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Law estaba entre sorprendido y molesto. Había hecho una apuesta consigo mismo y había esperado que la chica acabara borracha después de dos copas pero, para su sorpresa y para sorpresa del camarero que le servía la jarras de sake hasta arriba una tras otra, Karen ya iba por su décima copa y seguía igual que siempre.

—¿Sigues sobria? —Preguntó Law mirando atentamente a la chica.
—Sí, ¿por qué no iba a estarlo?
—Porque te has bebido diez jarras.
—¿Y qué?
—Y eres una mujer.
—¿Y qué?
—Las mujeres no toleran tanto el alcohol como los hombres. —La pelinegra dejó la jarra, ya vacía, encima de la barra y apoyó su cabeza en una mano mientras miraba al cirujano.
—Créeme que si fueras mujer y viajaras rodeada de hombres tu cuerpo comenzaría a tolerar el alcohol a la fuerza.
—¿Eras la única mujer en los piratas de Shirohige? —Preguntó Law con curiosidad.
—Bueno están las enfermeras y hay mujeres en las tripulaciones aliadas pero supongo que en el barco principal solo estoy yo, sí. —El pelinegro tardó en contestar procesando la información.
—¿Y por qué? —La chica simplemente se encogió de hombros mientras comenzaba a beberse una nueva jarra de sake. —Deberías dejar de beber ya, Karen.
—Estoy bien. —Law miró a la muchacha y vio que esta tenía las mejillas sonrosadas del alcohol pero, en efecto, se le veía bien.
—Simplemente no bebas más por hoy.
—Está bien papá. —Dijo Karen mientras ponía los ojos en blanco, sin embargo, decidió hacerle caso a Law y dejando la jarra a la mitad se giró en el taburete mirando a la piscina. El cirujano siguió su mirada. —¿Sabes nadar? —Preguntó la chica.
—Soy un usuario, que sepa nadar o no ahora no me sirve de nada.
—Eso no es cierto. El Resort tiene una piscina de agua dulce dentro del hotel, quizás vaya luego a echarle un vistazo.
—Hm. —Fue la única respuesta del capitán. Karen suspiró.

—Hola, hola, hoooolaaaaaa. —Karen y Law se giraron a tiempo de ver a Haru caminando a paso rápido en su dirección con una sonrisa tonta en el rostro. —Veo que están disfrutando del bar de la piscina.
—Karen abrió la boca para contestarle algo ingenioso pero Law se apresuró a hablar primero.
—Sí, pero ya nos íbamos.
—Oh pero señor, deberían quedarse señor. Venía a preguntarles si el señor y la señorita querrían participar en un juego, señor.
—Lo siento, pero no estamos intere...
—El premio es de 100.000 belli, señor.
—¡Estamos dentro! —Karen se había levantado del taburete con los brazos en alto y un aura extraña emanaba de ella.
—¡Maravilloso! Síganme, síganme.















Karen y Law seguían a Haru por los pasillos del hotel, la chica solo pensaba en el premio y a cada paso que daba se sentía más motivada, en cambio, Law caminaba al lado de la chica a regañadientes sin saber muy bien por qué la había seguido en primer lugar.

—Karen, espera. —La pelinegra fue devuelta a la realidad y se giró hacia Law que se estaba quitando la sudadera para dejar ver su camisa lisa negra de manga corta. —Será mejor que te pongas esto. —La chica dudó un segundo pero después de darse cuenta de que quizás no era buena idea pasearse por todos lados en tan solo bikini y sandalias aceptó la sudadera y se la puso.
—Gracias. —La sudadera le iba grande, aunque la joven era alta la prenda le tapaba hasta la mitad de los muslos pero eso era algo que agradecía. —¿Estás aprovechando la ocasión para que lleve tu Jolly Roger? —Law sonrió de medio lado.
—Ya que no estás dispuesta a llevar los monos de trabajo... —Karen hizo un mueca.
—Ni aunque fuera parte de tu tripulación los llevaría, son horribles. —El cirujano puso los ojos en blanco pero no dijo nada. Ambos pelinegros seguían detrás de Haru mientras este les explicaba más cosas del hotel, pero nadie le hacía caso.
—¿Sabes de qué va el juego? —Preguntó Law.
—No.
—¿Nos has apuntado a participar en un estúpido juego sin ni siquiera saber en qué consiste?
—Sí, ¡pero si ganamos tendremos 50.000 belli cada uno Law! —A este le empezó a dar un tic en la ceja y de nuevo se preguntó en que estaría pensando cuando pensó que era buena idea que la chica viajara con ellos.

Tras caminar varios minutos en silencio mientras Haru seguía hablando solo con su irritante tono de voz, por fin se pararon delante de una puerta de madera bastante grande con dos porteros a cada lado.

—Hemos llegado, hemos llegado, hemos llegaaadoo. Señor, señorita, debo preguntarles si llevan algún arma encima ahora mismo. —Preguntó el hombrecillo. Ambos pelinegros negaron con la cabeza un poco sorprendidos por la pregunta. —¡Maravilloso! Entonces síganme.

Uno de los porteros abrió la puerta y los tres entraron. Al principio Karen no podía procesar lo que veían sus ojos, delante de ellos había una gran escalera de mármol que conducía hacia una planta baja donde había un salón enorme lleno de mesas de billar, ruletas y más juegos de azar y algunas barras al fondo. La estancia estaba llena de gente, de piratas más bien, que se esparcían por entre las diferentes mesas de juego. Karen y Law intercambiaron una mirada.

—Este salón del hotel es exclusivo para nuestros clientes que se dedican a la piratería —explicó Haru —tienen la libertad de venir aquí las veinticuatro horas del día, lo único que se pide es no armar ningún tipo de conflicto y, por supuesto, las armas en este lugar quedan vetadas. Pueden dar una vuelta por la estancia y enseguida me uniré a ustedes para dar comienzo al juego. —Sin nada más que decir, el hombrecillo se fue dejando a ambos pelinegros solos al comienzo de las escaleras.
—¿Sigues queriendo quedarte? —Le preguntó Law a la muchacha.
—Todo por los 100.000 belli, vamos. —El cirujano suspiró pero juntos comenzaron a descender por la gran escalera de mármol hacía el salón de juegos.
—Quién iba a decir que algo como esto se encontraría dentro del hotel. —Comentó la chica mientras ambos caminaban entre la gente en dirección a una de las barras.
—Supongo que era de esperar, después de todo por aquí pasan muchos piratas y qué mejor forma de tenerlos controlados y asegurarse de que no hacen locuras que mantener a la gran mayoría en un sitio como este.
—Hmm. Tienes razón.

Por fin ambos piratas llegaron a la barra y tras pedir una jarra de sake para cada uno tomaron asiento en unos taburetes y comenzaron a inspeccionar la sala. Law se había percatado de que varias personas miraban a Karen y que luego se volvían a girar para susurrar entre ellas.

—No creo que haya sido buena idea venir aquí, todo el mundo te conoce. —Le susurró el capitán a la muchacha y esta río por lo bajo.
—Bueno... digamos que no solo yo he llamado la atención de alguien en esta sala. —La chica miró hacia la izquierda y Law siguió la dirección de su mirada para encontrarse con un grupo de tres chicas que hablaban entre ellas mientras se reían y soltaban alguna que otra mirada hacia el capitán de los Hearts, cuando este cruzó miradas con las mujeres estas se sonrojaron y empujaron a una de ellas al frente para que esta se acercara a los pelinegros. La mujer tras pensárselo unos segundos cogió aire y comenzó a acercarse a los piratas. —Ohh, esto va a ser divertido. —Comentó la chica mientras daba un trago a su jarra de sake, Law simplemente gruñó por lo bajo.

La mujer se paró delante de Law y miró primero a la chica, al ver que la pelinegra la estaba mirando la mujer se sonrojó y juntó las manos por delante de su cuerpo.

—Ho... hola. —La mujer tenía una larga cabellera pelirroja recogida en una elegante coleta que dejaba caer unos mechones de pelo en su rostro, llevaba un vestido morado ajustado que le llegaba por encima de las rodillas con un escote de infarto y unos tacones a juego.
—Hola. -Saludó la pelinegra con una sonrisa. —¿Querías algo?
—Yo... esto... —La mujer estaba roja como un tomate y miraba al suelo. Law la miraba aburrido.
—Vamos, siéntate con nosotros. —Karen le indicó un asiento a su derecha y la mujer se sentó con la mirada aún fija en el suelo. —¿Cómo te llamas?
—Letty.
—Encantada, yo me llamo Karen y ese con cara de pocos amigos es Law. —Dijo señalando al cirujano a sus espaldas. Letty levantó la vista para mirar a la chica.
—¡Oh! Ya sé quiénes son Karen-san, Law-kun. Perdonen mis malos modales. —La mujer agachó la cabeza a modo de disculpa. —Mis amigas me obligaron a venir a hablar con ustedes, yo no quería molestarles, estarán aquí para descansar y relajarse un poco y los he interrumpido. ¡Lo siento! —Karen río un poco.
—Así que era eso. No te preocupes, puedes quedarte. Después de todo no tenemos nada mejor que hacer hasta que ese hombrecillo azul vuelva a por nosotros.
—¿Hombrecillo azul? ¡Oh! ¿Se refieren al señor Haru?
—¡Ese mismo! ¿Lo conoces?
—Es mi padre. —Karen y Law se miraron entre sí.
—Oh, no os parecéis mucho. —Comentó la chica al final, provocando que Letty soltara una carcajada.

El destino no existe (Law x Lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora