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La silenciosa noche se había llenado de risas y música, como Dan había prometido, tras volver de La Cueva habían decidido seguir homenajeando a su amigo caído con una gran fiesta, no para celebrar su muerte, sino para celebrar su vida, con sus amigos, nuevos y viejos. 
Las lágrimas de tristeza habían sido sustituidos por lágrimas de felicidad mientras contaban y recordaban viejas historias, anécdotas de aventuras que habían vivido durante largos años.

Los Hearts y Karen se habían unido sin pensarlo, estando todos con una jarra de sake en mano frente a una hoguera que habían hecho cerca del muelle para así poder bajar las cosas necesarias del buque y del submarino con más facilidad. La chica se había sentado en una pequeña caja algo apartada del fuego, observando desde la distancia como algunos de los civiles que había conseguido rescatar y que estaban bajo el cuidado de los marines se habían animado a unirse a la fiesta también, celebrando su liberación. Desde donde estaba, también podía ver como Law se había acercado a Dan, presumiblemente para decirle que le gustaría que su hija se uniera a su tripulación. La pelinegra no sabía cómo acabaría eso, pero por el momento el viejo no se había puesto a gritar ni se había desmayado, lo que era un buen comienzo.

—¿Qué haces aquí sola? Y sin bebida. —Karen apartó su atención de Law para centrarla en Elena, que se acercaba a ella con dos jarras de sake.
—Perdí mi otra jarra hace un rato. —La chica le dio las gracias a la pelirrosa cuando esta le tendió la otra bebida, observándola mientras tomaba asiento en otra caja a su lado.
—Jamás pensé que vería algo como esto. —Comentó la marine, señalando a sus hombres bebiendo y riendo con algunos de los Hearts.
—¿Por qué? Tú y yo nos llevamos bien. —Dijo Karen, dándole un sorbo a su bebida.
—Sí, pero esa es la excepción que confirma la regla. —La pelinegra soltó una carcajada.
—A veces eres demasiado seria, Elena. Relájate al menos esta noche, ¿sí? —La chica estiró su jarra hacia la otra mujer, esta se la quedó mirando antes de suspirar y chocar su propia jarra con la de su amiga.
—Solo por esta noche.
—Hai, hai.

Las chicas habían empezado a hablar entre ellas, compartiendo alguna que otra risa e historia, hablando sobre sucesos que habían ocurrido desde la última vez que se vieron, hasta que Dan llamó la atención de todos, subiéndose a otra caja cerca de la hoguera y levantando su copa, todos los presentes fueron callándose poco a poco, esperando a que dijera algo. 

—¡Amigos! Perdonad por parar la fiesta, no me tomará mucho, solo quería proponer un brindis... Así que si me permitís... ¡Brindemos por Alai! —Gritó, seguido por más gritos y hurras de todo el mundo, todos levantando sus bebidas al aire y chocándolas con las personas más cercanas antes de beber. Karen volvió a chocar su jarra con la de Elena, llevándosela a los labios. Un sabor agridulce llenándola esta vez al acordarse de Alai.   


















Tras el brindis, Taro había decidido alejarse un poco de todo el mundo, queriendo apartarse del tumulto, los gritos y risas de la gente, por lo que el joven marine había subido a la cubierta del buque, apoyándose con los codos en una de las barandillas que daban hacia el mar, su jarra media vacía aún en sus manos.

—¿Qué haces aquí tan apartado y solo? —Una voz había aparecido a sus espaldas acompañado de unos pasos que se acercaban a él. A Taro no le hizo falta darse la vuelta para saber de quién se trataba. Poniendo los ojos en blanco, le contestó.
—Disfrutaba de un rato en soledad antes de que llegaras. —Se quejó.
—¿Por qué? ¿Te han castigado o algo por el estilo? —El marine evitó con todas sus fuerzas la necesidad que le había entrado de tirarle la jarra de sake a la cara.
—Hazme un favor y vete, ¿sí? —Dijo en cambio.
—Veo que romperte las costillas te ha puesto de un extraño mal humor... ¿Por qué no le pediste a Trafalgar que te curara? —A estas alturas el otro hombre ya se había acercado a Taro, apoyándose también en la barandilla a su lado.
—Jamás le pediría un favor a un pirata... y menos a un pirata como él. —Le contestó de mala manera, no ocultando su odio hacia el capitán de los Hearts. El otro hombre soltó una carcajada.
—¿Por qué tanto rencor hacia él? ¿Te ha hecho algo o es porque tiene toda la atención de Karen-ch... de Portgas D. Karen? —Taro frunció el ceño, girándose para mirarle por primera vez.
—¿Tanto tiempo viajando con piratas te ha dejado delirando? No me interesa en absoluto Portgas D. Karen, es atractiva sí, pero un pirata sigue siendo un pirata.
—Un pirata que junto a otros piratas han ayudado a salvar a mucha gente, tus hombres entre ellos.
—Viajar con los Hearts te ha vuelto blando, Atsushi-san.
—Te agradecería que no dijeras mi verdadero nombre tan a la ligera, teniente-comandante, nos podrían oír. —El hombre, Atsushi, parecía no importarle nada que Taro hubiera usado su nombre real a pesar de sus palabras, porque seguía mirándolo con una tonta sonrisa en el rostro.
—Si no quieres que te descubran no deberías estar hablando con un marine.
—Oh vamos, no seas aguafiestas, todos están hablando con todos. —Atsushi señaló con una de sus manos hacia el otro lado de la cubierta, donde se podía ver una parte de la hoguera y a la gente hablando entre sí, marines y piratas compartiendo jarras de sake, incluso desde donde estaban podían ver a Sachi y Penguin bailando con un par de marines.
—Lo que sea. —Refunfuñó Taro, provocando que el otro volviera a reírse mientras metía una de sus manos en su abrigo, sacando algo.
—Ten. —Atsushi le tendió una cajetilla de cigarros abierta y un mechero.
—¿Intentas persuadirme de alguna forma? —Se molestó el teniente-comandante, aunque aún así tomó un cigarro de la cajetilla y cogió el mechero, dejando la jarra sobre la barandilla.
—No, de hecho venía en son de paz. No pretendía molestarte.
—Eso es raro viniendo de ti. —Taro se encendió el cigarro, dándole una rápida calada antes de devolver el mechero. La sonrisa en el rostro del otro hombre se acentuó. —Dime, ¿vas a seguir viajando con ellos? —Preguntó el marine después de un silencio.
—Eso es información clasificada.
—Hmm. —Otro silencio algo más largo esta vez inundó a los hombres. —¿Crees que podrás llevar a cabo tu misión sin problemas?
—¿Desde cuándo he tenido algún problema con alguna de mis misiones?
—Bueno... —Taro dio otra calada a su cigarro. —Nunca antes te habías encariñado con tus... objetivos. —Atsushi no le contestó enseguida y justo cuando el marine pensó que no iba a recibir respuesta de su antiguo compañero, este sacó un cigarro, encendiéndoselo y llevándoselo a la boca.
—En este trabajo los sentimientos pasan a segundo plano. —Su semblante antes jovial y picaresco había cambiado a uno serio. —Mi misión es capturar a los piratas Heart y ahora también a Portgas D. Karen, nada ha cambiado.
—Hmm, si tú lo dices...









El destino no existe (Law x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora