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Apreté los párpados, frunciendo el ceño notoriamente y casi obligatoriamente. Me estiré y sentí como los dedos de mis pies se enterraban en algo áspero y caliente, similar a la tierra de suelo. Mis sentidos comenzaron a estar más activos y me obligué a abrir los ojos, aunque me arrepentí de inmediato al sentir como me ardía la piel.

Me cubrí la cara con ambas manos, sin tocarme la piel, mientras oía el romper de las olas en la orilla. Estiré mi mano, que casualmente golpeó la cara de Ross, quien se despertó de inmediato.

— ¿Qué? ¡Ya desperté! —exclamó, y se quejó rápidamente —. ¡Mis ojos!

Me restregué los ojos y estiré mis piernas y brazos, soltando un bostezo. Enderecé mi espalda y me hundí un poco más en la arena, sentándome incorrectamente relamiendo mis labios y de paso, suspirando pausadamente, sufriendo de una migraña intensa.

— ¿Por qué estamos en la playa, Ross? —pregunté, manteniendo la calma en mi voz, aunque el sol me estaba quemando la cara.

Al no recibir respuesta, volteé la cara en dirección a Ross, entrecerrando los ojos mientras para observar que la bolsa de papas estaba durmiendo como si nada hubiese ocurrido.

Le lancé un puñetazo en el hombro con todas mis fuerzas, causando que mi piel ardiera más.

— ¡¿Qué?! ¿Por qué me golpeas? —gritó, causando que lo golpeara de nuevo.

— ¡Mi cabeza! ¡Deja de ladrar y respóndeme porqué estamos aquí! —continué propinándole puñetazos en su pecho, ignorando el dolor —. ¡Estúpido, tarado, inútil, qué me hiciste!

Me tomó de ambas muñecas, obligándome a dar un grito agudo que lo dejó con los ojos casi cerrados y una mueca de disgusto impresa en su rostro lleno de arena.

—A ver, cálmate, yo no te hice nada —soltó, empujándome a la arena, acostándome en ella —. ¡Deja de golpear!

Dejé de intentar golpearlo, forcejeando para que me soltara, ya que me ardía hasta el toque más minúsculo.

— ¡Me violaste! ¡Maldito cabrón! ¡Eres el mayor cerdo que conocí!

— ¿Quieres comer arena? ¿Huh? —inquirió, cabreado. Apreté los labios, sin dejar de fruncir el ceño —. ¿Si te suelto dejarás de golpearme e insultarme? Confío en que si...

Me soltó con cuidado, y sentí como de su cabello se escapaba una pequeña cantidad de arena que cayó dispersa sobre mi cara y mi pecho.

Me senté y me le lancé encima luego de unos segundos de silencio.

— ¡Laura cálmate que no te he hecho nada anoche! —Admitió, apartándome un poco, haciendo muecas y apretando el cuello —. ¡Déjame explicar!

— ¡No te dejo nada! ¡Estoy quemándome aquí y me tienes en sostén! ¿¡Como carajos piensas explicar que no me violaste anoche?! —continué, dándole puñetazos en el pecho.

—No te explicaré una mierda hasta que te calmes, preciosa lo digo en serio.

Respiré con dificultad y me separé un poco.

Le di un puñetazo más, al que frenó con sus manos. Gruñí molesta.

— ¿Vas a escucharme y a calmarte? —preguntó, frunciendo el ceño.

Resoplé, y asentí de una sola vez.

—Bien.

Gimió de dolor un poco mientras se estiraba, y yo me limité a observar su piel colorada al igual que la mía, parecía que estábamos hirviendo, y no era para menos, el sol en alto me indicaba que podrían ser aproximadamente las once o doce del mediodía.

Detention »Raura«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora