Capítulo 53

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Estaba sentado frente a mí, con sus dedos buscó secar mis lágrimas pero éstas seguían ahí.

—Todo estará bien —susurró, y asentí. —. ¿Lo harás?

—Sí —logré objetar entre cortada, fundida en llanto.

Lo podía ver, pero no lo podía tocar, era tan sorprendente que él estuviera ahí, frente a mí, hablándome.

—Te amo.

—Y yo a ti.

Besó mi frente, y se esfumó.

No fue mi imaginación, no me estaba volviendo loca, las dos veces que lo vi fue real.

Tengo que hacerlo, seguir, se lo prometí, y no hay nada más que hacer.

Me abrazó, no lo sentí, besó mi frente, no lo sentí. ¿Saben lo doloroso que es eso? Estoy tratando de dejarlo ir por su bien, por el mío también, para que descanse en paz, además le prometí hacerlo, continuar.

Era de madrugada, intenté dormir nuevamente y fue todo un lío conciliar el sueño, terminé despertando a las seis y media de la mañana, no intenté volver a dormir, decidí hacer los deberes de la casa, y prepararla el desayuno a mi madre.

En eso se hicieron las siete, regresé a mi habitación a alistarme, pues hoy llevaría a Sline a una sorpresa.

—¡Ángeles, ya llegó Sline!—exclamó mi madre.

—Ya voy —exclamé en respuesta. Miré el cuadro de nosotros juntos, sus brazos rodeando mi cuello mientras fumaba. Sonreí, y bajé.

Recordarlo feliz era como una terapia para mí, porque si lo recordaba agonizando, u sufriendo daño me estaría haciendo.

—Hola —dije tratando de sonreír.

—Creí que jamás volverías a sonreír —comentó nervioso.

—Ha pasado mucho tiempo, y se lo prometí a alguien —pasé un mechón detrás de mi oreja. —. Vamos, no quiero dejar a mi madre sola por mucho tiempo.

—¡Ay por Dios hija!

—Haga silencio señora —le regañé. —. Adiós, y cuide de mi hermanito.

Tomé de la mano a Sline, y fui a despedirme de Corazón.

—Se me cuida —pidió con ternura.

—Sí, querida, me dices para ayudarte con la mudanza, aunque no se vaya lejos para que mi madre le eche un ojo por mí.

—No te preocupes, ya tengo todo bajo control, soy libre Ángeles.

“No quería que me salvaras, yo sólo quería la libertad de mi madre”

Y lo conseguiste. Sonreí al recordar esa frase.

La abracé, y me fui.

Tomamos el autobús, en el cual duramos horas, y horas, Sline no dejaba de preguntarme que a donde íbamos pero no le dije. No pretendía arruinar la sorpresa.

Nos bajamos del autobús al llegar.

—¿Santa Mónica?

—Sip, estuvimos aquí el día de la fiesta de despedida de diciembre, estuviste tan cerca de ella —dije mirando el restaurante que teníamos en frente.

—¿De qué hablas?

—Entra y lo verás —le ordené, palmee su espalda. —. No te esperaré, una vez que entres no podrás salir, o no querrás salir.

Maite (Desgarrador#1 ✔)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora