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Me recogí el cabello en una coleta que sostuve con un mechón del mismo. Suspirando, golpe mi lápiz contra la libreta en blanco, mientras me removía.

— ¿Puedes dejar de hacer eso?

Alcé la mirada y Garret estaba sosteniendo la barbilla sobre su mano derecha, mientras me miraba fijamente.

—Lo siento —me disculpé, nerviosa.

— ¿Qué tienes?

Negué con la cabeza y me mordí el labio, observando los ejercicios en la pizarra.

—Concentración es lo que no tengo —admití, dejando una mano sobre mi frente.

— ¿Sucede algo Marano y compañía?

Tragué con fuerza.

—No —alcé la voz —, estamos conversando sobre los ejercicios en pizarra, profesor —mentí, mientras estiraba el cuello.

Este asintió y volvió a su libro.

Estaba esperando impaciente el toque de campana para poder ir por última vez a la cafetería y finalmente a la clase que daba por terminado la jornada. Quería alejarme lo más pronto posible de todo, y necesitaba recoger mis cosas del apartamento de Ross, con quien no pensaba hablar por mi hinchado orgullo. El cual, no iba a dejar de lado.

No quería hablar con nadie, simplemente quería escapar un poco de todo, la preparatoria ya me tenía hasta el cuello, aun cuando no hacía todos mis deberes, me estresaba todo. Incluyendo a mis amigos, que hacían preguntas estúpidas sobre mi comportamiento, Ross quien parecía no importarle mi alejamiento repentino, y eso era algo que me molestaba.

Me molestaba que me molestara la situación.

Y supongo que por una parte me lo merecía, pero por la otra gran parte, entendía que era su culpa por ser un maldito desagradecido al cual no le interesaba que yo le di mi mano cuando él la necesitó, y que incluso cuando estuve a punto de perder algo muy importante para mí, no se molestó en recordar.

¡Y eso era lo que me frustraba y estresaba más que nada!

Pero obviamente no podía compartir eso con mis amigos.

A los minutos siguientes, guardé mis cosas y me eché a correr raudamente a la cafetería, necesitaba beber algo para no tener que estar sedienta en el viaje que planeaba emprender.

Me dirigí directamente a la máquina de sodas y metí una moneda en la rendija, seleccioné un té frio para no tener luego sed y esperé a que saliera.

— ¿Tienes una moneda?

Me volteé, con el ceño levemente fruncido para observar quien me hablaba.

Aunque yo reconocía esa voz en cualquier lugar.

Ignoré olímpicamente su pregunta cuando sonrió de lado, con una mirada llena de picardía. Y no estaba de humor ahora ni nunca como para dejar que esa estupidez me siguiera arruinando el día.

Me incliné para recoger la pequeña botella y me alejé a pasos veloces.

—Sabes, estoy hablándote —me tomó del brazo, causando que girara mi cuerpo —. No tienes porqué ignorarme.

—Suéltame ahora.

— ¿Por qué eres tan agresiva conmigo? Quiero que seamos amigos, no te he visto hace mucho y te extrañé, ¿sabes?

Alcé ambas cejas.

—No tienes derecho a extrañarme, suéltame ahora, Logan. Y lo digo muy en serio.

Detention »Raura«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora