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Me removí con tranquilidad y frunciendo los párpados aun sin abrirlos, agarré la sábana a ciegas pars cubrirme con ella.

Mis brazos estaban congelados y los froté con fuerza. Inhalé y luego comencé a olfatear, entreabriendo los ojos para poder ver un poco.

La habitación de Ross.

Me volteé de golpe y la cama estaba vacía. Me senté tan rápido que me mareé. Suspirando, me tallé ambos ojos y apoyé mis pies en el suelo, dando un saltito.

El suelo estaba congelado.

Bufé y apoyé la punta, comenzando a caminar de puntillas hacia afuera de la habitación.

Siguiendo el aroma que hacía rugir mi estómago.

Abrí la puerta corrediza y continué saltando sin apartar la mirada del suelo. Me acerqué a la cocina mientras veía a Ross terminar de hacer una pila de panqueques.

Me enterneció la imagen y sin darme cuenta ya estaba sonriendo, apoyada en el umbral de la puerta.

-Buenos días, preciosa -saludó aun sin voltear.

Recuperé la postura.

-¿Cómo sabías que estaba aquí?

Se giró.

-Escuché la puerta -replicó, encogiéndose de hombros.

Su mirada se dirigió disimulada, hacia mis piernas.

Me miré a mi misma y enseguida me aparté de la pasada, ruborizándome un poco al darme cuenta de que solo llevaba la camiseta celeste de Ross que me cubría una parte de los muslos.

Pasó por delante mio para dejar los panqueques y dos tazas sobre la mesa del comedor.

-¿Por qué no me llamaste? -inquirí, curiosa.

Sus ojos al fin me observaron a los mios y pude notar unas ojeras muy poco notorias debajo de sus ojos.

-Aun no había finalizado con el desayuno y quería que durmieras un poco más.

-Eso es muy dulce -sonreí levemente y me acerqué para pellizcar uno de sus panqueques y metermelo a la boca.

Miré la hora y alcé ambas cejas.

-Uhm, llegaremos tarde -me alarmé, encaminándome a la habitación pero su brazo me atrapó antes de que siguiera avanzando.

-¿Me das un beso, por favor? -pidió, estirando los labios y estrujándome contra él.

Me cubrí la boca con una mano.

-No me lave la boca.

-Pero...

-Cuando termine te doy todos los que quieras.

Sus pómulos se levantaron y una sonrisa adornó sus labios.

-¿En serio?

Asentí burlona y le besé la mejilla, encaminándome ahora libre de su brazo hacia el baño.

-Por cierto, te sienta bien mi camiseta.

Puse los ojos en blanco y cerré la puerta tras mis pasos.

...

-Oye -lo llamé.

Me miró y apreté su mano que estaba sobre mi hombro.

Caminamos por el aparcamiento en zigzag, él con su brazo sobre mis hombros y yo rodeando su cintura con el mio.

-¿Qué pasa, engañitos? -preguntó, divertido.

Detention »Raura«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora