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Desperté por primera vez en ya demasiado tiempo, sola y en mi cama.

Vamos a omitir mi típica rutina para levantarme, pasando al hecho de que me arriesgué a ingresar a la habitación de Vanessa para encontrarla completamente vacía.

Solté un suspiro de frustración.

Ni siquiera eso lograba alegrarme, tarde o temprano, tendría que lidiar con un inmenso problema del cuál había decidido librarme hace ya ocho años, realmente no estaba de ánimos para volver a tratar el mismo tema.

Sería como repetir una etapa de mi vida que ya creí dejar atrás.

Cogí el pomo de la puerta y la cerré, obligándome a no pensar en lo que podría venir.

Bajé las escaleras, encaminada a la cocina, inusualmente hambrienta. Pero en cuanto abrí la nevera, no había siquiera agua dentro.

Reprimí un bufido y las ganas que tenía de golpear algo, y alcé la cortina para observar el pronto diluvio que se venía.

Me recargué sobre la isla de la cocina, y finalmente me encaminé, luego de unos segundos de silencio, hacia mi habitación, rebuscando entre los bolsos que tenía guardados la tarjeta de crédito a mi nombre.

Y me senté en la cama, bufando y pasándome una mano por la frente, cuando oí el sonido de mi teléfono y me coloqué de pie nuevamente a buscarlo entre los bolsillos de mis pantalones.

––Lynch ––solté de un suspiro.

––Hola, preciosa. Estoy aquí para culparte por no recordarme que hoy era domingo, y cuando desperté, solo, quiero recalcarlo, estaba por primera vez con ganas de ir a la preparatoria, y adivina cómo la encontré..., sí, cerrada.

Reprimí una sonrisa ridícula.

––Tú no preguntaste.

Escuché un suspiro a través de la línea.

––No estaba concentrado en nada más que en tus labios.

–– ¿Qué es todo ese ruido?

Le pregunté, evitando su respuesta, mientras mantenía el teléfono entre el hombro y la oreja, y seguía buscando esa tarjeta.

Se oían motores encenderse de fondo haciendo un estruendoso ruido aturdidor para mí.

––Estoy preparándome para dar un paseo.

–– ¿Con la lluvia? ––fruncí el ceño.

––Es sólo agua, amor.

––Laura.

–– ¿Quieres venir?

Solté una risa sarcástica.

––Creo que paso, Ross.

–– ¿Tienes planes para hoy? ––preguntó, algo extrañado de mi respuesta.

Gruñí por lo bajo por la impotencia de no poder encontrar algo.

––No, exactamente. Si con planes te refieres a estar en el sofá viendo películas, pues eso.

–– ¿Reemplazas vivir como en una película por una filmación a través de una pantalla? Auch, eso me dolió.

Me reí.

–– ¿Así que vivir como en una película?

––Ya sabes, paseo en motocicleta bajo la lluvia, con uno de esos galanes, sólo que yo soy de la vida real, claro.

––Tienes una autoestima muy alta, ¿lo sabías?

––Por supuesto, y eso es lo que te encanta de mí.

Detention »Raura«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora