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Me hundí en la silla mientras que Cody guardaba sus cosas dentro de su mochila. Es decir, su almuerzo, ese que ni siquiera tocó porque se estaba yendo más temprano.

Resoplé.

––¿En serio no puedes quedarte?

Me miró y sonrió.

––¿Quieres que me quede? ––preguntó, sorprendido.

Me crucé de brazos.

––No. No quiero quedarme con un ególatra.

––También te quiero, engañitos ––dijo riendo, detrás de mí.

Cody se rió sin alegría y tomó un gorro de lana amarilla que tenía dentro de su mochila.

Me lo puso en la cabeza, cubriéndome los ojos y haciéndome reír.

––Te ayudará a no verlo, buena suerte.

Me besó la mejilla fugazmente y me la limpié enseguida y descubrí mis ojos, viéndolo alejarse al igual que todos exceptuándonos.

Me acomodé el gorro hasta que desapareció de mi cabeza.

Fruncí el ceño y me volteé.

––Puaj, hasta huele a ese ––dijo con una mueca de asco, luego de olfatearlo un poco y alejarlo.

Extendí mi brazo con la mano abierta.

––Devuélvemelo.

Se rió y se puso de pie, acomodando su chaqueta y caminando en dirección contraria.

Resoplé y lo seguí a regañadientes. Su silbido me hizo fácil la búsqueda, así que rodeé la columna para encontrarlo sentado sobre los sillones, apoyaba los codos sobre sus rodillas y giraba el gorro alrededor de su dedo índice, sin dejar de silbar.

––Dámelo ––repetí, extendiéndole la mano.

Se quedó en silencio y me sonrió, dejándose caer sobre su espalda.

––¿Sabías que el amarillo es mi color favorito?

––Deja de ser un imbécil y dámelo.

Suspiró nostálgico, sin dejar de observarlo.

––Ahora ha dejado de serlo por ese imbécil.

––No me interesa si es o no lo es, sólo dámelo ––dije, cansada.

Sus ojos se encontraron con los mios y esbozó media sonrisa.

––Ven por él.

Gruñí.

––¿Por qué eres tan rebuscado?

––Porque me gustas.

––¿Y eso que tiene que ver? ––fruncí el ceño.

––Siempre tiene que ver.

––No.

––Si.

––No.

––Si.

––Muérete.

––Si tu me matas––sonrió.

––¡Ya basta! ––exclamé, molesta.

Se rió.

––Incluso eres más adorable cuando te enojas.

Me froté la cara a punto de estallar. Me acerqué, sin acortar los pocos metros que nos separaban.

Volví a extender mi mano.

Detention »Raura«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora