Capítulo 44

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Ángeles.

Quise ejercer lo que me había dicho mi psicólogo, hablarle. Al fin lo haría, era momento de acabar con todo, el año estaba por terminarse, nos graduaríamos y tal vez no volveríamos a vernos jamás.

Iba contando los pasos, tenía miedo, ya me había decepcionado suficiente, y aún así ahí estaba, intentándolo nuevamente.

Lentamente incliné mi mano y toqué el timbre, no tardó ni cinco segundos y la puerta se abrió. Él.

Me miró atónito. Tardó casi una eternidad para escanearme, era exagerado, pero para mí era así. Sus ojos me miraban de una manera tan, tan única, tan a su manera, podría jurar que sus ojos gritaban amor, tal vez hablarle sería una buena opción, podíamos al fin darle fin e inicio a la vez a nuestra historia.

Salí de aquella burbuja en la que siempre me metía cada vez que lo veía, cuando escuché el sonido de la puerta cerrarse de golpe. Sentí que me habían clavado un cuchillo en el corazón, parpadee varias veces antes de reaccionar e irme de allí.

Regresé a casa llorando a mares, sabía que era una opción, pero me aferraba a la idea de que ésta vez él se tomara en serio ese paso que di. Aplasté mi orgullo, ¿cómo alguien puede ser tan insensible? Tan difícil de querer yo era.

Tenía cita con Blanca, pero como me sentía no tenía ganas de nada, me encerré en mi habitación a llorar sin cesar.

Entré bajo mi cama tomando el álbum que le había hecho a aquella persona que no le interesaba saber nada de mí, pero ¿por qué? Al menos podía haberme dedicado un «no te quiero en mi vida» sólo me ignoraba, lo peor de todo, era que yo era masoquista.

Tuve la brillante idea de hacer cada imagen picadillos pero no me atreví. Dios, ni con su indiferencia hacia mí mi corazón cesaba, tal parecía que con más dolor que me causaba más me enamoraba de ése idiota.

Lancé la carpeta debajo de la cama y me tiré sobre la cama. Estuve ahí por horas, llegó la noche y no supe la diferencia, no conciliaba el sueño, algo en mi pecho me advertía de algo, algo muy malo iba a pasar, el pecho se me hundía y dolía con fuerza.

¿Quién moriría? ¿Qué estaba pasando? Odiaba presenciar las cosas, sufría antes de tiempo. Tenía unas inmensas ganas de ir de nuevo a la casa de Maite, no entendía lo sin vergüenza que estaba siendo mi corazón ¿dónde estaba mi dignidad? Mi orgullo.

Escuché la puerta de mi habitación abriéndose, no pude moverme por más que quise, igual sabía que era mi madre.

Se sentó a mi lado y tocó mi cabellera.

—Recién entraba y te escuché ¿ahora qué?

Giré para verla cara a cara.

—Quise poner en práctica lo que me dijo el psicólogo, fui a su casa para hablarle y me cerró la puerta en la cara, sin darme tiempo siquiera a saludar —Alejé mechones de mí frente. —. Pero al menos supe que no le importo y al fin podré tomar una decisión definitiva, el psicólogo tenía razón —Reí, sintiendo el sabor salado de mis lágrimas.

—Ya no sé si te entiendo, hija. Maite ha hecho de tu vida un desgarro, y presiento que el suyo es más desgarrador, sólo recuerda que siempre estaré ahí, soy tu mamá —Me dedicó una cálida sonrisa. Se paró y besó mi frente para marcharse.

«Maite desgarrador»

Pensé. Mi madre tenía razón, nuestra historia era desgarrador.

Maite.

Le lancé los papeles y el lapicero.

—Firma.

Rió siniestramente negando con la cabeza.

—¿Qué? ¿Ya enloqueciste?—Volteó a verme.

Sobé la pistola y apunté a su cabeza.

—Firma el maldito divorcio ¡ahora!

—Muy canalla que me saliste —Tocó su barbilla mirándome. —. Deja de jugar, niño.

Suelto el primer disparo hacia su hombro.

—No me dijiste que sobre tu cadáver dejarías a mamá libre, pues pienso volverte un cadáver ¡firma ahora maldita seas! 

—¡Maite!—Mi madre bajó corriendo.

—Detente ahí madre —Le pedí antes de que se acercara. —. Como quiero que firmes, usaré tu rodilla no tu brazo —Rió irónicamente.

—Maite no lo hagas —Suplicó mi madre. —. Por favor hijo, no te conviertas en alguien como él.

—Dile a tu hijo que baje esa maldita arma —Gritó apretando su hombro entre dientes.

Golpeé su rostro con el arma.

—¡Firma! No te lo repetiré —Advertí apuntando a su rodilla.

—Ma...

—¡No te acerques madre! No dudaría en matarlo, no me importa, igual mi vida no vale nada...

Tomó el lapicero e intentó quitarme el arma, pero lo golpeé más fuerte que la primera vez

—No lo intentes, salí a ti ¿no? Aprendí mucho de ti, papá, mírame ¿crees que alguien se atrevería a disparar al gran mafioso Jhonson?

Tomó el lapicero y firmó. Tomé los documentos y se lo di a mi madre.

—Papá, soy más de lo que crees, hasta más peligroso que tú, soy tu copia actualizada —Reí. —. No quería ser como tú, pero no tuve opción, tengo tu sangre y he aprendido demasiado de ti, lárgate, no quiero usar las pruebas que tengo para sobornarte, ¡volviste a tocarla!

—Maite —Mi madre empezó a acercarse despacio. —. Baja eso, por favor.

—Te vas o te mato —Moví la pistola y mi madre ahogó un suspiro.

Disparé pero mi madre bajó mi mano de golpe y sólo le rozó.

—Vas a pagar eso muy pero muy caro.

Se arrastró hacia a la puerta mientras sostenía su brazo ensangrentado.

—Lo sé, por eso quería matarte, pero no soy como tú.

Mi madre me quitó la pistola y me hizo sentarme en el sofá más cercano.

—¡¿Qué tontería acabas de hacer?! Tú padre puede mandar a sus hombres por nosotros en segundos ¡¿eso es lo que quieres?!

La miré aturdido, mi mente estaba muy aturdida. Besé su cabeza y la abracé con fuerza.

—Te amo con toda mi alma, mamá —Susurré, tomé la pistola y la escondí en mi cintura. Me alejé y la miré a los ojos. —. Tengo la solución a todo esto.


Feliz navidad.

Maite (Desgarrador#1 ✔)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora