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Acomodé mi remera blanca dentro del holgado pantalón negro, mientras veía como Grace se acomodaba el cabello y se limpiaba las manos con una toalla húmeda que había sacado de su bolso.

Hice una mueca.

––Sinceramente, no sé porqué eres mi amiga.

Estiró los labios mientras pasaba un lapiz labial sobre ellos, un color muy claro.

Le sonrió al espejo.

––Porque sin mí estarías perdida ––respondió, sin dejar de mirarse.

––Ajá, sí.

––¿Quieres? ––me señaló el labial.

Apreté los labios y negué con la cabeza.

––Nop, no quiero esas cosas en mi cara.

––Te vendría bien.

––Sí, claro ––puse los ojos en blanco y me encaminé a los pasillos.

El día estaba transcurriendo tranquilo, por suerte. Exceptuando los estúpidos rumores y cartitas que me tiraban mis compañeros de curso.

Me alteraban, para ser sincera.

Metí un par de libros en el casillero y cuando me percaté de la cercana presencia del castaño cerré el locker con un brusco movimiento, tomando a Garret del brazo y tirando de él, pegando a la vez su espalda contra los casilleros.

Se quejó con una mueca.

––¿Vas a decirme que demonios te ocurre? ––cuestioné entre dientes mientras le bloqueaba el cuello con mi antebrazo.

––No...me...dejas...respirar.

––¡Santo dios, Laura! ––exclamó Grace, acercándose a la escena y empujándome un poco.

Finalmente lo solté y él recuperó el aliento, mirándome con la típica cara neutral que había tenido estos días.

––¿Quieres matarme?

––Sí, de hecho si. Pero eso podría llevarme a la prisión, y realmente no quiero pasar mi vida en una ducha de dos por dos.

Puso los ojos en blanco y se acomodó la chaqueta.

––Chicos, no soporto verlos así ––anunció la morena, mientras sacaba su labio inferior hacia afuera.

Me crucé de brazos sin dejar de mirar a Garret.

––Pues díselo al mediocre, que cree que por no acercarse las cosas se van a solucionar.

––Garret Clayton, mucho gusto ––asintió en mi dirección.

––Mediocre.

––Loca.

––Estúpido.

––Animal.

––¡Ya basta! ––exclamó Grace ––. Están siendo estúpidos los dos, sean buenos amigos y pidan disculpas.

––Él es el mal amigo ––lo señalé con la barbilla.

Se señaló con el dedo índice. Le salían chispas por los ojos.

––¿Yo? ¡Pues discúlpame, hipócrita! ¡Pero yo no fui detrás del tipo malo!

––¡Disculpas denegadas! ––grité.

––No tienes idea de quien es Ross y se hablan como si se conocieran de toda la vida.

Resoplé.

––¿Por qué te importa lo que hagamos o no? ¿Dije en algún momento que lo conozco de toda la vida?

Detention »Raura«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora