Serendipia.
CLOE
Martí abrió la puerta y me ofreció entrar al majestuoso ático. Caminé con dificultad con la muleta por el hall y mis nervios se relajaron mientras observaba cada detalle. Nos adentramos en un salón a través de un arco que daba la bienvenida. Un modernísimo espacio decorado cuidadosamente. Sobre un magnífico suelo de mármol blanco con vetas grises en degradación había dos inmensos sofás lisos de piel negro frente a una mesa central de cristal muy fino y sobre una blanca e impecable alfombra de pelo largo. Cuadros gigantes —supongo que carísimos— en las pocas paredes que rodeaban la estancia porque había ventanales de suelo a techo donde las impresionantes vistas eran la inmensidad del mar. Me sentía como Driis en la película Intocable, cuando Phillippe el aristócrata millonario lo llevó a ver unas obras de arte. Yo era tan ignorante como él en aquella escena; ante unos magníficos cuadros con líneas irregulares, pensando en su significado sin comprender absolutamente nada. No pude ver con detalle la firma porque parecería una cotilla fisgoneando todo pero sí pude observar que a un lado del salón había un espectacular piano de cola negro. ¿Alguien tocará el piano o será un simple adorno?
Caminamos por un pasillo largo alumbrado por una luz blanca; seguía muy atenta los pasos de Martí. De lado y lado había fotografías de la familia, supongo. Un retrato de una chica guapísima, muy joven, con el cabello oscuro y unos preciosos ojos claros, casi transparentes. Sin pensar mucho deduje que sería la madre de Thiago. A continuación varias de bebés y otras de niños más grandes. Unas en la playa con unos chicos haciendo castillos de arena, otra salpicando el agua entre los mismos niños mientras se bañaban en un revoltoso mar, otra en la montaña en lo que parecía una estación de esquí y los mismos chicos enfundados en unos monos completos, con unas gafas de nieve y dos snow en el medio de los críos junto a una mujer que vestía similar a ellos con una gran sonrisa. Otra foto era un precioso atardecer multicolor con los niños y la mujer de espaldas a la cámara, cogidos de la mano los tres y admirando el precioso ocaso. Otra donde reconocí al momento a Thiago, esos ojos eran únicos, su forma, su color. Su físico era muy parecido a cuando era pequeño. Hay personas que cambian mucho con el paso de los años pero Thiago tenía la misma cara y esa sonrisa jodidamente encantadora. Se le veía feliz, cogido de la mano con el que, me imagino, sería su hermano. Un chico del mismo tamaño que él, parecían gemelos, aunque el niño era más rubito y tenía los ojos castaños con pobladas pestañas, igual que Thiago.
ESTÁS LEYENDO
Mis días de adolescente. Decidir. II (Publicado en físico).
RomanceSegunda parte de la trilogía MDDA. (Completa). Publicada en físico en Amazon el 15/03/22. Sinopsis. Caminar por el borde de un acantilado no es arriesgado, ¡si no tienes vértigo, claro! Creo que lo verdaderamente peligroso es lanzarte al vacío sin s...