Capítulo 15

4.6K 438 78
                                    

Es mejor respirar a morir ahogada.

CLOE

Después de la pelea con Yezzy, Erik quiso acercarse pero le dejé claro que todo era culpa suya. Cuando intentó hablar conmigo empecé a caminar hacia mi casa. Me insistió, diciéndome que me invitaba a comer, que necesitaba que habláramos las cosas y tuve que aceptar, porque no quería discutir más y, en definitiva, quería escucharle. Necesitaba saber hasta dónde llegaban sus amenazas a Thiago. Quería oír lo qué me iba a decir. ¿Lo había denunciado?

Subimos a su coche y durante todo el camino hubo un silencio absoluto; no sonaba ni la música de la radio. La tenía apagada. Le mandé un mensaje a mi madre y me advirtió que tuviera cuidado. Quizás ella intuía que las cosas no estaban bien. Eso que llaman "instinto materno".

Condujo más o menos veinte minutos hasta llegar a nuestro destino. No quise saber adónde me llevaba. Solo pensaba en qué hacer. Como en una película pasaron por mi cabeza todos los momentos vividos con Erik, desde aquel primer like a la foto, pasando por la traición de Lola. El verano en Vigo, la vez que fui a su casa y lo cerca que estuve de dejarme llevar por mis hormonas. Cuando Yezzy me ayudó en las escaleras el primer día de clase y conocí a ese amigo especial que cambiaría mi vida; y al final llegó a mi mente Thiago, ese chico que, desde que se cruzó en mi camino, supe que me marcaría.

Erik paró el coche y nos bajamos. Caminando hacia el restaurante me di cuenta de dónde estábamos. Era Santa Cruz de Oleiros. Me encantaba este lugar. Tenía una magia especial, sobre todo llegar hasta el banco de madera junto al castillo. Desde allí se veía Coruña en su total esplendor. Era un bonito sitio para reflexionar. Y si no fuera porque estaba con Erik, era el sitio perfecto para llorar viendo el atardecer.

 Y si no fuera porque estaba con Erik, era el sitio perfecto para llorar viendo el atardecer

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Caminamos hasta el Noa, un restaurante precioso y bastante lujoso. Tenía unas vistas increíbles, con el castillo de fondo en una isla rodeado de árboles en el medio del mar. Se accedía a él por un puente. Había una brisa incómoda en la entrada y crucé los brazos protegiéndome del frío. Erik tenía reserva, lo que significaba que de antemano sabía que yo aceptaría, y eso me molestó aún más. Dentro había una amplia estancia blanca con cuatro columnas centrales en el salón. Las mesas eran de madera beige clarita, a juego con las sillas que eran de la misma tonalidad, y los cojines eran de color verde oliva que combinaban con las plantas de grandes hojas, al lado de unas varillas de madera a modo de decoración. Un lugar exquisito y muy romántico, si la situación hubiera sido distinta. Grandísimas cristaleras a los lados te permitían admirar el castillo. La mesa que nos habían adjudicado ya estaba preparada, con un pequeño florero blanco en el centro y, en él, dos rosas rojas. Nos sentamos frente a frente. Erik pidió un vino blanco que era de la bodega de su padre; volvimos a quedarnos solos. No quería romper el silencio, no quería hablar. Me arrepentía de haber aceptado la invitación. Quería oír lo que tenía que decirme pero, a la vez, no tenía ganas de verlo.

Mis días de adolescente. Decidir. II (Publicado en físico).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora