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Karen estaba sentada en el suelo con las piernas cruzadas justo en medio de la sala de entrenamiento. Llevaba ahí desde hacía rato haciendo ejercicios de respiración y relajación, hacía mucho que no se tomaba tiempo para eso y, a decir verdad, esa también era una parte muy importante del entrenamiento que poca gente se tomaba en serio.

La pelinegra tenía los ojos cerrados y toda su concentración se centraba en coger y soltar el aire suficiente que necesitaba su cuerpo. Si alguien la hubiera visto desde fuera habría pensado que estaba en un completo trance y que no era capaz de darse cuenta de nada de lo que pasaba a su alrededor, pero, por supuesto, eso estaba muy alejado de la realidad, ya que la chica era plenamente consciente de todo lo que pasaba en el submarino y, probablemente, de todo lo que pasaba a unos buenos metros más a los alrededores de este. Por esa misma razón, Karen sabía que alguien se acercaba por los pasillos y que ahora se encontraba en la entrada de la sala observándola detenidamente.

—¿Vas a quedarte ahí de pie todo el día, Law? —Habló por fin la joven aún manteniendo la misma posición y los ojos cerrados.

El cirujano levantó una ceja y se apoyó en el marco de la puerta cruzándose de brazos.

—¿Cómo sabías que era yo? No hice ruido al llegar.
—¿Que no hiciste ruido? —La chica abrió los ojos y los clavó en el cirujano, volviendo un poco más en sí. —Tu haki no estará despierto aún, pero desde luego es el más fuerte de todos lo que están en este submarino, sin contarme a mi, claro está, y resuena por todos lados, por lo que te puedo escuchar claramente si me llego a concentrar bien. Aunque... Bepo también tiene algo especial... —Karen se perdió un poco en sus pensamientos y no prestó atención a Law, que se había acercado, hasta que no lo tuvo a unos pasos frente a ella.
—¿Mi qué?
—¿Huh?
—¿Mi qué no está despierto aún?
—Tu haki. —El pelinegro se quedó mirando a la estratega algo confundido.
—¿Qué demonios es eso? Espero que no sea alguna de tus estupideces.
—¿Estupideces? ¿Me estás diciendo que de verdad no sabes lo que es el haki? —La chica miraba perpleja a Law aún sentada en la misma posición.
—¿Debería saberlo? —Karen parpadeó varias veces.
—Uhh pues ​claro ​que deberías saberlo, baka. —La pelinegra estiró un brazo para que Law la ayudara a levantarse y este así lo hizo, ahora quedándose uno enfrente del otro.
—Entonces, ilumíname señorita Portgas-ya, con tu gran sabiduría sobre eso del haki. —Se medio burló el capitán de los Hearts. La chica puso los ojos en blanco pero comenzó a explicarle de todas formas.
—Hmm, veamos. El haki es un poder que tienen todas las criaturas del mundo que se parece a los sentidos comunes que una persona normalmente posee, —ambos pelinegros habían comenzado a caminar por los pasillos del Polar Tang mientras Karen seguía explicando lo mejor que podía todo lo que sabía sobre el haki —pero la mayoría de las personas no lo notan o fallan en despertarlo, que es lo que te pasa a ti ahora mismo.
—¿A todas las criaturas? ¿Así que un animal puede usar haki? —Preguntó el cirujano ahora interesado con el tema.
—Aye, pero no es tan común y tendría que ser endemoniadamente fuerte.
—Hmm, interesante.

Ambos habían llegado al comedor, que en esos momentos estaba vacío, Karen había pegado un pequeño salto para poder sentarse en la mesa del comedor mientras Law se había dirigido a la cocina para preparar dos tazas de té.

—En términos simples, el haki es la capacidad de sentir y utilizar la energía espiritual y poder dominar a los enemigos.
—Qué poder más útil. —Comentó Law desde la cocina.
—Y no es solo eso, —siguió explicando la chica —hay tres tipos de haki. En primer lugar está el haki de observación, este es la habilidad de sentir fuertemente la presencia de otras personas mediante sus auras, además, si lo controlas bien, puedes incluso detectar a enemigos invisibles, cuántos son y predecir sus próximos movimientos al instante. Y, en menor medida, también hay gente capaz de simpatizar con las emociones y naturaleza de los demás y de sentir la fuerza de otros.
—¿Por eso supiste que era yo el que estaba en la sala de entrenamiento? —Preguntó el cirujano saliendo de la cocina y alcanzándole una taza de té a la chica.
—Exacto. —Law se apoyó en la mesa a su lado.
—Ahora que lo pienso, usaste el haki de observación aquella vez que nos atacó un Rey Marino, ¿cierto?
—Aye, aye, Law. Veo que estás pillando las cosas rápido. —Karen tomó un sorbo de su té y abrió los ojos un poco sorprendida.
—¿Pasa algo? ¿Está frío? —Preguntó el pelinegro que había visto su reacción.
—No, es solo que no me esperaba que supiera tan bien. —Law sonrió de medio lado.
—Bueno, ¿algo más que deba saber de este haki?
—Hmmm, bueno pues que como todo, tiene sus limitaciones. Por ejemplo, no puede predecir ataques que sean involuntariamente al azar.
—Comprendo. ¿Qué hay de los otros dos? —Karen dio otro sorbo antes de hablar.
—El siguiente haki es el de armadura, este permite al usuario crear como una especie de armadura invisible a su alrededor. Si la armadura es lo suficientemente fuerte puede usarse para atacar y es clave para contraatacar a los usuarios de frutas del diablo y, a los de tipo Logia nos afecta también, algo parecido al Kairoseki por si quieres una referencia.
—¿Puedes usarlo?
—Por supuesto, la duda ofende. —El pelinegro puso los ojos en blanco y le dio un golpe a la chica en la frente con un dedo. —¡Au!
—Baka. Sigue.
—Tsk, vale. Veamos, si dos usuarios de este haki se enfrentan, obviamente ganará el más fuerte y, un punto importante a saber, es que es agotador utilizarlo... entre muchas otras más cosas que ya te iré explicando más adelante.
—De acuerdo, ¿y qué hay del último tipo?
—El último haki es el haki del rey, este otorga al usuario la capacidad de dominar las voluntades de los demás. El uso más común que tiene es dejar a alguien inconsciente si tiene una voluntad débil pero este no se puede alcanzar con entrenamiento, sino fortaleciendo la voluntad del usuario. Este haki es el más raro de todos, solo lo tiene una persona entre un millón y, por supuesto, es el más fuerte de los tres. Hay más cosas acerca de todo esto que deberías saber, pero creo que es suficiente para una sola sentada, ¿no crees? —Law asintió y luego se quedó mirando al frente digiriendo toda la nueva información.
—Entonces doy por hecho que también posees este haki.
—Oh, no. Me halaga que pienses eso pero no soy tan especial, Law. —Rió la joven. —Ya te he dicho que solo lo posee una persona entre un millón.
—Hmm, ¿y cuál controlas mejor?
—El haki de observación sin duda. Para serte sincera, el de armadura me cuesta horrores controlarlo pero supongo que tampoco me he molestado mucho en entrenarlo. —A estas alturas la joven ya se había acabado su té y ahora se había dirigido a la cocina para limpiar su taza, el cirujano a unos pocos pasos por detrás de ella. —En cambio Ace lo controla de maravilla pero no ha despertado el de observación, de todas formas, supongo que eso no importa, porque él tiene el haki del rey.

Ambos pelinegros estaban en el fregadero de la cocina lavando sus tasas mientras hablaban, Karen estaba tan concentrada explicándole las cosas a Law, que no se dio cuenta de que, sin querer, le había dado con la taza a la llave del grifo y lo había abierto más haciendo que les salpicara de agua a ambos. La estratega soltó un pequeño grito de sorpresa y fue el pelinegro quién cerró el grifo del todo.

—Lo siento, no me di cuenta. —Se disculpó la chica.
—¿Cómo puedes ser patosa en las cosas más simples y luego hacer que un plan que requiere máxima concentración te salga perfecto a la primera? —Se medio rió Law mientras cogía un paño de cocina y, sin pensarlo, comenzaba a secar la cara empapada de la muchacha. Karen se sonrojó y apartó la mano del pelinegro mientras carraspeaba. El capitán de los Hearts también se aclaró la garganta y cambió de tema.
—¿Así que tu hermano puede usar el haki del rey? ¿No estás celosa?
—¿Celosa? Claro que no, me alegro por él de hecho. —Sonrió la chica con sinceridad y orgullo.
—Veamos, —ambos comenzaron a caminar por los pasillos de nuevo saliendo de la cocina por fin —solo para que me quede claro, ¿aún no he despertado mi haki?
—Exacto.
—¿Pero podría despertarlo con entrenamiento?
—Yup. —Law se quedó en silencio un segundo.
—Y según me has explicado, el haki es algo muy importante y debería aprender a usarlo.
—Así es.
—Entonces, ¿me ayudarás a entrenar?
—Claro, ¿por qué no? —El pelinegro frunció el ceño sorprendido.
—Vaya, ¿así de fácil? Pensaba que iba a costar algo más convencerte.

Karen y Law se habían parado enfrente de la habitación de la chica y esta había abierto la puerta y se había apoyado en el marco, observando al capitán con los brazos cruzados y una media sonrisa.

—Ya bueno, si te entreno me aburriré menos. Ya me estoy quedando sin cosas que hacer en este submarino, ¿sabes? Además, no desaprovecharía la oportunidad de poder darte una paliza. —El pelinegro puso los ojos en blanco.
—De acuerdo, hagamos una cosa. ¿Qué te parece si te enseño medicina por las mañanas y entrenamos juntos por las tardes?
—Ohh. Veo que quieres pasar mucho tiempo conmigo, Trafalgar. ¿Debería sentirme halagada? —Dijo la chica llevándose una mano al pecho.
—Pues de hecho, sí. Tendrás la rara oportunidad de poder disfrutar de mi preciado tiempo, Portgas-ya. —Le siguió el juego Law.
—Pfft. —Se burló Karen. —Está bien entonces, trato hecho.
—Bien.
—Bien.

Ambos se quedaron callados mirándose fijamente. Cualquier otra persona hubiera pensado que les rodeaba un silencio incómodo pero, para ambos, era todo lo contrario, estaban relajados mientras se estudiaban mutuamente.

—Será mejor que me vaya a ver qué están haciendo los chicos, hace tiempo que no escucho sus gritos y, por muy raro que parezca, eso me preocupa. —Habló Law por fin. Karen soltó una pequeña risa.
—Tienes razón, es algo preocupante. Te veo en la cena, creo que voy a tomarme una pequeña siesta hasta entonces. —El cirujano asintió y se dio la vuelta para irse.
—Dulces sueños. —Dijo sin girarse.
—No serán dulces si no apareces en ellos. —Le contestó Karen, para seguidamente entrar a su habitación y cerrar la puerta a sus espaldas.

Law se paró en seco en medio del pasillo al escuchar esas palabras y se giró para mirar a la estratega solo para encontrarse la puerta cerrada. El pelinegro no se había esperado esa respuesta para nada y, ahora mismo, agradecía que Karen hubiera cerrado la puerta, porque sus mejillas estaban teñidas de un suave color rosa y tenía la boca un poco entreabierta por la sorpresa. El cirujano sacudió la cabeza y se recompuso lo mejor que pudo para luego continuar su camino. ​"Esta chica". P​ensó.

El destino no existe (Law x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora