Cap 76

521 92 29
                                    

—Aquí está todo tu dinero— dijo Kendo mientras le entregaba el maletín al tipo.

Wao, es uno de los mejores servicios que he recibido, nadie me ha hecho un trabajo la misma noche—

—No quiero halagos, mi dinero y mi información—

—Soy un hombre de la palabra, ya hasta lo tengo preparado— lanzándole un maletín plateado —tu dinero está ahí, y todo lo del tipo, lugares que frecuentas, y cosas así, suficiente ¿Cierto? —

— ¿Cómo sé que esto es real? — preguntó mientras miraba los documentos que tienen la información de su objetivo (incluso tiene el nombre)

—Solo puedes confiar en mí—

—La confianza, la peor garantía del mundo— cerrando el maletín guardando los documentos también —estoy corta de tiempo, si esto es falso despídete de tu querido bar, lo destrozaré todo— con una mirada afilada.

—Es muy malo amenazar un jefe en su guarida ¿No lo crees? Señorita—

—No es una amenaza, sino una advertencia, jefe… puedes llamarme cuando quieras si necesita nuevamente mis servicios, pero aprecio más la información que el dinero— dijo mientras se retiraba.

—Oye espera— Kendo se detuvo y solo se limitó a girar un poco su cabeza.

— ¿Sí? — dijo con una mirada neutra y aburrida.

—No tienes que ser tan aburrida, puedes divertirte aquí conmigo, tengo mucho dinero, podemos hacer muchas cosas geniales—

—Lo siento, soy lesbiana— así se retiró con esa seca respuesta.

—Tsk, que desperdicio que otra mujer se coma ese semejante cuerpo, de verdad que está bien buena, ya estaba hasta fantaseando, pero bueno— restándole importancia, tomando su tabaco y teléfono —tráeme a tres puta— así colgó — ¿Para qué llorar por una? Cuando puedes acostarte con tres—

(De verdad espero que esto no sea falso) pensó Kendo mientras se quitaba la peluca y sus lentes de contactos rojos (no me quieres ver molesta “jefe’’)

La peli naranja lo que restaba de la noche se dedicó a entrar a casas con personas de bajos recursos, así dejándole dinero a escondidas hasta que se le terminaron los 200 mil dolores, fue mucho el trabajo, y le costó bastante horas, ya que lo hacía sigilosamente.

—Esto es lo mejor— dijo Itsuka mientras se recostaba muy cansada en una azotea —me sentí como Santa Claus— riendo un poco —aunque falta muy poco para navidad, espero que ese dinero le sirva de algo a esas personas— luego revisó sus bolsillos —bueno, me quede con 15 mil, necesito nuevo equipo de entrenamiento, tampoco no sé cuando necesite algo cuando esté buscando a los otros enemigos— restándole importancia —pero bueno, si consigo más dinero lo dividire nuevamente a las personas necesitadas, es mejor que dárselo a la policía y meterme en problemas— después se levantó (es hora de ir a casa) así volando hacia su hogar.

Al siguiente día

— ¿Qué haces por las noches Itsuka? Siempre sale cuando cae la noche— le pregunta su madre.

—Solo paseo por ahí, se me quedó la costumbre de patrullar, y no, no estoy haciendo trabajo de heroína, ya noté que ibas a preguntar, mamá—

Y su hija tenía razón, de verdad iba a preguntar, ella solo suspiró empezando a comer su desayuno —se que te di las llaves de la casa porque sé que a veces vienes algo tarde en tu agencia, pero ahora no estás en ella, así que relájate—

En un espiralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora