Capítulo 42

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Distintas realidades.

THIAGO

Lo había hecho por mí, no era por otra razón. Me dolía pensar por lo que tuvo que pasar mentalmente. Ella era una chica que se ponía siempre en lo peor. Había intentado ayudarme y no había sabido cómo. Ese desgraciado la tenía amenazada. Cada vez le odiaba más. Lo único que sabía hacer era daño. Se me saltaron las lágrimas al ver en sus ojos tanta sinceridad. En mi difícil vida, nadie, aparte de mis abuelos, había intentado protegerme, y eso me gustaba. La abracé, necesitaba sentirla. Después de darle un beso en la frente la miré a los ojos.

—Cloe, eres muy fuerte —le acariciaba el pelo mientras se lo decía.

Al momento pareció ofenderse por mi comentario, tenía ganas de no soltarla pero se separó alarmada.

—¿Cómo que soy muy fuerte? ¿Estás vacilándome? —replicó a la defensiva.

—No pequeña, no te vacilo —cogí sus manos con seguridad—. Puede que hayamos pasado por vidas y situaciones diferentes; nuestras realidades y la forma de ver las cosas son completamente distintas pero no significa que las cosas no te afecten o sean menos importantes que las de la otra persona. Deja de comparar todo. Sé que para ti esto ha sido un golpe, una traición, y es totalmente comprensible. Él es un imbécil y jugó contigo una vez más.

—Thiago... —se calló durante unos segundos, sonrió tiernamente y susurró— te quiero.

Sentir un hormigueo. Me rasqué la nuca para que no lo notara demasiado. Esta chica me generaba muchos sentimientos.

—Yo también te quiero, Cloe.

Me rodeó con sus brazos de nuevo, envolviéndome con ese olor a vainilla que me encantaba. Le acariciaba su larguísima melena y cerré los ojos apoyando mi mentón en su cabeza.

—¿Thiago? —susurró.

—¿Mhmm?

—¿Me vas a decir adónde vamos? —preguntó acurrucada contra mi pecho.

Me empecé a reír suavemente.

—Eres una intensa. Y lo sabes... —me aparté de ella y entrelazó nuestras manos. Retomamos el camino— te dije que tienes que adivinarlo.

—Ay, pero otra pista. ¡Porfiiiissss! —puso un puchero.

—No vuelvas a decir porfis nunca más, gracias —dije haciéndole burla— Te lo digo totalmente en serio.

Se echó a reír de una forma supergraciosa, era una risa tan natural y contagiosa que la gente que caminaba por la zona se sonrió también.

Porfi, porfi, porfi, porfi... —empezó a decir sin parar hasta que la corté.

—Joder, calla, no queda mucho para llegar. ¡Qué intensita eres!

Intentó contener la risa pero era inútil. Y eso me encantaba.

Cuando llegamos a esa zona de la playa le dije que se quitara los zapatos. Caminamos por la arena, íbamos en silencio, escuchando el sonido del vaivén de las olas. Y su cara de ilusión llegando a mi sorpresa, me lo dijo todo.

Mis días de adolescente. Decidir. II (Publicado en físico).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora