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—Créanme, conozco un grandioso lugar que vende los mejores helados que jamás han probado...

— ¿No podemos sólo irnos? —Inquirí, presionando mis brazos cruzados contra mi pecho.

El frío en la playa comenzaba a hacerse presente, junto con el anochecer.

— ¿Quieres mi sudadera? —dijo Max, ya quitándosela de encima.

Negué con la cabeza y apenas esbocé una sonrisa, tan minúscula que probablemente ni se notó.

— ¡Es sábado, Laura! Vamos a mover los traseros a algún pub —dijo Grace, tomando a Garrett del brazo para empezar a bailar de forma ridícula.

Puse los ojos en blanco y le extendí mi mano a Garrett, quien me miró desconcertado.

—Las llaves.

—Lo siento, sigo sin entender —dijo, arqueando una ceja.

—Las llaves para poder irme.

—Sigo sin entender.

— ¡Garrett! —exclamé.

— ¿Qué? No sabes conducir, trapeador. Lo siento, no te las daré.

—Yo te compro un helado si quieres —se ofreció Grace, rodeándome los hombros con un brazo.

La empujé.

—No quiero que me compren nada, quiero irme a casa. ¿Es tan difícil de entender? Lamento no tener unas jodidas manzanas para explicárselos mejor.

Los tres mantuvieron sus ojos fijos en mí y resoplé.

— ¿Saben qué? Mejor me tomo un puto taxi.

—Vale, cálmate.

—No me calmo una mierda, Garrett. Déjame en paz.

Empecé a caminar en sentido contrario al coche. Tardaría mucho tiempo en llegar a alguna calle que no estuviese hecha de arena, pero valdría la pena poder estar sola al menos un momento.

— ¡Laura! —escuché a Grace, quien corría detrás de mí —. Ven, vamos, Garrett te llevará.

Creo que de alguna forma, Grace ya había aceptado nuestra relación. Sus ojos siempre me miraban con curiosidad, siempre sosteniendo ese hilo deshilachado a punto de cortarse. Ella veía esas cosas, veía cuan fino era lo que me mantenía en pie, aún sin saber absolutamente nada de mi vida pasada.

Supongo que eso es algo que siempre nos había mantenido unidas. Que ella no preguntara y yo no tuviese que alejarme porque lo hiciera.

El trayecto a casa se hizo eterno, alrededor mío todo era una gran vibra, hablaban animados de ir a algún bar o simplemente de volver a la fiesta de playa. Un lugar al que probablemente nunca volvería ir.

Mientras tanto, todo me recordaba a Ross. Las luces que dejábamos atrás en la motocicleta, su cabello revoltoso y su orgullo intolerante. Su cuerpo fibroso y su aroma que me atravesaba como...todo él.

Ya no quería tener que pensar en él, en sus futuras conquistas, en su estúpida sonrisa o su rebeldía inconclusa. No quería recordar las cosas que vivimos juntos y lo idiota que era por haberme enamorado de alguien que jamás se quedaría. Y está bien, después de todo es una oportunidad única, vale mucho más que una tonta con el corazón destrozado.

Está bien.

Él está bien y yo...

Yo estoy bien.

Detention »Raura«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora