El destino no existe (Law x Lectora)

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Después de la pequeña parada estratégica que hicieron para que Karen, Law e incluso un par de ellos más pudieran ir al "baño", comenzaron la marcha de nuevo. Bepo había decidido ayudar a su capitán y dejar que este apoyara su peso en él para que la pelinegra no lo cargara ella sola, ya que esta también estaba herida, aún así, se mantuvo a su otro lado en todo momento.

Mientras salían con cuidado de los escombros, todos comenzaron a compartir la información que tenían. El grupo de Aki y compañía les habían dicho lo que habían decidido al separarse del resto y lo que estos pretendían hacer, que básicamente era poner a salvo a la gente que habían rescatado por parte de los marines e ir hacia el submarino por parte de los Hearts. En cuanto a los propios Karen y Law, les habían contado cómo habían conseguido capturarlos, el gran problema que tenían al no poder usar sus poderes durante las próximas 48 horas y cómo había sido eso posible, explicándoles que extraían el Kairoseki de los túneles de la isla. Dan y Alai se habían mirado entre sí al escuchar esto último, entendiendo por fin la razón del derrumbe tan repentino que habían sufrido lo que parecía una eternidad atrás.

El camino desde donde se encontraban hasta donde estaban los Vánice lo habían hecho rápido y sin toparse con nadie, sin embargo, sí habían escuchado muchos gritos frenéticos de sus enemigos. Al parecer, no solo se había derrumbado la parte de la pared y techo a la que había apuntado Aki, sino que las vibraciones también habían provocado que se desplomaran otras muchas partes del cuartel que estaban en mal estado.

—¡Fuyuki! ¡Me alegro de que estés bien! —Karen se había acercado al Vánice que anteriormente había montado con Law, acariciándole el hocico. El animal parecía feliz de verla, cerrando los ojos y disfrutando de las caricias que la chica le daba.
—¿Fuyuki? —El cirujano se había acercado también, aún con ayuda de Bepo. —¿Le has puesto nombre?
—Obviamente. —El pelinegro no dijo nada más, estirando una mano para acariciar el cuello de la criatura.
—Vámonos ahora que todos están distraídos con el derrumbe. —Dan se había subido de un salto a uno de los Vánice y había estirado una mano para ayudar a que su hija montara detrás de él.
—¿Cómo queréis dividiros? —Preguntó Elena. —Puedo montar sola y que Alai-san y Bepo vayan con Karen y Trafalgar ya que son los que están en peores condiciones.
—Estoy bien. —Dijeron ambos piratas a la vez, provocando que todos se los quedaron mirando.

Claramente ninguno estaba bien, el capitán de los Hearts ni siquiera podía sostenerse en pie él solo y la muchacha, aunque se encontraba algo mejor que el hombre, no parecía tener mucha más fuerza restante. Aki suspiró.

—En ese caso id juntos. —Proclamó mientras él mismo se montaba en otro Vánice. —Solo no os caigáis a medio camino o algo de eso, iremos rápido.
—¿Por qué parece nuestro padre? —Karen se giró al pelinegro, que solo puso los ojos en blanco.
—Os ayudaré a subir. —Alai se acercó a ambos piratas, ayudando a subir a la estratega primero y luego al capitán, que se sentó nuevamente detrás de ella.
—Gracias Alai-san. —Le agradeció la chica, este asintió con la cabeza.

Mientras el resto terminaba de montarse en los Vánice, Karen terminó de acomodarse en su sitio, girando levemente su cabeza para poder mirar a su compañero.

—No te vayas a caer de nuevo. —El cirujano frunció el ceño.
—Me caí para no dejar que tú te cayeras. —Karen sonrió.
—¿Así que la culpa es mía?
—Evidentemente.
—En ese caso, a modo de disculpa, dejaré que te agarres a mí para que no vuelva a suceder. —Law alzó las cejas, sorprendido, y luego le devolvió la sonrisa.
—Está bien, pero trata de no sonrojarte esta vez. —La joven obviamente se sonrojó ante las palabras de su compañero, pero giró su cabeza hacia delante muy dignamente, ignorándolo por completo.
—Solo date prisa y agárrate. —El hombre se hubiera reído si hubiera tenido la fuerza suficiente, pero se conformó con ampliar su sonrisa al ver que había molestado a la muchacha y luego estiró sus brazos para apoyar sus manos en sus caderas.
—¿Ya estamos todos listos? —Preguntó Dan, recibiendo asentimientos por parte de todos. —Pues salgamos de aquí a todo trapo.