba si había visto a un grupo de cinco hombres y un oso polar. Uno de los hombres tiene un gorro parecido a un champiñón y el resto tienen unos monos de trabajo con alguna prenda de invierno encima.
—No eres de por aquí, ¿verdad? —Le preguntó de vuelta.
—No, estamos aquí de paso.
—Hmm... Esos a quienes buscas, ¿son amigos tuyos?
—Algo así.
—Ya veo... Muchacha, siento decirte que lo mejor que podrías hacer ahora es salir lo más rápido que puedas de esta isla y olvidarte de ellos. —Karen arqueó una ceja.
—¿A qué se refiere?
—Hay alguien muy peligroso en esta isla, puede que él tenga a tus amigos.
—¿Alguien muy peligroso? —El hombre asintió varias veces y miró a ambos lados de la calle antes de continuar hablando en un pequeño susurro.
—Verás, hace unas semanas llegó un joven, no le dimos mucha importancia al principio, pero pronto descubrimos que tenía una habilidad. —El señor se calló y se acercó más al oído de la chica para continuar hablando entre susurros.
—Ya veo. Gracias por la información, ojisan. —Le dijo Karen después de haber escuchado lo que el hombre le acababa de decir. —Una última cosa. ¿Me podría decir dónde están todos los bares y tabernas del pueblo? Abiertos o cerrados.

















Lo que Bepo se encontró al abrir la puerta del bar hizo que se quedara parado en el sitio, mirando hacia el frente e intentando buscarle una explicación lógica a lo que estaban viendo sus ojos, girándose al escuchar una risa a su espalda.

—¿Sorprendido? —Preguntaba Kanaye.
—Bepo, ¿qué pasa? —Law se giró a mirar a su nakama, abriendo más los ojos, sorprendido.

El cirujano había desviado su mirada hacia la ahora abierta puerta de la entrada, esperando ver las gélidas calles del exterior, sin embargo se había encontrado con la misma sala en la que ellos estaban ahora. La única diferencia es que esta se veía ligeramente distinta, con los muebles vistos de otra perspectiva. Law se atrevería a decir que parecía que la habitación la estaba viendo a través de un espejo.

El destino no existe (Law x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora