Capítulo 40

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Tres adivinanzas.

CLOE

Estaba muy nerviosa, mis manos temblaban mientras me quitaba el maquillaje corrido de llorar por sentirme tan idiota. Tenía el corazón acelerado. ¿Qué le iba a decir? Tenía un revoltijo de ideas en la cabeza. Empecé a hablar con el espejo como si fuera Thiago. Y para relajar mis nervios decidí hacer una videollamada con Yezzy.

—¿Por qué no coges el móvil, tía? Te he mandado mil mensajes —sus expresivos ojos me indicaron preocupación.

—Relaja, nene, ya leí tus mensajes y estoy en mi casa —le tranquilicé con una sonrisa llena de muchas dudas— salí de allí pitando.

—Mariposilla silvestre del Amazonas. ¿Qué ha pasado con Erik? —me preguntó calmando su angustia y centrando su atención en mis palabras.

—Pues han sido muchas cosas pero te lo resumo —tomé aire para contar mi decepción—. Cuando llegamos no había mucha gente y poco a poco se fue llenando el espacio; Erik me presentó literalmente a todos y cada uno más pijo que el anterior. Una pereza que no te imaginas. Además ¿a que no adivinas a quién me encontré?

—¿Lola? —tiró a dar.

—¡Efectivamente!, ¡y a Lucía también!

—¡QUÉ! ¡NO TE CREO! —gritó llevándose las manos a la cara— ¡me estás vacilando!

—¡Te lo juro! —nos empezamos a reír.

Era una situación que parecía una broma, sinceramente. Le resumí el resto de la noche contándole cada detalle a modo peliculón.

—Cloe, sé que no debí decirle nada a mi padre...

—Yezzy, gracias... —corté sus palabras justificando su ayuda—. Si no me hubiera enterado seguiría como una imbécil con él y alejándome cada día más de Thiago. —Me lamenté pensando en lo que había hecho—. Si yo te viera en peligro nene, hubiera hecho lo mismo.

—Me sentía mal, tenía que hacer algo. —añadió alarmado— te dije que había algo que no me cuadraba. Generalmente la posibilidad de denunciar a alguien tiene un plazo, no puede ser eterna. Y me pareció raro que a Thiago no le llegara ninguna notificación, como sería lógico.

—Siento todas las broncas que he tenido con vosotros por culpa de él. Necesitaba desahogar lo que sentía.

—Olvídalo, Cloe. No te sientas mal.

Yezzy era ese amigo en los momentos bonitos y en las desgracias. Era la palabra acertada que levanta mi autoestima.

—¿Qué pasó con Lola? —preguntó retomando el chisme

—Saqué mi diabla interior, aunque no lo creas —suspiré con orgullo—. Ella supuestamente no estaba invitada. Pillé a Erik con ella en la puerta y la hice pasar como si yo fuera la anfitriona.

—¡No te creo!

—Sip —asentí con la cabeza y mi gran sonrisa—. Cuando me marchaba de la fiesta la vi y me dio pena dejarla en pésimas condiciones. Estaba voladísima.

—¡Tú eres la leche, chiqui! Después de todo lo que hizo, ¿la ayudas?

—Pues sí —alcé mis manos a modo de disculpa—. No me importa lo que haya hecho. La dejé en su casa y su madre me lo agradeció. Me siento bien por lo que hice, Yezzy. Con eso me basta.

Mis días de adolescente. Decidir. II (Publicado en físico).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora