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Mordí el final del lápiz gris con los ojos clavados en el libro de Geometría, claramente, maldiciendo a la señora Collins por habernos dado un gran ejercicio, en el cual mi calificación estaba en juego.


Tal vez no me importaba la preparatoria, los profesores (o viejos), los estúpidos alumnos y las habituales detenciones, pero tenía un promedio al cual mantener.

Garret me quitó el lapiz de la boca de un manotazo que me hizo enfurecer.

––¿Qué rayos te pasa, Clayton?

Alzó las manos con una sonrisa inocente en los labios.

Estúpido.

--Eso me pregunto yo. ¿Qué rayos te pasa, Marano? --agudizó la voz y puse cara de póker, inclinándome para recoger el lápiz.

--Déjame en paz.

Me señaló.

--¿Lo ves? ¡Eso! ¿Desde cuando te importan tus calificaciones?

Resoplé y continué resumiendo el libro, haciendo caso omiso a sus palabras.

Me lanzó una goma en la cara y me puse de pie, golpéando la mesa.

--¡Marano siéntese ahora o...! --gritó Collins.

Hice un desdén con mi mano entrecerrando los ojos.

--Si, si. O me dará detención, pues hágalo --repliqué de mala gana, sentándome de nuevo.

Continué con el maldito resumen largando humo por las orejas. Un papel rosado me llegó a las manos, sábado, once del mediodía.

Parece que el sábado es mi día de la suerte.

--Estás rara.

Lo miré, clavando dagas en su cuerpo con mi mirada.

--Ya basta, que tu seas un mediocre no significa que yo debo serlo --alzó las cejas sorprendido --. Déjame en paz.

Volví mi vista al libro y sentí como se ponía de pie, tomando su mochila y largándose a otra mesa.

Si quería fingir ser un drama queen no era mi maldito problema.

Cuando la campana sonó, dejé mi cuaderno con las consignas realizadas desde la mayúscula hasta el punto. Collins me miró sobre sus gafas, sorprendida.

--¿Me está entregando, Marano?

--Sip --enfaticé la p.

Sonrió levemente y volvió a su semblante neutro seguido de aclararse la garganta.

--Ya puede salir --dijo.

Asentí y me colgué la mochila al hombro. Me acomodé los tiradores y la camiseta blanca dentro de mis pantalones.

Busqué con la mirada a Garret, pero era imposible entre la multitud de gente.

Me encaminé a la cafetería, ya que seguramente lo encontraría allí con Grace. Empujé las puertas de madera y el repulsivo olor a frito me inundó los sentidos, casi llevando mi desayuno de vuelta a mi garganta.

Sin perder un segundo más me adentré entre las mesas hasta que divisé los ojos celestes de Grace. Alzó la mano, sacudiéndola emocionada y me acerqué.

Grace era distinta a lo que a mi respecta. Era una niña rica, con padres muy trabajadores. Su ropa siempre era de diseñador, pero simplemente al hablar nos conectabamos.

Era la única capaz de distinguir mi humor en la voz. Ni Garret lograba eso y hablando de Roma...

--Hey --saludé.

Detention »Raura«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora