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Tras unos minutos de silencio cerré los ojos con fuerza. Ross se bajó la manga y con la mandíbula apretada se enderezó.

––Eso pensé ––dijo, alejándose y corriendo la silla con fuerza para derrumbarse en ella.

Me mordí el labio y crucé mis brazos, recostándome en ellos.

¿Reflexionar qué? ¿Haberme escapado de la estúpida detención porque moría de hambre? No es una situación a la cual puedes verle la reflexión. Solo ocurrió y ya.

Aunque desearía cambiar la decisión que tomé en ese momento.

Suspiré algo cansada y Cody imitó mi posición sobre la mesa, algo soñoliento.

––Bueno, bueno, bueno. Así que el tipo es un canalla, ¿cierto? ––habló Ross.

Suspiré.

––Oye, tú ––dijo Cody, levantando la cabeza para mirar a Ross ––. Si tú, cierra la boca. Hay más personas aquí.

––Mis disculpas ––se burló.

Cody resopló y se volvió a recostar. Yo mantenía mis ojos cerrados.

Para nuestra mala suerte, Ross comenzó a silbar. Apreté mis párpados.

El castaño se removió pero le toqué el brazo, mirándolo. Negué con mi cabeza.

––Ignóralo, ya se callará.

––Cielo ––me llamó Ross, y volteé inconscientemente ––, no podrías ignorarme aunque quisieras.

––Vete al diablo ––dije, volteando.

––Mal vocabulario para una señorita como tu. Muy malo, preciosa ––se burló ––. Y tú, Christian, solo quieres quedar bien. Así que deja de ser tan encantador, ¿bien?

––Voy a golpearlo ––murmuró.

––Olvídalo.

Continuó silbando mientras que yo hundía la cara en mis brazos, esperando que en algún momento se dignara a callarse.

Un segundo de silencio y causó que mis músculos se relajaran, y solté un suspiro de alivio. Pero no fue por mucho tiempo, ya que comenzó a tararear.

––Ya no lo soporto ––me quejé poniéndome de pie y caminando hasta su mesa.

Él sonrió.

––Escúchame bien, idiota. Cierra tu estúpida boca o yo personalmente me encargaré de patearte el trasero, ¿me oyes? ––dije, alterada, señalándolo con mi dedo.

Se mordió el labio sin dejar de mirarme.

––¿Soy yo o cada día me gustas más? ––preguntó.

Enrojecí y comencé a golpearlo con mis puños en su pecho.

––Imbécil, repugnante, asqueroso, estúpido...––gruñí entre golpes.

––Así, se dura conmigo, me encanta, engañitos.

––¡Laura! ––exclamé ––. ¡Mi maldito nombre es Laura!

Sonrió y se encogió de hombros.

––Pues mi nombre es Ross, pero para ti soy imbécil, repugnante, asqueroso ––contó con los dedos de su mano ––. ¡Ah, sí! También estúpido.

Me crucé de brazos, con una ceja alzada.

––Así que el rubio hueco si tiene buena memoria ––me burlé.

––Aja, tan así que no puedo olvidar tus cadentes labios, preciosa.

Touché.

––Me das asco.

Detention »Raura«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora