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Lo empujé del pecho y me limpié la boca, retrocediendo algo mareada.

Mi corazón palpitaba fuerte y cerré los ojos, frotándome el rostro con frustración y nerviosismo.

Miles de recuerdos me invadían la mente.

––¡Eres un imbécil! ¡No vuelvas a acercarte a mi! ––le dije, con la voz temblorosa.

––Oh vamos, no fue tan malo ––se rió.

Me tapé la cara, intentando regular mi respiración agitada.

Sentí sus manos entrelazarse en mi espalda.

––Quita tus asquerosas manos.

Me destapé el rostro y lo tenía más cerca de lo que pensaba. Las palmas de mis manos comenzaron a sudar y la desesperación se estaba apoderando de mi cuerpo.

––¿Me dejas besarte otra vez? ––pidió con dulzura en un susurro que me sacó de mis casillas ––. Por favor.

Hice una mueca de asco.

––¡Aléjate de mi! ––exclamé empujándolo de nuevo y librándome de sus brazos.

Tosí y me senté en el suelo, ahogada.

––¿Qué...?

––Solo...vete ––pedí, sin aire.

Me quedé en el suelo, y enterré la cara entre mis rodillas, amacándome como una demente. Aun sentía sus manos sobre mi y las náuseas seguían presentes.

Sentí como los minutos pasaban y las diapositivas desaparecían. Finalmente descubrí mis manos y  giré mi rostro para encontrarme a Ross, sentado y mirando a la calle.

––¿Por qué sigues aquí?

Me miró, pero tenía una línea recta en los labios a comparación de su sonrisa habitual.

––Bueno, no iba a dejarte agonizando aquí, ¿verdad?

Apreté los labios y sorbí mi nariz. No había llorado, y eso era muy positivo.

––Ross, en serio quiero que te alejes ––pedí, seria.

Por primera vez desde que nos conocíamos, aguardó silencio.

––En serio lamento atraerte, odio la atención y en realidad no soy buena para hacer amigos. Pero puedo decirte claramente que no soy una buena opción.

––¿Lo ves? ––preguntó, mirándome.

Lo miré algo confundida.

––¿Qué?

Sonrió, otra vez.

––No eres un libro abierto, eres tan difícil de descifrar, y eso es lo que más me gusta. Pero ahora me has dicho algo de ti, algo que en serio importa. Tampoco soy bueno para hacer amigos, tengo una vida difícil y me gustas. No voy a alejarme, ¿lo entiendes?

Resoplé. Justo cuando creí que hablaba en serio volvemos a lo mismo.

Me puse de pie y sacudí mi ropa llena de polvo.

––Bien, has lo que quieras. Pero no pienso volver a hablarte ––respondí, fría e indiferente.

Se puso de pie y me miró, sin dejar de sonreír y encogiéndose de hombros.

––Me basta con mirarte.

––Usaré una bolsa de papel.

––No puedes cubrir todo tu cuerpo con una.

Detention »Raura«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora