—¿Comida italiana, Ross? ¿En serio? —solté, mirándolo mientras bajábamos del coche.
—¿Qué? —sonrió —. Tenía que ser una cita digna, ¿verdad?
Arrugué la nariz.
—Hubiéramos ido a McDonald's —suspiré —. Entonces ahí si me casaba contigo.
Sonrió en grande y volvió a abrirme la puerta.
—Muévete y vamos a McDonald's.
Puse los ojos en blanco, riendo.
—Sabes que no hablo en serio.
—Si, lo sé —dijo, fingiendo decepción.
Me tomó de la mano y se acomodó la corbata, para luego comenzar a caminar hacia la entrada que parecía de un casino con tantas luces.
Un hombre, alto y elegante nos abrió la puerta, lo cual me hizo bufar.
¿Por qué tanta formalidad si solo éramos unos adolescentes?
Podría estar comiendo una hamburguesa con queso, mientras me manchaba la cara con la salsa especial. Pero no, pasta, italiana, en un lugar ultra lujoso con la persona menos formal que conozco.
—Reservación Lynch —dijo Ross, a otro hombre en la entrada que nos miró desconfiado.
—Mesa cinco, lado derecho.
El rubio me apretó la mano y volvimos a caminar hasta la entrada, la cual se abrió como por arte de magia y finalmente observamos mesa por mesa hasta que conseguimos la nuestra.
—¿Qué traes en el bolso? —me preguntó, frunciendo un poco el ceño con una sonrisa burlona en los labios.
Me senté y me encogí de hombros.
—¿Y tú? ¿Qué traes en tu cabeza donde no está tu cerebro?
—Tranquila, preciosa —sonrió.
—Tranquila, nada —bufé —. Me enferma lo de la elegancia, lo de parecer adultos y estar vestida en este vestido ridículo.
—Oh si, te resalta lo ridículo sin ridi.
Puse los ojos en blanco.
—Deja de ser un pervertido morboso por una vez en tu vida, Ross.
Se rió.
—Está bien, engañitos. ¿Quieres ir a otro lugar? ¿Cancelo la reservación?
Me crucé de brazos.
—No —alzó las manos al aire exasperado y yo lo miré —. Ya pagaste mucho para venir aquí, no quiero estropearlo.
—Entonces cambia tu cara de trasero, hermosa.
—No quiero.
—Si hubieras dicho que si al baile todo sería más fácil —dijo, tomando la carta.
Le hice burla en silencio mientras me dejaba caer en la silla de brazos cruzados.
—Ese es un gesto muy maduro, Laura —habló sin mirarme.
—Cierra la boca.
Bajó la carta y me miró, serio.
—¿Por qué no me la cierras tu? —preguntó, dejando el menú sobre la mesa y apoyando los codos en esta sin dejar de observarme.
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Detention »Raura«
FanfictionDos jóvenes: »Maleducados » rebeldes » independientes. Jóvenes. »Todos los derechos reservados«