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La semana pasaba más rápido, disgustándome la rapidez de los días. No había rastro de Ross por ninguna parte, faltó en todas las clases y prácticamente ya no teníamos comunicación. Lo cual agradecía inmensamente aunque mi vida ya no tuviera tanta locura y emoción como cuando él se encontraba rondando por mi camino.

Alexia estuvo desaparecida también, seguramente en una escapada con su novio desagradable. Y en lo que a mí respecta, dejé de entregar tareas absurdas intercambiándolo por horas de sueño. No me pillaron de suerte, ya que en todas las clases comenzaba a roncar.

Finalmente llegó el sábado que avanzó a pasos agigantados. Esta sería una detención distinta, ya que nos habían anunciado que no debíamos llevar nada, ni para leer, ni para perder el tiempo. Solo nuestra presencia y nuestro almuerzo. Según lo que me contaban Grace y Garrett, la "sala" de detención se había movido a la biblioteca principal.

No me importaba, solo quería superar el sábado y echarme a dormir como había estado durante toda la semana, casi en un estado vegetativo. Me llevé una bolsa de papel cartón en el brazo con mi almuerzo envuelto dentro y me eché a caminar en dirección a la preparatoria con mis ojos entrecerrados por el sol abrumador.

Cuando empujé la puerta para ingresar, los pasillos estaban iluminados y vacíos. Mis pies incluso causaban eco en todo el establecimiento.

Arrastré los pies hasta la biblioteca principal, soltando suspiros cortos para dejar ir mi frustración. Al ingresar por esta, me percaté de cinco personas sentadas en bancos individuales.

Divisé alguna mesa libre y apoyé la bolsa sobre la primera, arrastrando un poco la silla por el suelo y derrumbándome en ella.

La biblioteca principal tenía dos pisos. Era inmensa. Casi todo era libros excepto una habitación en la segunda planta que contenía parlantes y un reproductor de música con muchos discos y demás. La cual también era utilizada para los estudiantes que hacían anuncios, como los cerebritos que vivìan encerrados en este lugar.

––Buenos días ––saludó el director, acercándose y causando que pegara un saltito en mi asiento.

Me coloqué algo erguida en mi puesto y oí dos golpes en la puerta, y luego una cabellera rubia ingresó a la habitación, con su caminar típico despreocupado y sus gafas de sol RayBan, aparentando ser todo un tipo malo con su chaqueta usual de cuero negro.

Cada paso que daba, implicaba una sacudida a todas las cadenas y colgantes que tenia encima, tintineando de un lado a otro para luego sentarse, apoyando ambos pies sobre la mesa, recostándose en la silla.

––Que bien, Lynch. ¿Se le apetece algo más? ¿Se encuentra ya cómodo? ––inquirió con sarcasmo en la voz y un gesto despreciable.

Ross se sacudió un poco la camiseta y se miró la mano, acomodando su pulsera.

––Ahora que lo dices, un café no me vendría mal ––lo retó con la mirada ––. Pero sin azúcar por favor que estoy intentando mantener la dieta.

––No me diga.

––Sabe, quizás le vendría bien un poco de mi compañía y algo menos de...todo eso ––señaló su abdomen, finalizando con un gesto inocente.

El director caminó hasta la mesa de Ross a pasos firmes y de un manotazo le bajó los pies fuera de la mesa. Suspiró y volvió al frente al mismo tiempo en el que Ross dejaba sus pies, nuevamente, sobre la mesa.

––Decidí que estas cuatro horas van a poder usarlas para reflexionar sobre ustedes mismos. No tienen permitido hablar, moverse, dormir o hacer cualquier otra estupidez.

Detention »Raura«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora