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  Me quedé paralizada en mi lugar, mientras debatía mentalmente si echarme a caminar lejos o cerca de él. Cualquier acción que realizara, fuese positiva o negativa, tenía la atención de todos los presentes en el apartamento.

La mirada de Ross estaba fija sobre la mía, y realmente era la única que me importaba tener sobre mi persona. Sus ojos se movían de un lado a otro y sus labios dibujados con aquella línea recta que oscurecía su rostro muy pocas veces.

Sus pestañas golpearon sus mejillas delicadamente y luego de apretar ambos párpados, y negar pausadamente con la cabeza, volvió en sí, golpeteando un poco la pantalla del teléfono de Parker, pulsando para iniciar una pista que dejó sonando para luego caminar por un lado, evitando mi cuerpo y volviendo a encerrarse en su habitación.

Con la mano aún arañando la madera de la puerta, observé como todos soltaban el aire que parecían haber contenido durante toda la escena.

Parpadeé lentamente e inhalé una bocanada de aire, obligándome a reservar mi orgullo por unos minutos para no arruinar la noche de todos allí.

Cerré la puerta.

––Laura...

Negué con mi cabeza y caminé a pasos lentos hasta la puerta, abriendo sin golpear y cerrando apoyando mi cuerpo sobre ésta, observando a Ross sentado en la esquina del final de la cama, mientras que la poca luz que ingresaba por un pequeño espacio de su cortina corrida le iluminaba el cuerpo.

Jugueteó con sus dedos, sin notar mi presencia, sumido en sus pensamientos.

–– ¿Puedes decirme por qué estás tan molesto conmigo? ––inquirí, repentinamente.

Pero aún creyendo que no me había notado, tuve la sensación de que no quiso notarme, pero que realmente sabía que yo estaba allí.

Sin embargo, no tenía ningún indicio para poder saber, para tener una pizca de conocimiento sobre su humor tan cambiante.

––Ross ––llamé y me acerqué a pasos cortos, posicionándome delante de él, esperando obtener una de sus miradas cálidas como las que siempre me miraba.

Incluso colocándome de cuclillas, rebuscando su mirada, seguía volteando su rostro para no mirarme.

––Estoy inclinada ante ti, en cualquier otro caso, con cualquier otra persona, ni siquiera me hubiese esforzado en quedarme para comprender su repentino cambio de humor ––afirmé, mientras le tomaba la mano ––. ¿Podrías mirarme siquiera mientras te hablo?

Sus ojos miel, iluminados ahora por la poca luz, me observaron a los ojos e hizo una mueca.

––Yo no te pedí que estés en la posición en la que te encuentras, Laura.

––No es lo que dije ––fruncí el ceño.

––Si no quieres soportar mis cambios de humor, entonces será mejor que te vayas y no vuelvas ––dijo, con la voz endurecida.

Parpadeé, obligándome a creer haber oído mal.

––Quizás si sea lo mejor.

––Sí.

––Bien.

––Bien ––repitió.

Solté su mano y me coloqué de pie, sacudiendo mi ropa.

––Eres un imbécil.

Asintió, mientras me miraba con esa ironía apestando su rostro.

––Te conseguiré un diccionario para que busques más palabras, ya me has dicho esa muchas veces.

Detention »Raura«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora