Capítulo 12

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En las buenas pero sobretodo en las malas.

YEZZY

No podía pegar ojo. Me despertaba cada dos por tres, la incertidumbre me carcomía. Estaba esperando a que me dijeran cómo avanzaban las cosas. Le mandé el mensaje a Cloe porque sabía que lo necesitaba. Y su respuesta fue muy básica.

Todo bien, mañana hablamos.

En esos momentos lo único que podía hacer era esperar a que me volviera a escribir. Thiago estaba en una situación muy complicada. Yo estaba muy nervioso y esto no lo estaba llevando nada bien, quedándome al margen. Además no había vuelto a hablar con Izan. Llegó un punto en el que no quería saber nada de él, y me dolía pensar así. ¿Qué me estaba pasando?

Se acercaba el verano. En Coruña aún hacía falta una sudadera por el viento tan desagradable que soplaba. Había quedado con Thiago en el bar al que solíamos ir Cloe y yo. Era relativamente pequeño, pero muy agradable. Un buen sitio para charlar. Cogí el bus en la parada cercana a mi casa. No había nadie; estábamos solos el conductor y yo. Empezó a llover muy fuerte; por la ventana veía el viento mover con fuerza los árboles y la gente optaba por cerrar los paraguas para evitar salir volando. Saqué los cascos de la mochila y los sincronicé con el móvil. Aproveché el trayecto y le mandé un mensaje a Cloe:

Buenos días, fea. Espero verte en clase. Si no, juro que iré hasta tu casa y te traeré por los pelos, ya se acercan
todos los finales. Espero que te sientas mejor, te quiero. TE VEO EN CLASE :)

Sabía que le sacaría al menos una sonrisa. Empezó a sonar "In this shirt", de The Irrepressibles. Esa canción siempre me erizaba la piel. Era mi canción favorita. Me había tatuado en la muñeca izquierda la frase "In our rainbow" por esta canción. Podría decir que era mi tatuaje preferido. Me lo hice en un momento en el que mi vida no era más que tristeza. Siempre me sentía como si intentara ser alguien que realmente no era. Cuando veía mi muñeca pensaba, «algún día podré ser quien soy sin miedo alguno, ante mi familia, ante mis amigos y ante mí mismo. Algún día sentiré la sensación de estar con alguien sin miedo a nada y todo será como estar en una nube, en nuestro propio arcoíris».

El bus paró y me bajé cubriendo mi cabeza con la capucha de la sudadera. La parada estaba justo enfrente del bar, así que crucé la calle y me encontré con aquel chico que no apartaba la vista de su café, que desprendía un halo de tristeza. Que no había sentido el amor de una madre ni de un padre. Solo el amor de sus abuelos.

Abrí la puerta sintiendo la calidez del local y sonaron las campanitas anunciando mi entrada. Thiago ni se inmutó. Me acerqué y me senté delante de él, carraspeando.

—De tantas vueltas con la cucharilla, el café se va a marear —dije quitándome la mascarilla y tratando de esbozar una sonrisa.

—Mareado estoy yo de no dormir nada y de pensar de más... —soltó un suspiro al mismo tiempo que alzaba la mirada.

—Ya sé que la pregunta es un poco estúpida pero, ¿qué tal estás?

—No es estúpida, Yezzy. Estoy mal, estoy nervioso por lo que puede pasar a partir de ahora. Conmigo, con Cloe, con Erik; además ayer le escribí a Cloe y leyó el mensaje pero no me contestó. No quiero presionarla pero, ¿y si ahora después de saber mi pasado se aleja de mí por ser el hijo de un asesino? —lo dijo casi en un susurro y se le quebró la voz—. No podría soportarlo, o a lo mejor de verdad quiere volver con Erik. Es un manipulador que solo sabe hacerle daño. Se me hace un nudo en la garganta al imaginarlo —aceleraba las palabras con nervios.

—¡Thiago, para ya! ¡Respira! Así no vamos a ningún lado. Lo único que conseguirás será aumentar tu ansiedad —reclamé con fuerza tratando de calmar su angustia—. A mí tampoco me respondió; bueno, solo me dijo: "hablamos, mañana". Su mensaje fue muy escueto. Por alguna razón no contestó. En clase hablamos con ella.

—No es fácil, Yezzy. Todo esto me supera. Además de revivir todo. ¡Joder Yezzy!, soy un tío con un pasado de mierda, ¡sería normal que no os quisierais ni acercar a mí! Por eso nunca se lo conté a nadie pero con vosotros sentí la necesidad de hacerlo, no sé, ¡algo me decía que podía confiar en vosotros! —exclamó con los ojos inyectados en sangre y clavados en los míos. Tenía rabia contenida y mucho dolor, estaba a punto de llorar.

—Thiago...

—¿Quieres tomar algo? —nos interrumpió un chico que se paró a nuestro lado. El camarero me miró con mucha intensidad. Unos penetrantes ojos marrones y el pelo castaño corto, revuelto. Le observé de arriba a abajo; estaba vestido con unos vaqueros y una camisa negra con los dos primeros botones desabrochados, tenía un cuerpo atlético, delgado, que parecía trabajado en un gimnasio. Thiago me dio una patada debajo de la mesa para que espabilara de mi escaneo descarado.

—Eh, ¡sí! Un manchado, por favor —pedí, mirándole a los ojos. Era una mirada muy profunda. Y en ese momento sentí un chispazo inexplicable.

—Un manchado, ¡marchando! —dijo con una voz muy grave, me guiñó un ojo y se fue.

Miré mis manos, con nervios, encima de la mesa y Thiago soltó una media sonrisa.

—Cuando lo vi, supe que te iba a gustar —comentó alzando las cejas esperando mi respuesta.

Por un momento volvía el Thiago cachondo y divertido.

Regresó el chico y al dejar el café en la mesa vi una pulsera multicolor debajo del puño de la camisa. Supuse que no se la permitían llevar en el trabajo o esa fue la sensación que me dio. Se marchó de nuevo y Thiago se me acercó por encima de la mesa como para decirme un secreto.

—Creo que te gustó y tú a él, así que tienes vía libre, cuando quieras —susurró haciendo referencia a la pulsera, tocando su muñeca indicando con el dedo una pulsera imaginaria. Sonrió cómplice y me guiñó un ojo.

—¿Y tú cómo sabes que Almería está lejos? —pregunté jocoso. Thiago me conocía más de lo que yo me imaginaba. —¡Uy! A ver si a ti te gustan los tíos ¡y yo aquí perdiendo el tiempo!

—Es tu tipo, Yezzy, a mí me van las tías, ya lo sabes. Bueno, en realidad ahora mismo hay una que me trae por el mal camino.

—Ya, me lo imagino. Esa chica insoportable que te llama pringao, ¿no? —sujeté mi mandíbula, pensando— mmm, me suena. Y hablando de otra cosa, tengo novio —añadí rápidamente.

—Sí, con el cual no has vuelto a hablar, ¿no?

—No sé ni qué hacer con él, no me siento del todo a gusto. Somos personas muy distintas y, aunque en un principio pensaba que podría haber algo guay, no estoy nada cómodo.

—Mi único consejo es que no fuerces cosas que no sientes. Tómate tu tiempo para pensar —sonrió con desgana animándome.

Hablamos largo y tendido de mis sentimientos, cuando en realidad habíamos quedado porque el que quería hablar era Thiago. Pasó el tiempo muy rápido y llegó la hora de marchar.

—¡Joder, Yezzy! Son las ocho y veinte. Pago y nos vamos ya, que no llegamos.

Me adelanté a pagar los dos cafés. Manuel, que así se llamaba el chico tras la barra como indicaba el bolsillo de su camisa bordada, me dio el ticket, le di un billete de diez euros y al darme el cambio, extendió un papel doblado. Me miró con intensidad. No sé por qué razón le solté:

—Soy Yezzy, quizás nos volvamos a ver —me guiñó un ojo y señaló con un dedo el papel.

—Seguro que sí —respondió con seguridad.

Se nos hacía tarde y por un momento no me hubiera importado perder clase pero Thiago me necesitaba y no lo podía dejar solo; así que me fui con una revolución en mi barriga sin entender qué me pasaba.

Mis días de adolescente. Decidir. II (Publicado en físico).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora